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Cacho Buenaventura, el que obsequia risas

Por redacción
| 02 de marzo de 2015
En su salsa. Buenaventura divirtió a todos y hasta se tentaba con sus chistes.

Dicen que la mejor defensa es el ataque. Cacho Buenaventura sabe sacarle provecho.
La ventaja de los humoristas es que pueden agregar o exagerar algunos pasajes de su vida pero un punto a favor para Cacho es que todo le pasó con su internación, por eso se llama “En defensa propia”.
Ése fue el concepto de la obra porque la gente está enojada, dijo.
Facheramente vestido, entró en acción con los compases de “Day tripper” de los Beatles, que la banda enganchó con “Un muchacho como yo” de Palito Ortega.
“No se generen expectativas porque nos vamos a reír de estupideces” advirtió de entrada.
“¿Cómo estoy? Te lo digo en dos palabras: ¡magnífico!”, y se dio cuenta que la noche iba a estar entretenida: “Pa' festejar esa boludez ¿o soy muy bueno o ustedes hace mucho que no salen?”.
Más allá de los chistes hubo mucho en su monólogo de lecciones de vida y anécdotas serias condimentadas de remates efectivos.
Formidable relator y divino contador de cuentos, donde las voces de mujeres causan más gracia con su presencia física, relativizó que los chicos hoy vayan a terapia: “Mi mama era la mejor psicóloga, te aplicaba un ‘tate quieto’ efectivo. Cómo cambiaron los tiempos”.
Fue un recuento propio con historias que atraparon a todos, “cómo envejecen los chicos” sobre no aceptar la edad, o “qué lindo es sentarse un rato con la patas en el fuentón” sobre las comodidades más básicas de los viejos tiempos. Después se sinceró y dijo “hice de estar al pedo una virtud”. Por eso, en la lápida quiere que diga “aquí sigue descansando”.
El público festejaba sin pudores, si hasta él mismo se tentaba de sus propios chistes. Recordó su participación en la película “Papeles al viento”, y cómo creyó que era una cámara oculta. Había quienes reían demasiado y el del al lado le pedía silencio porque el negro no paraba su monólogo.
Destacó que cuando una señora lo felicitó, le comentó que le iba a pedir a Dios que le cuide el trabajo: “¡Sí, pero que sepa que es éste!”, porque su laburo previo fue en el ferrocarril, hasta que una noche le gustó a varios, y su mujer lo convenció para que se dedicara al humor, y desde ahí no paró. “Si Tata Dios quiere que haga esto, qué lo voy a andar porfiando”.
Pero no todo fue alegría, como los seis meses que cuidó a su suegra. “¿Porqué a mi casa, doctor? ¡recetále otra!” contó con descontento, pero después terminó queriendo “a la vieja”.
Entre el público estaba el Gobernador Claudio Poggi, a quien saludó Cacho y fue blanco de algunas chanzas blandas. Cacho mostró en su celular una imagen -de fondo de pantalla- posando en la puerta de la Capilla de Merlo, y aprovechó para recalcar las “r” de la zona.
Todo sirve para hacer humor. Como por ejemplo, la banda: “Saluden a los inundados” dijo -sin mala intención- del Clan Luján, papá Julio y sus hijos Tomás y Pedro en base rítmica. Al otro guitarrista, José Pacheco, lo retó porque perdía el hilo: “No te rías de los chistes que te cobro entrada”. 
Con ellos cantó junto al coro popular “Quiero llenarme de ti” de Sandro, fue a descansar y siguieron con instrumentales, “Cachita” de Ricardo Montaner, “Moliendo café” de Hugo Blanco, y la popular melodía de las orquestas “El rock de la calle 12”.
Volvió de blanco payador y se encargó de su mujer: “La cansadora”. Es que está con ella hace 42 años pero todavía se quieren. No por eso ella dejó de retarlo.
“Me parece que acá hay muchas cansadoras” dijo oteando las butacas, y se autoconsoló: “Qué alegría saber que no soy el único”, festejaron los demás, con aplausos compasivos.
Cantó serenata para “todas las chiquitas de Dios” que suspiraron en “Un beso y una flor” de Nino Bravo, y “una pa' bailar” gritó. “Todos los domingos” de Sergio Denis, y un clásico que festejaron de pie, aprovechando la despedida: “Puerto Montt” de Los Iracundos.
Ésta fue la única función que hizo doblete, y en las otras dos quedó gente afuera. “Yo no soy gracioso: ¡ustedes están locos que se ríen!”. Y se despidió con un pedido especial: “No les cuenten a los otros los chistes porque no van a venir”.
Con algunos cambios en los relatos, la segunda función terminó a pleno. La lluvia dejó mucha humedad lo que jugó en contra porque se vio a varios apantallándose con el programa que daban en la puerta.
Consejos sobre la vida, anécdotas llevadas al extremo, situaciones delicadas matizadas con buen humor. ¿Quién puede cansarse de reír así?.

 

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