La familia del vóley argentino homenajeó a Agus y Priscila

El recuerdo de las sonrisas imborrables de Agustín Irustia y Priscila Ochoa flotó por el Ave Fénix durante dos días. En cada charla de amigos, entre mate y mate, brotaron miles de anécdotas que tuvieron a los dos chicos como protagonistas. En el medio, el vóley, siempre el vóley. No sólo porque era el deporte que apasionaba a ambos jóvenes, sino que ese ámbito, esa familia, se congregó en Juana Koslay para homenajearlos, para abrazar a sus papás y hermanos.
Fue durante el Torneo de Be-ach Vóley (válido por la 6ª etapa del Circuito Argentino) que recordó a los jóvenes víctimas de la tragedia de Villa Gesell.
El encuentro se disputó en las canchas del estadio provincial, hasta donde llegaron las mejores duplas del país para mostrar su gran nivel de juego.
Pero también fue el punto de encuentro para los amigos, los puntanos que desde hace años eran los cómplices y compañeros de aventuras de Agus y Prisci.
El torneo, que no pudo disputar las finales porque la lluvia del domingo anegó las canchas, fue un pretexto, una excusa, porque el voleibol, ese deporte que apasionaba a Agustín y Priscila, les brindó a sus familias la solidaridad, la compañía y el cariño, características que tiene este juego sin que el reglamento los mencione. Son virtudes, códigos silenciosos del vóley que van mucho más allá de la red, los remates o el bloqueo.
En Juana Koslay, el vóley argentino homenajeó a Agus y Prisci, los jovencitos que todo San Luis extraña. No sólo porque rompían bloqueos o porque burlaban mil veces la red, sino porque eran ejemplos, buenos hijos, grandes amigos, buenos pibes.
El encuentro contó con la organización del Ministerio de Deportes de San Luis que, desde la apertura de las inscripciones, recibió un aluvión de consultas. Llegaron duplas de todo el país. No tanto para jugar, sino para estar cerca de los Irustia y los Ochoa.
Decenas de jóvenes jugadores y jugadoras viajaron desde diferentes provincias. Eran los amigos que los chicos cosecharon a lo largo de sus carreras deportivas. Amistad que mantenían por mensajitos del celu, por el Face, por Twitter. A esos amigos les habían hablado mucho de su San Luis, de sus paisajes y su gente.  Cada visitante comprobó que los jugadores de Lafinur jamás exageraron.

También, aquéllos que habían compartido poco, apenas una cancha o una tribuna con Fabio Irustia o Fabián Ochoa y sus esposas, también decidieron venir. Jugaron, entraron a la arena, pero los trajo el sentimiento, esa necesidad de venir, de verlos, de estar cerca. Muchos pisaron por primera vez la provincia y prometieron volver el año próximo para "jugar el torneo de los chicos", tal como bautizaron al certamen playero.
En la cancha hubo beach vóley del mejor. Se jugó sin regalar nada, a cara de perro desde el arranque de cada partido. Las 24 mejores duplas del país mostraron su poderío y hasta el "Monito" Mariano Baracetti, campeón del mundo en 2001 en Austria, estuvo en Ave Fénix, al igual que dirigentes de la Federación del Voleibol Argentino (FeVA), entidad que fiscalizó la cita.  
La lluvia impidió las finales, pero no el homenaje. No hubo campeones y el Ministerio de Deportes decidió entregar las copas a las familias de los chicos. Hubo lágrimas porque las heridas y las ausencias son muy grandes. "Como yo digo siempre, nada me lo va a devolver, pero quiero agradecer a todos por este torneo, porque fueron mimos para nosotros", dijo Fabio Irustia en el acto de cierre,   
"Quiero agradecer a las autoridades del Gobierno por todo esto y a ustedes que se unieron más allá de la amistad. Fabio es mi hermano de la vida y hoy nos toca pasar por este momento. No queremos que se olviden de nuestros chicos, que eran un ejemplo de deportistas. Y ustedes sigan haciendo deporte. Nosotros sabemos que no nos equivocamos cuando elegimos el vóley", añadió Fabián Ochoa. Hubo más lágrimas y aplausos. Y el recuerdo de Agus y Prisci siguió, imborrable, flotando en el aire, tan grande como las sonrisas que les regalaban a todos día a día.