SAN LUIS - Martes 21 de Mayo de 2024

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Tiroteo en Naschel: las secuelas, en la voz de una sobreviviente

Por redacción
| 06 de diciembre de 2015
Florencia. Lloró mucho durante el alegato de su abogado. Foto: Martín Gómez.

“No le tengo rencor, no me nace el odio, porque yo sé que hay una justicia que se encarga, tarde o temprano, pero me da impotencia porque me causó mucho dolor salir a disfrutar una noche y volver a casa en una silla de ruedas”. Florencia Silvera lo cuenta con calma, en la puerta del salón cultural de Concarán donde juzgan al ex inspector Walter Talquenca por asesinar a dos personas y herir a otras diecisiete en el boliche “Natacha”, de Naschel. Ella es uno de los sobrevivientes de la locura que desató el entonces policía, la madrugada del sábado 15 de marzo del año pasado, cuando mató al comisario Julio Marcelo Barrio y al camionero bonaerense Fernando Brizuela.

 


Es el mediodía del jueves 3 de diciembre. La Cámara del Crimen ha hecho un cuarto intermedio en la última audiencia del juicio y una mujer empuja la silla de Florencia hacia un lugar donde pueda llevarla al baño. No ha vuelto a caminar desde que fue baleada.
Si Talquenca le dio un balazo, que la atravesó en el abdomen y le rozó la médula, dos días después del tiroteo un cirujano del Hospital San Luis le pegó un mazazo: le dijo que nunca iba a volver a caminar. Florencia lloró sin consuelo un día entero. Al siguiente, se propuso caminar de nuevo. En esa lucha está desde entonces.
“Tengo una férula en cada pierna. La bala me entró por acá (se señala el costado derecho del abdomen) y me salió por el otro costado. Tuve una operación de abdomen y estuve varios meses internada, ahora estoy en rehabilitación”, resume.

 


Florencia, vecina de La Toma, tenía 18 años cuando fue atacada. Cursaba la secundaria en una escuela nocturna de su pueblo después de abandonar los estudios por problemas familiares. De día trabajaba en un negocio donde venden productos de limpieza sueltos. Tras el tiroteo no ha podido retomar ninguna de esas dos actividades. 

 


“Natacha” era el boliche elegido por jóvenes de todas las localidades del Valle del Conlara. Aquella noche, Florencia fue con dos amigas, Dalma Barzola y Mercedes Willem.

 


A Talquenca no lo conocía. Y tampoco lo vio esa noche. La primera vez que lo tuvo frente a frente fue una audiencia del juicio, que comenzó el martes 10 de noviembre y terminó el jueves pasado.
La madrugada del tiroteo, la primera señal de que algo malo pasaba fueron los gritos de los demás. “Yo estaba parada, charlando con un amigo, y escuché gritos”, pero “no vi a nadie”, dijo cuando el periodista le preguntó si había visto al atacante.

 


“Cuando reaccioné y quise disparar para el baño, porque estaba a unos pasos, me di vuelta, sentí un ardor y ahí nomás caí”, recordó.
Cerca de ella había un camionero que también buscaba refugio. Sabe que ese otro cliente del boliche era chofer de camiones porque él se lo dijo en ese momento. Y supone que es uno de los compañeros de Brizuela, el hombre al que Talquenca mató de un tiro en la cara, cerca de la puerta, cuando entró de nuevo al boliche, después de haber salido a buscar su pistola 9 milímetros en la guantera de su Renault 12, estacionado a unos metros.
“Cuando caí no sentí más mis piernas. Pasaron como cuarenta minutos en los que perdí mucha sangre y el camionero me buscaba la herida, pero no me la encontraba”, narró Florencia.

 


Quedó tendida en el suelo hasta que la auxiliaron. “Nunca perdí el conocimiento, fui consciente de Naschel hasta San Luis”.
Después se enteró que el balazo, después de atravesarla a ella, había herido a su amiga Dalma.
En uno de los estudios que le hicieron en el hospital de la capital, los médicos vieron que Florencia tenía una mancha negra en el páncreas y la operaron a las cuatro de la tarde. Pero en realidad el disparo no le había afectado ese órgano, explicó.

 


"Mi juventud tiene que seguir"

 


“Salí de la operación a las siete y media del sábado. El domingo dormía y no sentía mis piernas. Me vieron los médicos. El lunes viene el cirujano y me dice que yo no iba a volver a caminar nunca más”, cuenta. No se acuerda del nombre del médico.
“Estuve todo ese día llorando, no reaccioné. Y, bueno, el martes me dije yo voy a volver a caminar, porque no me voy a quedar. Ese día –relata– dije quiero que vengan los kinesiólogos y me hagan rehabilitación, porque mi fuerza y mi juventud tienen que seguir”.
“Me empecé a movilizar el miércoles –19 de marzo, cuatro días después de la balacera–, los médicos me pellizcaron y grité porque sentí pinchazos en las piernas.

 


Entonces me hicieron otra resonancia, me evaluaron, pero me seguían diciendo que fui afectada en la médula”. Empezó la rehabilitación.
Sufrió más secuelas. Dice que los remedios le afectaron la vesícula y tuvieron que operarla.

 


Hace cinco meses le hicieron una nueva resonancia. Y con ese estudio se robusteció su esperanza: “La bala pasó por debajo de la médula, pero no la afectó, gracias a Dios”. Los médicos le explicaron que “es volver a empezar, aprender a caminar, como un bebé”.
Florencia mide sus avances: “He recuperado la sensibilidad de las rodillas para arriba. Para abajo tengo muy poca sensibilidad, pero gracias a Dios tengo bastante movimiento de los dedos. Ya hago pasos con el andador y estoy tratando de agarrar el equilibrio y perder el miedo para manejar un bastón”.

 


La kinesióloga Claudia Odicino la atiende en una clínica de La Toma desde que volvió de San Luis. El gobierno provincial la incluyó en el Plan de Inclusión para que tenga la obra social Dosep, que le cubre la rehabilitación.
Va todos los días. “Quiero salir de este calvario que me causó. Me modificó la vida por completo, no pude seguir la escuela porque cada dos por tres estoy internada, perdí mi sensibilidad, no orino por mí misma, sino que estoy con cateterismo. Me la modificó porque me dedico solamente a mi rehabilitación, ya que quiero volver a caminar, quiero volver a todo”, dice. 

 


Pese al daño que le causó, no le guarda rencor a Talquenca: “Yo sé que hay un Dios y va a hacer justicia, porque para mi ver, él fue consciente de lo que hacía”.

 


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