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Para crecer, primero hay que querer

Mario Guerra y Elizabeth Amieva, siembran plantas, verduras y todo lo que pueden llevar a la feria de Juana Kosaly, en la que participan sábado por medio. Ahora consiguieron un silo que ayudará a la Asociación a la que pertenecen, a aumentar la calidad y cantidad de animales para comercializar.

Por redacción
| 22 de abril de 2018
La cosecha de su siembra. Elizabeth Amieva dentro del invernadero, en donde en estos momentos producen plantas para la época fría.

Es posible hacer mucho con muy poco. Al entrar al pequeño establecimiento que Mario Guerra y Elizabeth Amieva  tienen en Donovan, es fácil recordar la idea de que son varios los factores que deben unirse para conseguir resultados positivos. La gran voluntad y el trabajo del matrimonio los ha llevado a conocer diferentes estrategias para avanzar en la producción de plantas, verduras y otros subproductos. Además de un arraigado sentimiento de compañerismo. Ellos suman logros todo el tiempo. Ahora, en pocos meses, por intermedio de la Ley Caprina tendrán un silo con capacidad para 30 mil kilos, que podrán usar unos 25 criadores para almacenar alimento.

 

Mario y Eli viven de lo que producen. Van a distintas ferias a vender y también le suman a la economía familiar la elaboración de alimentos novedosos, caseros y muy sanos. Además, el hombre de la casa es quien colabora con el INTA para capacitar a alumnos y maestros de distintas escuelas en el armado de invernaderos y otras técnicas para la producción hortícola agroecológica. Todo lo que producen sale de semillas que generan de restos de plantas, lo que luego de la floración les permite tener el germen de lo que saldrá la próxima temporada.

 

En la feria que se realiza en Juana Koslay dos sábados al mes, lograron hacerse más conocidos de lo que ya eran. Contaron que tienen un amplio público que busca sus verduras hechas sin químicos y sus plantas, que en general por sus grandes raíces y la adaptación a la zona, son muy resistentes. Las aromáticas son otras de las preferidas para aquéllos que tienen casas de fin de semana y que cuentan con poco tiempo para atenderlas. También para aquéllos que tienen huerta, ya que ayudan con esa variedad a prevenir la llegada de insectos que se comen las plantas.

 

 

Dos sábados al mes están en la feria de pequeños productores de Juana Koslay sobre la ruta provincial Nº 20, frente al Club de la Sociedad Italiana, La Strega.

 

 

"A cada encuentro llevamos 10 cajas con alrededor de 24 plantas de diferentes variedades. Solemos traer de vuelta a casa unas cinco, el resto se vende todo. Con la verdura, lo que nos pasa es que es tanta la demanda que nunca es suficiente la cantidad que llevamos. Cuando armamos el puesto directamente no la exhibimos, porque antes de llegar ya nos arrebatan la mercadería de las manos", contó Guerra para mostrar la alta demanda que existe de esos productos.

 

Ellos además dan valor agregado a la mayor cantidad de materia prima posible. Generalmente es Eli la que se encarga de hacer manjares con los que día a día sorprenden a sus fieles clientes. "Mermeladas caseras son otra de las cosas que no solo llevamos a la feria, sino que tenemos disponible en nuestra pequeña tierra. Acá cultivamos algunos frutales y lo que nos falta lo sacamos de otros productores con los que de manera solidaria nos apoyamos en forma permanente. Hace algunos meses teníamos exceso de zapallo. Para hacerlo rendir copié una receta de mi cuñada, que hace un pan dulce de esa verdura. Los llevo a la feria y vendo. A la gente le gusta mucho", contó la emprendedora Elizabeth, que además es una mujer de mucho carácter que defiende los intereses de sus vecinos, no solo dentro de San Luis sino también cuando la invitan a participar de discusiones sobre nuevos proyectos fronteras afuera.

 

Nada queda librado al azar para Eli, cada encuentro de feriantes ella usa un horno de barro que tiene a pocos pasos de la puerta de ingreso a su casa. Los pastelitos son otra de las especialidades que la señora hace para vender y que siempre hay en su casa para agasajar  a quienes la visitan.  

 

Según contaron, para lograr la diversidad de productos que tienen es poco lo que compran, ya que todos los procesos lo hacen con materia prima propia. Para los animales ya es un poco más complicado. Sobre todo en el último tiempo, cuando el precio del maíz se fue por las nubes. "No solo es cara la bolsa, a eso debemos sumarle el costo de transporte para llegar hasta el proveedor. En estos momentos la bolsa de 35 kilos cuesta 280 pesos. Contratar un vehículo para trasladarnos sale alrededor de 300 más. Con ese material podemos alimentar a un cerdo, que come tres kilos por día, durante 10 días", dijo Guerra mientras estaba cerca de los corrales en los que tiene unas 20 ovejas y algunos cerdos desperdigados.

 

En 2017 la Asociación Civil presentó  un proyecto dentro de la Ley Caprina y consiguieron que se lo aprobaran desde Nación.

 

En pocos meses más y a pesar de que en 2018 no habrá presupuesto disponible para ese sector, construirán un silo con capacidad para 30 mil kilos en el que podrán guardar el maíz. De allí se servirán alrededor de 25 pequeños criadores. "A partir de esta nueva herramienta se podrá mejorar la alimentación de los animales en las épocas en las que no hay mucho verdeo. Eso nos va a permitir en el tiempo aumentar nuestro stock de animales", contó el hombre.

 

Eli explicó cómo va a funcionar el silo para que todos puedan acceder al beneficio. "En el proyecto original nos habían aprobado uno de 30 mil kilos. Por el tiempo que ha pasado, a lo mejor recibamos uno de menor capacidad porque los precios han aumentado. Una vez que ya esté instalado la idea es tenerlo lleno, sobre todo en época de invierno. La comercialización va a tener dos beneficios: el primero será que los productores ya no tendrán que hacer largas distancias para acceder al alimento. El segundo es que el precio será mucho más económico que el de mercado", comentó Eli, quien aseguró que todo está dirigido a beneficiar al pequeño productor y quienes no sean asociados van a poder acceder al maíz aunque no con un precio diferencial.

 

Mario, además de conocer las bondades de cómo tener plantas, es un gran conocedor en el armado de invernaderos y estructuras para proteger a los cultivos del granizo. "Con el INTA recorremos las distintas escuelas de las provincia. Hacemos lo que es armado de cultivos bajo cubierta y de estructuras con mallas antigranizo. Además a los chicos de la Secretaría de la Juventud les enseñamos algo básico sobre producción hortícola, desde el preparado de la tierra, pasando por la siembra hasta el trasplante a tierra de lo que ya está listo", contó Mario, y agregó que el día anterior a la visita de la revista El Campo, un grupo había trabajado en cuatro hileras de plantas con lechuga.

 

Ellos tienen sus secretos y los comparten con la mayor cantidad de gente. Para Guerra y su esposa la producción, aunque sea a pequeña escala, es su modo de subsistencia y consideran que otros también pueden hacerlo. "Cuando uno enseña todo lo referente al sistema de siembra, debe poner énfasis en que es necesario hacer una rotación de plantas, siempre con el aporte de aromáticas para poder hacer un correcto manejo de insectos que puedan perjudicar la producción que se da en todo el proceso. Siempre hacemos cultivos orgánicos, por eso es muy importante enseñarles qué productos se pueden usar y cuáles no, para que los cultivos no pierdan su característica fundamental", agregó Mario.

 

 

Ellos no se guardan los secretos y trabajan con INTA y el Gobierno de la Provincia para capacitar a quienes quieran conocer de huertas.

 

 

Otros organismos provinciales y nacionales colaboran, no solo con el matrimonio, también con toda la Asociación de Donovan, que desde hace años muestra inquietudes, ganas de progresar y de crecer a partir del trabajo en conjunto. "Buscamos que todos los productores de la zona puedan conseguir lo que necesitan para poder crecer y mantener a sus familias. Tenemos contacto permanente, por ejemplo, con Juan Pablo Rey, que es un veterinario y técnico del Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción. Es todo un equipo de trabajo con el que logramos hacer cambios. De otra manera no sería posible, porque se hace muy difícil progresar en el contexto actual del país", aseguró.

 

 

La comercialización siempre es un punto sensible para esta clase de productores. A través del INTA y con las municipalidades que colaboran, han podido canalizar en las ferias un nexo para la venta que les permite hacerse conocidos y poder continuar con un stock de productos con la certeza de que no habrá desperdicios. Ellos además consideran el bolsillo del cliente. Por ese motivo tratan de ser justos con los precios. "Hemos descubierto que hay mucho público que busca este tipo de verduras que son sanas y frescas. No por eso cobramos la mercadería a montos exorbitantes. Al contrario, buscamos tener valores por debajo de lo que cuestan en otros lugares. Le damos la posibilidad a los clientes para que puedan comprar", planteó el huertero.

 

Hace muchos años que el matrimonio se dedica a la producción de verduras. Primero se dedicaban exclusivamente a las plantas, pero Eli se enfermó y tuvieron que vender todo en pos de mejorar su salud. Hoy han retomado una de las tareas que más le gusta a Mario, que es cultivar plantas y a eso le han sumado la verdura y animales de granja que básicamente usan para consumo propio, aunque tienen la misión de hacerlos producir. "Hemos buscado la forma de que los turistas nos identifiquen. Para eso hemos armado una presentación que lleva el nombre de San Luis para los dulces. De esa manera agregamos distintos productos que nos ayudan a ganar dinero", dijo Eli.  

 

 

Consideraron que el presupuesto destinado para caprinos que es de diez millones no es suficiente por lo que trabajarán para conseguir mejorar ese número.

 

 

Toda la cuestión sanitaria de los animales la hacen con el ministerio provincial y además este año recibieron un botiquín para la Asociación que les asegura la supervivencia de los rodeos. "La toma de muestras de sangre para detectar enfermedades las hacen los veterinarios del ministerio. En cuanto a los requerimientos que tiene el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), todos los productores de Donovan estamos inscriptos en el Renspa, además de que recibimos las visitas periódicas del organismo ya sea para controles o para tareas de vacunación. La última novedad fue que la Subsecretaría de Agricultura Familiar nos donó un botiquín para la asistencia primaria de los animales. El dinero que juntamos luego de vender la dosis entre los productores nos servirá para reponer la medicación que se acabe", explicó el matrimonio, que mostró a esta cronista los envases de oxitomicina y otros antibióticos que cada productor deberá buscar a pocos metros de su casa y por un costo mínimo de un peso por dosis. 

 

Además de trabajadores incansables, son grandes conocedores de las realidad que los rodea. Por ese motivo siempre están atentos a cuestiones políticas y sociales. "Estuvimos en Buenos Aires en la primera reunión por la Ley Caprina y Ovina, donde informaron que las provincias de todo el país perderán los 10 millones del presupuesto anual para la cría de cabras y que sólo se concretarán los trabajos de años anteriores", dijo Elizabeth, quien en la capital del país defendió como una leona los derechos de los pequeños latifundistas de San Luis.

 

"El monto que está previsto para caprinos es muy poco y está 10 años desactualizado. Solo basta con sacar la cuenta y dividir el dinero entre las 24 provincias en las que se entregan subsidios. Para colmo San Luis es de las poco preponderantes en esas producciones, por lo que solemos recibir alrededor del tres por ciento del total. Ahora buscamos hablar con los legisladores que nos representan en Buenos Aires para que levanten ese número, necesitamos un poco más de ayuda", analizaron.  

 

"Lo que producimos, además de compartirlo con otros, nos ha servido para mejorar nuestra manera de alimentarnos. A veces faenamos alguna gallina u otro animal al que le damos distintos usos. Además, como Eli no puede comer mucha carne, nos hemos hecho vegetarianos", dijo Mario entre risas.

 

 Ellos viven en una paz envidiable. En una cálida casa de madera hecha con sus propias manos. Nada los corre de su camino, ni la enfermedad ni la falta de dinero. Entienden las reglas del juego. La felicidad es una constante búsqueda de la que Mario y Eli, no se bajan.   

 

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