Los ojos del plantel, que son los del país, miran el cartel

Ayer Argentina cerró su última práctica ante los ojos de la prensa, hoy ensayará a puertas cerradas y mañana en horario matinal partirá a Río de Janeiro, donde el domingo jugará el partido soñado desde las 16, en el mítico "Maracaná", ante Alemania.
Pasaron veinticuatro años y cinco días para volver a una final. A la misma final. Con idéntico adversario. El que nos dejó afuera en la última Copa, en Sudáfrica, con un aplastante 4-0… el  que en su país, en 2006, nos marginó por penales en cuartos de final… ese mismo que en 1990 se desquitó del título que les ganamos en México ’86, y en Italia nos ganó 1-0, con aquel penal de Brehme, que inventó el árbitro mexicano Codesal (se los voy a repetir tantas veces como sea necesario, porque los lectores se renuevan, mucho más aquellos lectores que en 1990 eran purretes. Va la repetición: no fue penal, y así nos ganaron).

Pasaron veinticuatro años y cinco días para volver a una final. A la misma final. Con idéntico adversario.

Cabuleros
Las cábalas ocupan su lugar. Juan Carlos Crespi, dirigente de Boca y máxima autoridad de la delegación, después de Julio Humberto Grondona –si es que hace falta mencionarlo-, se paró a darle una nota a un colega, tras la práctica de la Selección, y antes de que la cámara se encienda lanzó un “pará loco, pará… que ése no es mi lugar”.
Se puso donde estaba el periodista, quien ocupó el otro sector, y Crespi lanzó la sonrisa y sentenció: “Ahora sí, hablemos lo que quieras”.
Esas mismas cábalas de Carlos Salvador Bilardo, quien en todas las prácticas que observamos de la Selección se mantuvo a distancia de la prensa, dentro del campo de juego, y lejos de los futbolistas y del cuerpo técnico. El doctor observaba y uno se preguntaba ¿qué verán que no hayan visto esos ojos?
Ayer Bilardo estaba del otro lado. Cerca de nuestra ubicación. Sin dar entrevistas pero dialogando con cuanto ser humano pasara por su lado. Sí, un recreo.
Los carteles, ésos que mandó a hacer justamente Bilardo, y que dan de frente a las cámaras fotográficas y de televisión, permiten observan con más atención una que dice: “Viajan 23, empujan 40 millones HASTA LA FINAL” –así, en mayúsculas-.
Pero hay una leyenda que pasó inadvertida. Está semitapada por los árboles del acceso a Cidade Do Galo. No se observa cuando uno ingresa. Sólo puede verse en la partida, cuando ya dejamos el predio, lo que normalmente sucede de noche. Y será la última leyenda que los jugadores se llevarán en sus retinas a la final, en su despedida de Cidade Do Galo: “Daría la vida por verte campeón”.
En estos ya veintiocho días de El Diario de la República en Brasil, las sensaciones, las alegrías y las emociones del fútbol; y también la pena por la muerte de colegas, nos aflojan a cada minuto.
“Daría la vida por verte campeón”, lo vuelvo a leer… hago una foto, dos, tres… hasta que logro despejar una rama que molesta y consigo tener la leyenda completa, antes de que desaparezca la tarde.
En el césped del entrenamiento albiceleste está “Chiquito” Romero. Trabaja con el entrenador de arqueros, Juan José Romero. Ayer “Chiquito” pareció más alto, en realidad lo es. Desde el miércoles Sergio Romero es más alto, porque los centímetros de un arquero se miden por logros vinculados a la hazaña. Sí, Romero está más alto. El misionero ya mide más que 1,92.
“Estamos en la final y hay que jugarla como sea y ganar. Queremos tener el control de la pelota, pero ellos juegan de memoria, se conocen muy bien. Hay que jugarlo y hacer lo mejor para ganar”, sintetiza Maxi Rodríguez, en conferencia de prensa.
El rosarino que hizo el cuarto penal, el que selló el 4-2 y no hubo necesidad de seguir la tanda ante Holanda, estuvo acompañado por Sergio Agüero. El “Kun” habló de la gente feliz en toda la Argentina: “Nos enteramos ayer (por el miércoles) en el micro… nos pasaron fotos y nos quedamos como no creyendo, nosotros también estábamos shockeados por la gente que festeja, para nosotros esto es algo muy lindo”, dijo el delantero que no está para comenzar el juego, pero avisó que si lo necesitan va a dar “el máximo”.
Y dijo de las cábalas: “Yo no tengo, ¿y vos Maxi?”, le preguntó a Rodríguez. “Tampoco”, respondió el de Newell’s. “Pero que hay, hay…pasa que no las podemos decir…códigos”, soltó el “Kun” generando la sonrisa de toda la sala.

Los medios locales
Los canales de la televisión local dicen que habrá setenta mil argentinos en Río… que la polícia (así, con acento en la primera í) tiene temores por los cruces entre argentinos y brasileños, por eso redoblarán los efectivos y las patrullas… Hay detalles de esa señorita mágica llamada "Maracaná" a la que le están pintando las uñas y poniendo crema por todo el cuerpo… los títulares de los diarios son lacerantes. Súper dice “Castigo para o Brasil”, y la foto de portada son Messi y “Chiquito” abrazados y de pie. Y el Súper Esportes dice “Ainda Tem Que Engoliri” –ahora nos la tenemos que tragar-, con el fondo de hinchas argentinos festejando. Y se preguntan si el domingo alentar por nuestros hermanos (nosotros) o por Alemania, que de ganar sumaría la cuarta copa y se acercaría a las cinco de Brasil.

Adiós Belo Horizonte
Esta noche ya dejaremos Vespasiano, Belo Horizonte, y nos marcharemos a Río de Janeiro, para la final del mundo.
Le pregunto a usted, que nos acompaña cada día en nuestras páginas: ¿tener a Argentina en la final, no es un sueño que todos soñamos?
Bueno… ahora sigamos soñando.
“Cada vez falta menos para que nos volvamos a ver”… bien podrían dialogar, en esos términos, la Copa y la Selección Argentina. Pero para nuestro pesar, Alemania y la Copa también se cuchichean lo mismo.