SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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La escuela Sarden integra a chicos de 50 familias bolivianas

Por redacción
| 23 de noviembre de 2014
Entre dos culturas. Docentes y chicos aprenden no sólo contenidos académicos sino también el respeto por costumbres diferentes.

Vivieron el desarraigo obligados por la necesidad de buscar un horizonte y un futuro mejor. Son niños que llegaron desde Bolivia junto a sus padres, la mayoría de ellos vive en un asentamiento dedicado a la producción de ladrillos en hornos, en condiciones precarias. Educarlos e integrarlos a la ciudad y cultura sin que pierdan su esencia, es el desafío que día a día vive la Escuela Nº 69 “Olga Esther Sarden”.

 

La escuela comenzó hace unos veinte años. Cuenta con 422 alumnos en los tres niveles: inicial, primario y secundario. Los chicos de sexto año tienen la orientación en Ciencias Sociales.


El establecimiento ubicado en el barrio Obras Sanitarias comenzó hace años con la firme decisión de ser una escuela “integradora”. Primero lo hizo con los jóvenes de la calle (de 2000 a 2010) dentro del hoy extinto plan nacional “Todos a estudiar”. Hace cuatro años se convirtieron en la primera escuela de la ciudad en sumar un Centro de Actividades Infantiles (CAI), un programa del Ministerio de Educación de la Nación que propone acompañar a los niños del nivel primario con ayuda escolar, maestras comunitarias, y talleres para fortalecer la relación de alumnos, familias, escuela.

 


A la Escuela Nº 69 asisten chicos de unas 50 familias bolivianas y es la que tiene mayor matrícula de alumnos de esa nacionalidad. “Es un gran desafío porque los padres no pueden acompañar a los chicos con las tareas extracurriculares ya que muchos sólo hablan su lengua original que es el quechua. A estos chicos les cuesta un poco más adaptarse, por todo el cambio en sus vidas, el encontrarse una nueva cultura y no tener quién los oriente en sus hogares por la barrera idiomática”, contó Elena Pastor, directora de la escuela.

 


Por esa barrera idiomática, es que muchas veces son los propios niños quienes deben hacer de traductores e intermediarios cuando la escuela debe comunicar algo a sus familias. Además en muchos de ellos está incorporado el mandato familiar y cultural de trabajar junto a sus padres.

 


“Sus costumbres ancestrales son totalmente diferentes a las nuestras, por ejemplo los chicos trabajan. El trabajo infantil para ellos no es ilegal, es una forma más de integración familiar y trabajan todos, desde el más chiquito al más grande, ellos se integran familiarmente para trabajar. Es polémico porque para muchos esto está mal visto, pero para ellos es lo habitual”, contó la directiva.

 


Así, muchos niños deben repartir su horario entre la escuela y el hogar, donde las familias no pueden ayudarlos en las tareas, por tiempo, o porque simplemente no entienden el castellano. Las condiciones en las que viven en el asentamiento es otro obstáculo que los alumnos también sortean a diario. “Muchos viven en condiciones que nosotros llamaríamos infrahumanas: son habitaciones muy pequeñas, sin electricidad y sin baño. A pesar de todo ello, los chicos vienen impecables a la escuela. Son los chicos que mejor se portan y mejor responden en los actos escolares”, explicó Pastor.

 


La directora explicó que muchas veces los alumnos van hasta su oficina y lloran porque extrañan al resto de su familia que quedó en Bolivia: hermanos, primos, tíos y abuelos. A pesar de todas esas situaciones difíciles la directora asegura que los chicos son “sumamente inteligentes, aplicados, respetuosos. Desde que están en la escuela, excepto la primera niña que vino y le costó mucho, luego todos los chicos de Bolivia han tenido un representante en la Bandera”.

 


Esmerados en ayudar

 


 En la escuela, el Centro de Actividades Infantiles (CAI) está integrado por siete docentes: dos son maestras comunitarias que colaboran con las tareas, tres son responsables de talleres (recreación, cerámica y arte), un auxiliar y una coordinadora.

 


“Es una misión hermosa, estamos aquí a disposición de todos los chicos que deseen participar; pero con la comunidad boliviana es especial, requieren más atención porque muchas veces son muy tímidos, para muchos es un cambio muy grande llegar a ésta, otra cultura y además muchos de ellos llegan sin nada, son familias muy humildes”, explicó Florencia Fuentes, coordinadora del CAI en la institución.

 


Los trabajos de apoyo y talleres se desarrollan de lunes a viernes por la tarde y los sábados a la mañana. Una de las iniciativas que surgió como parte del vínculo entre los docentes de la institución, los miembros del CAI y las familias de los alumnos es la “Fiesta de las Colectividades”, que comenzó en 2012 y tuvo su tercera edición el pasado 31 de octubre. En esa oportunidad hay bailes y vestimentas típicas de Argentina, Bolivia y Chile; donde los alumnos y sus familias comparten música, costumbres y respeto por la diversidad cultural.

 


A pesar de que cumplen un rol esencial para afianzar la educación y adaptación de todos los alumnos, los integrantes del equipo del CAI no han percibido ningún tipo de remuneración en el 2014. Desde marzo están trabajando, y los fondos que envía la Nación y distribuye la Provincia, aún no han llegado a los trabajadores.

 


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