La Toma no sale de la conmoción por la muerte de Claudio Escudero. El muchacho era muy conocido en el pueblo y su caso reavivó un debate que ya había tomado cuerpo e intensidad a fines de abril, cuando una adolescente salvó por poco su vida luego de caer en un coma alcohólico. Hoy la niña en cuestión está recuperada pero su caso marcó un antes y un después en la comunidad, que comenzó a tomar conciencia de los peligros que trae la noche y la falta de controles sobre lo que hacen y beben los menores.
Los negocios instalaron una especie de "ley seca" pero los chicos igual consiguen alcohol.
“Claudio era un buen muchacho, trabajador, estaba en la empresa Protón, que hace mantenimiento eléctrico para Edesal. Se lo podía ver bien temprano a la mañana esperando el transporte para ir a hacer sus tareas. Su familia es muy conocida en La Toma”, cuenta un vecino, quien lamenta que “el alcohol sea un problema social tan grave”.
En La Toma hay, por ahora, un solo boliche bailable, “Martina”, que fue el lugar donde ocurrió el desgraciado hecho de hace cuatro meses. En un par de semanas tiene previsto reabrir "Tokio", todo un emblema de la ciudad. El local donde funciona "Martina", al igual que pasa con la sociedad, tampoco es lo que era hasta hace poco tiempo atrás, ahora abre salteado algún sábado que otro y se dedica con más insistencia a organizar eventos. Las noches de música a todo volumen y barra llena ya son parte de la historia. Con el declive de Martina se terminaron las peleas callejeras y las rápidas intervenciones policiales, para alivio de quienes viven en las inmediaciones. Pero el problema de la ingesta de alcohol sigue siendo una amenaza latente.
Claro, el pueblo es sólo un eslabón más de un enorme problema social que vive la Argentina con su juventud. Las mismas preocupaciones tienen Naschel, Tilisarao y Concarán, sólo por nombrar tres localidades vecinas a las que recurren los chicos cuando quieren cambiar de ambiente nocturno, ya sea porque ajustan los controles o simplemente porque necesitan alguna aventura nueva que los movilice. Con el agravante de que hay que salir a la ruta, muchas veces en vehículos no del todo aptos y sobrecargados de pasajeros, y que luego hay que volver con unas copas de más encima del conductor y sus acompañantes.
El intendente Francisco Cornejo le aseguró a El Diario que la Municipalidad hace controles. "Tenemos un inspector con más de 30 años de experiencia y un grupo de jóvenes del área de Bromatología que se encargan no sólo de vigilar la calidad de los alimentos, sino también las condiciones en las que abren las confiterías y el único boliche bailable. Lo hacen en conjunto con la Policía, como exige la ordenanza", dijo.
La Toma organizará entre el jueves y el sábado una jornada sobre violencia familiar y alcoholismo. "Participarán especialistas de la Policía y la Justicia, como la magistrada Estela Bustos. Y también vendrá el obispo Pedro Martínez", anticipó el intendente Cornejo.
Roque Alba, un periodista de radio Libertad y conocedor de lo que pasa en La Toma, cree que la sucesión de casos con chicos que caen presa del alcohol hizo que se tomara más conciencia. "En la mayoría de los quioscos instalaron una especie de ley seca y no les venden bebidas a menores de edad. La estación de servicio ya dejó hace rato de hacerlo por directivas de YPF. El problema sigue siendo el delivery a domicilio, porque las previas las hacen en alguna casa y después salen a bailar en malas condiciones. Eso es más difícil de controlar, ahí se necesita la ayuda de los padres", cuenta.
No son muchas las confiterías para poder "entonarse" antes del boliche. Está el pub "El Quincho" frente a una de las plazas, un local de comidas rápidas que se llama "Pilar", por donde pasó Escudero antes de su internación, y otro nuevo que recién se está instalando, pero es cuidadoso con la venta a menores. Queda claro que el problema está puertas adentro, en las familias que no pueden controlar a sus hijos adolescentes. No es una cuestión de endurecer ordenanzas, pasa por el control y la propia conciencia de la sociedad.
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