SAN LUIS - Sabado 12 de Julio de 2025

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Historias de vida detrás del temporal

Por redacción
| 15 de marzo de 2015
Luchador. Rafael Amaya, Don Chacho para todo el mundo, pide nuevas perforaciones.

Hablar de las características de un temporal es apuntar a una visión macro de la situación que le toca vivir a una zona determinada. El temporal se puede reducir a números: milímetros de agua caídos, de pérdidas económicas en las inversiones productivas, de hectáreas cultivadas bajo el agua o de animales que arrastró la corriente. Es la frialdad de un balance, más cercano a la contabilidad que a la vida diaria.

 


Es mucho más complicado describir las huellas que el temporal deja en la gente de campo, que no se pueden mensurar de manera cuantitativa. El recuerdo de esas horas interminables de viento y aguacero en las que uno se siente minúsculo ante la arrogancia de la naturaleza, la impotencia por los cultivos que están ahí nomás de las casas y no se pueden salvar, el convencimiento de la triste realidad de que hay que empezar de nuevo, que todo el esfuerzo de años se fue con una crece inmanejable para la capacidad del ser humano.

 


Esas historias de vida son las que buscará reflejar la revista El Campo en estas líneas. La de la gente que lo ha perdido todo, o al menos una buena parte de lo poco o mucho que tenía. Productores que viven de sus cosechas y ya venían golpeados por una economía en declive, precios por el piso, inflación, suba de costos y un dólar que no les permite ganar terreno en el exterior. Y sin embargo dan la certeza de que la van a seguir peleando, que lo que pasó será sólo un mal recuerdo en el futuro, una amarga experiencia de la cual sacar conclusiones para que, al menos en lo que esté a su alcance, no se vuelva a repetir. El resto quedará en manos de un Gobierno que también deberá rever sus políticas, poner más atención a las rebeliones de la naturaleza y seguir apostando a la infraestructura como hasta ahora, pero con un ojo puesto en los cauces de los ríos.

 


 “Yo entiendo a los productores, están enojados porque creen que hay obras que no se hicieron en su momento y que podrían haber aliviado las crecidas, pero ellos deben tomar conciencia que quienes dirigimos la Sociedad Rural también somos productores y tuvimos pérdidas y problemas. Tenemos que estar unidos y llevar nuestras quejas a quien corresponda, o sea que a través del Ministerio del Campo queremos poner al tanto de todo al gobernador Claudio Poggi”, contaba el fin de semana pasado Juan Donato, vicepresidente de la Sociedad Rural del Norte, con sede en Quines, tras una áspera reunión con productores de la zona, la más afectada por las inundaciones tras el temporal del 1º de marzo a la madrugada. La gente llevó sus quejas y la enumeración de los daños sufridos para que los dirigentes las elevaran a las autoridades, primero el Ministerio del Campo y luego, era el deseo mayoritario, directamente al Gobernador.

 


El circuito productivo que une Quines con Candelaria sufrió la furia del río Quines y el desborde de toda la cuenca de la Llanura Norte, que neutralizó lo que pudieran hacer los diques de Luján y La Huertita para evitar las inundaciones. El agua arrasó con fuerza varias explotaciones en desarrollo, aunque el relevamiento a fondo de las pérdidas todavía está pendiente, es muy temprano para sacar conclusiones. El gran problema a corto plazo es otro: la tormenta y las crecidas destruyeron los canales de riego, lo que pone en peligro unas tres mil hectáreas de cultivos, que necesitan agua de manera permanente.

 



Don Chacho no se rinde

 


Rafael Amaya es un productor muy conocido en el norte puntano. Su establecimiento cultiva alfalfa en el paraje San Miguel, sobre la ruta 79 que une Quines con Candelaria. Rafael es propietario de unas 300 hectáreas, de las cuales tiene desarrolladas alrededor de 100. “La falta de riego nos pone en serio peligro de perder la producción actual porque hay canales embancados, perdimos todos los alambrados y también se fueron algunos animales con la crecida”, cuenta con resignación. La situación se pondría mucho peor si pierde el acceso al riego. “Sería bueno disponer de una perforación para poder darles un buen uso a los recursos forrajeros a través del pastoreo directo, ya que las represas sólo disponen de agua para dos meses, después se va a complicar”, comenta Don Chacho, como se lo conoce en la zona, quien de todas maneras piensa seguir apostando a la producción como lo hizo toda la vida.

 



Lo salvó la altura

 



Lucas Angelis llegó con su familia desde Córdoba a desarrollar sus tareas profesionales, que no tienen que ver con el campo específicamente; pero al comprobar el potencial agrícola de la zona, apostó a la producción de frutas secas en el paraje La Florida, hoy severamente afectado por la inundación. “Si bien no hubo un daño importante en los frutales, pude observar por los restos de basura dejada por la escorrentía que el agua llegó en ese sector alcanzó entre 80 centímetros y un metro de altura”, contó con algo de alivio porque las consecuencias pudieron haber sido mayores. En su campo, al igual que el de Don Amaya, hay alambrados dañados, roturas varias y una represa que usaba para almacenar agua para el riego de los almendros quedó totalmente embancada. “Es una lástima que también el agua me arruinó un cultivo de zapallos que tenía entre las líneas de frutales, arrancó plantas y encontré varios frutos podridos”, agregó el productor. De todas mane ras, el daño más severo, como ocurre con todos sus vecinos, será la imposibilidad de poder regar por un período importante de tiempo, al menos hasta que puedan recomponerse los canales ya que, como en el caso anterior, este sistema productivo depende del sistema de riego permanente.

 



Exilio obligado

 


Noel, más conocido como el “Negro” Carreño, nació en Candelaria, por lo que su dolor es inmenso al ver a su terruño bajo el agua. La tormenta arrasó con buena parte de su gran historia de trabajo en la producción, pero no lo van a voltear así nomás.

 



Es un productor dedicado y empeñoso para cultivar la tierra, en la que apostaba por otra campaña con papas hasta que el temporal lo dañó severamente. “En un inicio pensábamos que íbamos a poder manejar la crece, pero en poco tiempo fuimos desbordados por la gran cantidad de agua que nos arrasó la vivienda, los galpones con fertilizantes, los cura-semillas, varias bolsas de papa semilla, terneros y nos destruyó totalmente lotes recién implantados con papa”, describe la desolación. Los daños son comunes a todos los productores: embaucamiento de lotes, cárcavas y pérdida de fertilidad por arrastre. A Carreño no le queda otra que pensar a futuro, un futuro que lamentablemente en este momento parece estar fuera de San Luis, al menos en lo que hace a su explotación papera: “Mi solución es la de seleccionar la papa semilla disponible, que será poca porque hay mucha podrida, y sembrar en nuevas regiones, como San Vicente, en Córdoba, para tratar de reparar el daño económico sufrido”.

 



Otro golpe al arándano

 


La empresa Berries de Argentina, dedicada al cultivo de arándanos en un campo sobre la ruta 79, ya venía mal debido a los problemas que le provoca el cierre de exportaciones del gobierno nacional, a lo que hay que sumar un dólar poco competitivo que obligó a destinar la producción a la industria, en lugar de colocarla en el exterior como pasaba años atrás.

 



Y ahora la situación se complicó del todo con la tormenta porque de las 80 hectáreas cultivadas tiene afectadas 37. El predio tiene bancos de arena y daños en oficinas y galpones, pero lo más grave es la posible falta de riego por la rotura del sistema troncal. “El arándano es un cultivo que necesita agua todo el año, por lo que están en riesgo 11 empleos directos y un centenar de indirectos que trabajan en la época de cosecha”, se lamenta Koyam Navarrete, el ingeniero chileno que está a cargo de la planta.

 


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