Entrevista con Rubén "El mono" Izarrualde, de Los Amigos del Chango

Para dar el primer paso de un ciclo que los viernes promete una ventana a los espectáculos del circuito independiente de Buenos Aires, llegarán nada más y nada menos que Los amigos del Chango, la orquesta de música popular que se formó gracias al oficio del gran Juan Enrique Farías Gómez.
Quien mantiene el legado y la vigencia de aquella música sin horma que el artista fallecido en 2011 defendió con melodías y letras es Rubén "El Mono" Izarrualde, amigo personal de "El Chango", flautista de excepción e incansable defensor del folclore nacional en sus formas más genuinas.
A la hora del almuerzo, en su casa de La Plata, con su hija recién llegada y las milanesas esperando, Rubén atiende el llamado de ETC con su simpatía de siempre. Amable, dispuesto a la charla (si el tema es musical, aún más) "El Mono" dio algunas consideraciones didácticas y certeras de lo que debe ser la cultura de un país en vilo.

—¿Es difícil definir lo que es la música popular argentina?
—No, porque se hace a cada rato. Cuando se habla de música, cuando se canta en la casa, cuando se silba.  Eso, si nos metemos en lo popular, como sinónimo de casero. Porque uno puede tocar muy lindo la guitarra, pero si no tenés en la mano la rítmica de cada lugar, estás cagado. Tal vez el ejemplo más claro sea lo que pasa con el fútbol, otro elemento que nos une como argentinos.

—¿Te gusta el fútbol?
—Por supuesto. Soy hincha de Boca, pero me encantan los cuadros chicos, para mantenerme al margen, lejos de lo masivo, como me pasa con la música.

—¿Existe la antinomia entre música clásica y música popular?
—Es que la música clásica también es popular. Bach escribía popularmente. Pasa que después nos hicieron ver eso como una cosa elitista que no tiene nada que ver.

—Sos de venir seguido a San Luis
—Sí, y siempre es grato porque nos tratan muy bien. Tengo mucha historia con la provincia y muy buenos amigos, como la gente de Algarroba.com, con quienes somos compañeros de ruta y amigos personales. Tengo como un parentesco musical, al margen que me parece una provincia preciosa. Estoy en el límite entre Córdoba y San Luis.

—¿Tenés casa por acá?
—No, pero es la intención. Me gusta el clima, la gente es macanuda. Estoy muy cercano.

—Fue notable la última vez que viniste con "Monoasociados" el respeto que tuvieron cuando hicieron una tonada cuyana
—Lo que pasa es que uno no es del lugar, no hace esa música y cuando la hacemos es con el mayor de los respetos. Hay en Cuyo unos guitarristas tremendos, unos músicos impresionantes que se lucen cuando en la tonada se ve el trabajo tan particular, con esas variaciones fenomenales. 

—¿Creés que está debidamente difundida? 
—Ninguna música folclórica está difundida, salvo la del "Chaqueño" Palavecino, la de Soledad y la del chico Pintos, que van por otro lado. 

—¿Por qué lado?
—"El Chaqueño" canta cosas nuestras desde un lugar que no tiene nada que ver con el arte. Con revolear el poncho y ponerse un sombrerito no se hace folclore. Yo todavía creo en las cuestiones artísticas.

—¿Hay mucha estética en el folclore?
—Cuando salieron Los huanca hua no se vestían así y hacían una música hermosa.  Yo fui hippie, y tengo el espíritu del hipismo, pero no me visto como hippie. Respeto, por ejemplo, a Omar Moreno Palacio, que está todo el tiempo vestido de gaucho, no sólo cuando sube al escenario. 

—¿Hay una nueva generación de músicos cercanos al folclore?
—Yo creo que hay en este país una cantidad increíble de artistas. Pisas una baldosa y sale alguno.  Un tipo que hace teatro, otro música, otro que saca fotos. Todas las familias tienen uno o dos, aunque después se dediquen a otra cosa por un mandato familiar o económico. Yo rescato eso del ser nacional. 

—¿Tenés pensado cuál te gustaría que fuera tu legado?
—"El Chango" me decía una cosa que asumí que es así. Me decía: "Vos le diste una vuelta de tuerca a tu instrumento en el país, una rítmica que no la tenía nadie". La verdad que ahora no puedo pensar en un legado, pero noto que muchos folcloristas han empezado a usar la flauta, algo que antes no pasaba porque estaba relacionada con la música clásica. Creo que no soy famoso pero soy prestigioso.