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La planta recicladora de El Jote ahora producirá combustible y gas

Por redacción
| 30 de junio de 2014
Del tacho de basura a un fardo rentable. Luego de clasificar los residuos en cartón, vidrio, metal, plástico y textil, son compactados para finalmente venderlos.

A un año y medio de su inauguración, la Planta de Tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos apuesta a nuevos proyectos que a la par del cuidado del medio ambiente logre un beneficio económico. En esta línea, “El Jote” (tal como fue bautizada), avanza con la construcción de dos biodigestores y la producción de un combustible.

 

De las 32 toneladas diarias que recibe, más del 60 por ciento corresponden a Merlo.


En una recorrida por el predio emplazado a diez kilómetros de Carpintería, El Diario de la República conoció cuál es el destino de una botella de gaseosa, un pañal o un colchón, entre tantos otros desechos que en su conjunto generan un problema mundial difícil de solucionar.

 


El camino arranca en cada tacho de basura. Una vez recolectadas las bolsas que se producen en once localidades del Valle del Conlara, los camiones municipales o privados viajan por la ruta N° 28 hasta El Jote.

 


Luego de tomar su peso en las básculas, los vehículos descargan en una primera playa semicubierta que a través de una cinta traslada los residuos hacia la planta principal, donde realizan el trabajo más sucio. Alrededor de ocho trabajadores clasifican -a mano- los restos en cartón, vidrio, metal, plástico y textil.

 


“En este punto vemos la importancia de la ‘separación en origen’. Porque el trabajo es a mano para rescatar el material, y depende del entrenamiento y la concentración de cada uno. En tonces, si la gente separaría sus residuos, facilitaríamos su tarea. Pasa que al no conocer el proceso no toman conciencia y tiran lo que sea y como sea. Y no entienden que los que trabajan acá podrían ser sus familiares. Por eso hay que ser responsable, para cuidarlos a ellos también”, explicó el gerente del Ente Administrador, Gabriel Messina, en relación a una veterinaria que hace pocos días tiró jeringas sin el capuchón.

 


De allí, los desechos recuperados son acopiados, compactados y enfardados para venderlos a empresas privadas.

 


“Pensemos que el cartón, por ejemplo, tiene una capacidad de compactación de 17 veces. Es decir, para dimensionar su volumen, habría que imaginar este espacio ocupado por 17. Y una vez que tenemos fardos como para llenar un camión, vendemos”, contó Messina durante la visita guiada.

 


A su vez, la basura que no puede ser reciclada (un cartón mezclado con yerba, por ejemplo), es enterrada con una máquina retroexcavadora en una fosa de 24 mil metros cúbicos que hoy está ocupada al 50 por ciento, con una vida útil de 1 año y medio más.

 


“Este espacio tiene una membrana y distintas capas de tierra para filtrar naturalmente y contener cualquier líquido contaminante. Además, con la máquina enterramos los residuos de manera de evitar la voladura de bolsas, la depredación y las ratas. Por ejemplo, a diferencia de un basural abierto, acá no hay moscas, perros; no hay olor, porque siempre está tapado, evitando que la descomposición se emita hacia la superficie”, afirmó el gerente del Ente. Y adelantó que ya tienen en cartera el armado de otra fosa que tendrá una vida útil de 4 años como mínimo.

 


Como próximos proyectos,  El Jote trabaja en una molienda a granel, a partir de textiles (trapos), madera, plástico y cubiertas, que genere más de 3.500 calorías por kilo. El producto sería vendido a empresas que trabajan con hornos, como las cementeras. 

 


“Este tipo de firmas queman gas. Entonces se podría sustituir o complementar con este tipo de combustible. Es decir, consiste en aportarle a la vieja mezcla cerca de 300 toneladas para generar calor quemando este producto”, explicó Messina.

 


Por otro lado, al costado de las básculas, alisaron una franja del terreno para construir dos biodigestores que transformarán los residuos orgánicos en energía. La obra, que supera los 10 millones de pesos, consiste en edificar dos contenedores cerrados e impermeables donde depositarán el material que al descomponerse produce gas.

 


De esta manera, a la par de la separación y el enterramiento, la planta modelo de tratamiento de residuos sólidos urbanos busca darle otro destino a las más de 300 toneladas mensuales de basura que salen de los hogares del Valle del Conlara.

 


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