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“Hice todo por llegar a lo más alto”

Brilló en Vélez en 1994, hasta que la rodilla derecha lo marginó de las canchas. El DT de Estudiantes de San Luis, que arranca una temporada en la Primera B Nacional, complicado con el descenso, cuenta su etapa en las inferiores, el dolor del retiro, sus primeros pasos como DT y su admiración por Juan Gilberto Funes.

Por Alejandro Magdaleno
| 18 de septiembre de 2017
El DT de Estudiantes llegó a San Luis en el receso 2016-2017, y tomó las riendas. Foto: Nicolás Varvara

El 16 de octubre de 1995 el voraz Omar Asad definió por encima del cuerpo de Oscar Ferro y la pelota, mansa y serena, viajó al fondo de la red. Fue en un Vélez-Ferro Carril Oeste. La bola terminó dentro del arco y el arquero encima de la rodilla del goleador. Fue el principio del final de la exitosa aunque breve carrera futbolística. Jugó 8 años, todos en el club de Liniers, con 108 presencias y 23 goles. La lesión sucedió un año después de ser el mejor futbolista de la Copa Intercontinental, al marcar una de las dos conquistas con las que la “V” derrotó 2-0 al poderoso Milan de Italia.

 

“Era un jugador inteligente, fuerte, jugaba a un toque. Tal vez no tenía técnica o habilidad para gambetearme a dos, pero te los pasaba por arriba, los trituraba, terminaba golpeado pero me mataba entrenando. Siempre me cuidé mucho, comía bien, dormía bien, antes de la medianoche ya estaba acostado. Hice todo para llegar a lo más alto”. Lo dice el “Turco” Asad, hoy director técnico de Sportivo Estudiantes de San Luis, que encara su participación en el nuevo Nacional B.

 

Asad es DT desde hace 14 años, pero guarda al futbolista en las entrañas. Le cuesta verse por la tele, en sus épocas de indomable atacante. “Vi ese gol al Milan un poquito más que el gol de la lesión. Me gustaría ver un partido entero, cuando empecé tenía 20 años y a los 24 jugué en la Selección, los partidos con Sudáfrica y Perú. Esas cosas quisiera ver, nada más”, cuenta el “Turco”, mientras pide un cortado y muestra sus dos tatuajes. En la mu- ñeca derecha tiene “la cruz de la vida, que me la hice para tapar la marca de una lastimadura”, y en el brazo derecho tiene calcados los rostros de sus dos hijos: Yamil, futbolista profesional que juega en el Atlanta United de Estados Unidos, y Lucila, actriz.

 

Omar no guarda rencor por verse obligado a colgar los botines cuando aún tenía mucho hilo en el carretel. “Saqué ventaja porque siempre supe a lo que me iba a enfrentar, me fui preparando y lo que me vino ya lo tenía asumido”, resume y cuenta sobre aquella lesión que lo partió por la mitad: se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha.

 

 “Se la tiré por arriba al arquero y cuando bajó me llevó la rodilla para adentro. Después me lastimé el cartílago de la tibia, se hizo una caries, la operé… se lastimó otra vez y quedó debilitada. Antes me iba de los entrenamientos con dolor, pero después ya era llegar adolorido. La pretemporada de mediados de 2001, en Mar del Plata, fue la última. Le dije a (Julio) Falcioni que no quería mentirle, que quería estar bien y me operé en Estados Unidos, a riesgo de saber que tal vez no volvía al fútbol. Ahí supe que la primera operación no había sido eficiente, en Buenos Aires pensaron que se iba a regenerar sola, eso dijo el médico… yo era Hulk, me los quería comer a todos. Tenía 28 años y siguieron dos años tremendos. Ahí bajé los brazos, hice el duelo de dejar atrás al jugador y empecé el curso para dirigir, me volqué a eso, dejé de lado la recuperación, la hacía pero no con tanta exigencia, y ya en 2003 empecé en las inferiores de Vélez”.

 

El “Turco” nació en Ciudad Evita, en La Matanza, el 9 de abril de 1971 y es el tercero de una familia laburante. “Mi papá falleció en 2010 y mi mamá es ama de casa y jubilada. Mi hermana mayor es Claudia, instrumentista, y Fabián el del medio, remisero en el aeropuerto de Ezeiza. Yo era el más chico de una bandita de amigos de muy buenos jugadores. Jugábamos por plata, a dinero de hoy ganábamos 50.000 o 100.000 pesos por partido, todos nos iban a ver a nosotros, ganábamos siempre”, recuerda quien se probó en “35 clubes, antes de llegar a ser profesional”. Y detalla: “A los 13 años fui a Vélez, y después con mis amigos fuimos a Huracán, Argentinos, Platense, San Lorenzo, Deportivo Paraguayo, Lugano, Riestra, Chicago, Almirante Brown, Laferrere, Defensores de Belgrano, Deportivo Merlo… y no quedé en ninguno”, remarca y se ríe.

 

“Después fui a San Telmo y a los 15 a River. Después me quiso llevar Racing directamente a cuarta división. En el ‘90 quedé en Tigre, pero me querían hacer firmar un contrato sin cobrar, el DT era Jorge Ginarte. Entrené cinco meses y a la hora de firmar, cuando vi cero pesos, hice la gran escapada, los dejé con la lapicera en la mano y me fui, salté el alambrado del club, me tomé el colectivo 60 y de ahí el 21 y luego la línea 180 a mi casa. A los 7 días veo el diario que decía que era la última semana en Vélez de prueba de jugadores de clases ‘71 a ’74. En esa época tenía pelo largo, agarré el bolsito, los botines con tapones intercambiables, un pantaloncito y me fui. Armaron dos equipos y yo no estaba, me pusieron en el tercer equipo, hice dos goles, era una bestia… y me separó el técnico, me hizo bajar de peso y volver en un mes y medio. Bajé 6 kilos, me ficharon un 28 de diciembre y debuté en febrero”, recuerda Asad y sostiene que lo suyo “fue del potrero a la cancha, y en seis meses a primera división”.

 

El “Turco” fue a una práctica de primera como suplente del suplente. Los dos se lesionaron y entró. Agarró la pelota en la mitad de la cancha, corrió por la banda derecha y definió tres dedos, al parante más lejano. El “Bambino” Veira, el DT, “se metió a la cancha y gritaba ‘bien nene, bien nene, así, así”.

 

A las dos semanas Veira da el equipo y anuncia “Gareca, el ‘Gallego’ González y Asad, me quería morir. En ese equipo jugaban Ruggeri, Lucca, Falcioni, Mancuso, Ortega Sánchez”, recuerda y sentencia: “El Bambino me catapultó, pero el que me marcó fue Virrey (Bianchi), con él ganamos un montón de cosas”. En cinco años fueron cuatro títulos nacionales y cinco internacionales, con la Libertadores y la Intercontinental de 1994 como puntos sobresalientes.

 

Da vuelta la página

 

 El Asad 2017, con pilcha de DT, supera los 93,500 kg. con los que jugaba atropellando a los rivales. Supera los tres dígitos en la balanza. Claro, a los 46 años, está lejos de aquel pibe de 20 al que Ruggeri agarró de los pelos y llevó al vestuario de los profesionales, porque se duchaba con los juveniles. “Éste es tu lugar, me dijo, y cuando miro era donde se cambiaba el ‘Búfalo’ Funes, que era mi ídolo. Y ahí me quedé para siempre”, rememora y se pone en la pie del entrenador que hoy es.

 

“En mi carrera estoy llegando a un tercio de la primera etapa de director técnico. Dirigí a los 38 en primera, sé que puedo dar más y me queda más. No llegué ni al 40 por ciento del potencial, pero no voy a dirigir toda la vida, será hasta los 62, después perdés timing, lo vemos en algunos entrenadores, perdés confiabilidad. Ojo que la experiencia es más valiosa que la fuerza de la juventud, te hace corregir rápido, ganás tiempo, pero no voy a estar hasta los 70 dirigiendo”, reflexiona el hincha de River. “Todos saben en Vélez que soy de River, incluso estuve a punto de dirigirlo antes de Juan José López, cuando yo estaba en Godoy Cruz”.

 

Su palmarés como entrenador dice que dirigió 150 partidos (45,55% de efectividad), de los cuales 25 fueron en Estudiantes, con el 40% de eficacia. A San Luis llegó en el receso de 2016-2017, y tomó las riendas de un equipo que no armó. Hoy la historia cambió. Y lo sabe: “El margen lo da el torneo, creo que la meta es igual que el campeonato pasado, vamos a buscar mantener la categoría, de los equipos que quedamos entramos últimos, más allá de los descendidos o ascendidos, eso es lo primero y donde nos enfocamos”.

 

Asad entiende que el potencial que ahora tiene es distinto: “Elegí los jugadores y los resultados negativos van a ser más pesados y tendré menos crédito. Pero soy consciente que el margen lo da el resultado y también cómo empiecen los demás equipos”.

 

El “Turco” entiende que su fuerte como DT está en “resumirle al jugador aquello con lo que se va a encontrar y que le va a pasar. El jugador ve que es real y después se convence y empiezan a creer en vos. Siento que tengo llegada con el jugador y no soy vueltero”.

 

Si le diesen a elegir la forma de trabajar, diría que fuese “como en Europa, con muchos colaboradores trabajando en campo y yo fichando y armando el equipo”. Reconoce que sigue en plena tarea de aprendizaje: “Tengo que seguir capacitándome para estar mejor, pero hay una condición que va con la persona no con la carrera, y en eso creo que debería ser más hijo de puta y yo no lo soy… en las decisiones, en algunas palabras, gestos o acciones, ahí debería ser más hijo de puta”.

 

En la presente campaña “si estamos en mitad de tabla estamos bien, son menos puntos en juego (24 partidos), un equipo como Riestra condenado (le descuentan 20 puntos) y entonces quedan cinco descensos. De la mitad de tabla para arriba es bárbaro”, sostiene, lejos de aquel “vamos a pelear el ascenso”, que tiró cuando llegó en el verano de 2017.

 

“Hay un sistema madre de 4-3-3 con gente rápida. Ahora todos arrancan de cero, equipo y jugadores. Éste es un plantel bueno, para mantenerse e ilusionarse. No me puse el casete antes, vine para armar un gran plantel para ascender, pero en aquel momento no nos dejaron incorporar por falta de pago de la gestión anterior. Ahora podemos modificar el sistema, de a poco, porque acá no hay que confiarse, hay que buscar equilibrio, sostener la idea y enganchar la sintonía. La gente se piensa que un refuerzo tiene que jugar y romperla, y no es así, los refuerzos se deben aclimatar a la provincia, adaptarse al equipo y al entrenador, y eso lleva su tiempo; hay otros que se acomodan rápido. A la larga, si de doce refuerzos la mitad anda muy bien, es trabajo hecho. De 10 nunca 8 son buenos… mirá River, trajo tres enganches y sólo le sirvió ‘Pity’ Martínez”, dice el DT.

 

Para el “Turco”, “los muy buenos jugadores del Nacional B no están en ningún club de la categoría, juegan en primera”. Y se autoanaliza: “Yo soy un técnico trabajador-ganador, tuve muy buenas etapas en las inferiores de Vélez, al ‘Tomba’ (Godoy Cruz) lo agarré en descenso y terminamos terceros, a Emelec (de Ecuador) lo dejé campeón, me gustan los desafíos (también fue DT de San Lorenzo y de Atlas de México), jugar por algo, no fui a Bolivia y Chile porque no me mueve la plata, voy donde quieren pelear algo. Quiero que la gente vea un equipo ganador y que cuando me toque irme, me recuerden por el trabajo que hicimos, el selectivo de los pibes en primera, lo valioso de darle trabajo a los chicos para que vean que pueden aparecer en Primera”.

 

 Asad pone cara de perro mientras acaricia a sus mascotas, un pug y un bulldog francés, y disfruta de la ciudad y de “un club ordenado desde que el Gobierno intervino, y eso le da estabilidad a los jugadores”, admite y contraataca: “En el torneo pasado los que me putearon eran ocho que estaban mandados, ojalá la gente ahora nos acompañe y que lo haga porque el jugador los necesita”. El “Turco” deja la entrevista con Cooltura y se va pateando una piedra, chiquita y redondeada, con esa rodilla derecha que tiene un tajo que duele con sólo mirarlo. Sabe que todas las miradas reposan en su espalda y se espera por sus decisiones, porque en ellas están buen parte del bienestar del fútbol puntano a nivel nacional.

 

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