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Un vecino de El Volcán vive amenazado hace cuatro años

Por redacción
| 05 de enero de 2015
Un calvario. Desde que denunció en la policía lo que sucedía dentro y fuera de la ex escuela, un vecino vive encerrado en su casa.

Uno de los vecinos que denunció que la ex escuela de El Volcán se usaba para hacer fiestas y que ahora está ocupada por gente que se fue a vivir de manera permanente e ilegal, vive amenazado de muerte desde hace cuatro años por el jefe zonal del Plan de Inclusión, Marcos Droboti, y dos de sus compinches: Lucas Molina y Mariano Valdéz. Este hombre de 58 años que nació, trabajó y desarrolló toda su vida en esa localidad, recibió en su casa a El Diario de la República y aceptó dar su testimonio con la condición de no revelar su identidad por temor "a las respresalias". Contó que realizó tres denuncias en la Subcomisaría  Nº 2 por las amenazas que recibió el 15 de abril de 2010, el 19 de febrero de 2012 y el 6 de diciembre de 2014. 

 

Recibió en su casa a El Diario de la República y aceptó dar su testimonio con la condición de no revelar su identidad por temor "a las respresalias".


El frentista señaló que Droboti llegó hace 10 años a El Volcán y que hace dos se fue a vivir a la escuela junto con unas 25 familias a las que les cobra 1.500 pesos de alquiler por una pieza, que uno de los hombres que vive allí recauda por cuidar los baños, que otra mujer se encarga de cobrar el estacionamiento en la playa de La Hoya, mientras que en la vereda del edificio escolar hay un cartel que anuncia que hay que pagar $10 por estacionarse allí. Y que el quiosko del balneario también lo regentea una persona que vive en el “hostal escuela”.

 


 “No es vida la que tengo acá. Nadie me da respuestas. Hice varias denuncias en la Policía por amenazas de muerte y no pasó nada. Estuve a punto de vender todo y mandarme a mudar. Es muy caótico lo que se vive acá”, dijo para explicar cómo se siente. “A tal punto ha llegado la situación que no salgo de mi casa si no es en auto, ya no puedo caminar por el pueblo y la única que me queda es vivir encerrado”, contó.

 


Según explicó, el problema que tienen muchos dueños de las viviendas ubicadas en los alrededores de la ex Escuela Nº 193 “Carolina Tobar García”, que está en la esquina de Pringles y Maestras Puntanas, es que “hay un tipo ahí que se llama Marcos Droboti que fue puesto por Tula Barale (ministro de Inclusión Social). Ese tipo robó en la Universidad de La Punta, después estuvo a cargo del cyber público de El Volcán y vendió todas las computadoras. El intendente lo apañó y después se lo llevó a la Municipalidad para que trabaje como inspector de comercios. ¿Cómo puede ser que ahora vuelva como jefe del Plan de Inclusión?”, se preguntó amargado.

 


“Si una persona va y pide alojamiento ahí, te lo dan. Es más, anda buscando turistas para alquilarle un espacio como si fuera un hostal. Nosotros hemos sacado fotos cuando se metió la gente por las ventanas con sus muebles. Ahora es un aguantadero. También se dedican a abrir las puertas de los autos que quedan estacionados sobre la calle Maestras Puntanas que son los que no pagan los 10 pesos que te cobran en La Hoya o en el frente de la escuela”, relató el vecino y enseguida se quejó: “La Policía lo sabe y no sé por qué no lo saca”.

 


El hombre tiene cuatro departamentos para alquilar pero los tuvo que cerrar porque “primero empezaron con las fiestas todos los fines de semana y los turistas que me alquilaban no podían dormir. Me fui a la Municipalidad a presentar la queja y nunca me dieron una respuesta. Después de cada fiesta aparecía mi auto defecado, otras veces orinado, con profilácticos usados, hasta ropa interior dejaron tirada. Después empezaron a romper las verjas y el alambrado perimetral y terminaron tirando piedras a la pileta, por eso también la clausuré. Volví a hablar con el intendente Marcelo Mocdese para decirle que la gente se me iba porque volvieron las fiestas y me contestó: `No te hagás problema, ya lo vamos a parar’. No sólo que nunca lo pararon, sino que cuando Droboti se enteró vino a mi casa y me amenazó que si no me dejaba de joder con la escuela me iba a matar”.

 


El último episodio que sufrió fue el sábado 27 de diciembre. Esa noche contó que "comía un asado con un grupo de amigos y bajé a la pileta porque vi que en la vereda de la escuela se armó una guerra campal. Menos mal que mis amigos salieron a defenderme porque uno ya se venía con unas piedras en las manos para golpearme. Y Droboti desde atrás me gritaba que me iba a matar a palos”.

 


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