13°SAN LUIS - Sabado 04 de Mayo de 2024

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Espíritu indomable

Por redacción
| 26 de julio de 2015

El don de Carlos Rodríguez, o “Chochi” como le dicen, está en su carácter y la forma de vincularse con los caballos. Siempre vivió en el campo, hijo de una familia dedicada a la cría de tropillas, fue jinete y llegó hasta Jesús María; pero desde hace 4 años descubrió su don para domar caballos de polo, algunos de los que hoy juegan y deslumbran en Europa.

 


Es sencillo y de mirada buena, quizás ésa sea lo que también perciben los equinos que doma en un campo ubicado en la zona de Vizcacheras, a 26 kilómetros de Villa Mercedes, cerca del límite que separa la Provincia de San

 


Luis de Córdoba.

 


“Cuando tenía 18 años nunca hubiera imaginado que me convertiría en domador de caballos de polo, me hubiera parecido algo imposible”, cuenta entre risas Carlos, que hoy tiene 26 años.

 


Su padre, Luis Rodríguez, siempre se dedicó a la cría de caballos y a la jineteada. Eso fue lo que captó desde chico Carlos. “Siempre me gustaron los caballos, a los 12 años ya me animé y monté unos petisos. Pero en una de ésas me pegaron una revolcada fea y me asusté un poco, hasta que a los 18 volví a la jineteada”, cuenta el domador.
En ese regreso, primero probó en el campo y luego se animó a los festivales. El primero que recuerda fue en las domadas que sabían organizarse en la avenida Jorge Newbery, y a pesar de que su madre no compartía la idea, el joven jinete siguió su camino hasta cumplir el sueño.
 “Logré concretar el sueño de todo jinete, estuve en el Festival de Jesús María, fue hermoso. Había clasificado como suplente en la edición de 2009 y logré hacer cuatro montas en tres noches; eso ya lo cumplí, ahora quiero otro sueño del domador de caballos de polo, que es lograr que uno de esos animales participe en el Abierto de Buenos Aires, que es el de mayor nivel mundial”, explicó el joven que vive en pareja y tiene dos niños de 5 y un año.

 



Una doma con más paciencia
En el año 2011, la vida de Carlos cambió, y se encaminó hacia el oficio que hoy le permite vivir y que ama con pasión.

 


Una histórica familia del polo, los Sirvent, le compraron a su padre una yegua y lo invitaron al joven “Chochi” a ir hasta Río Cuarto para convertirse en petisero o cuidador de los caballos de polo ya hecho.

 


“Ahí aprendí todo, ellos me enseñaron todo lo necesario para aprender sobre el polo, hasta ese momento sólo había visto el deporte por ESPN, pero no entendía nada”, contó el domador villamercedino.

 


Dos años después volvió al campo de Vizcacheras y desde entonces se dedica a domar los caballos que luego entrega a esta familia que posee el campo “Berta Polo” en Río Cuarto para que los termine de formar como equinos para el deporte

 


y los utilice o los venda a otros países.

 


Todos los lunes viaja esos 26 kilómetros desde Villa Mercedes hasta el campo al límite con la provincia de Córdoba.

 


Hasta el sábado convive sólo él y los 32 caballos que actualmente doma, rodeados del aire y el silencio campero.

 


“Es una doma que lleva entre 6 a 8 meses, ése es el período que por lo general yo tengo a los animales. También puede haber caballos más inteligentes que pueden estar listos en cinco meses y otros que les cuesta más y pueden estar hasta un año, el aprendizaje depende de cada caballo también”, explicó Carlos.

 


Asegura que las yeguas siempre son más rápidas en aprender y madurar, a los caballos les cuesta más, aunque con el tiempo terminan similares en el nivel de desempeño. Señala que las yeguas también suelen ser las más buscadas porque si en la exigencia del deporte ecuestre se lastiman, luego pueden ser empleadas para la procreación.

 


“Tengo un corral redondo y ahí los empiezo a hacer girar para un lado y para el otro. Al tercer o cuarto día de que están allí los empiezo a montar. Son unos tres meses en los que lo monto, y luego les doy un descanso de entre un mes y mes

 


y medio, lo suelto y libero en el campo.

 


En ese tiempo el caballo piensa en todo lo que hemos trabajado antes y cuando lo vuelvo a agarrar está mucho mejor que si lo hubiera tenido todo el tiempo”, reveló el domador.

 


Los caballos llegan a las manos de Carlos con unos dos años y medio o tres de edad. Después del tiempo de doma que puede demandar hasta un año, ese equino inicia un proceso final de preparación que demanda otro año y medio o dos para que se complete la formación necesaria para el polo. Un caballo domado para polo puede comercializarse en unos 30 mil pesos, y uno ya formado para el polo puede venderse al exterior en hasta 80 mil dólares.

 


“En realidad uno suele encariñarse en el proceso de doma, no con todos pero siempre de un lote de ocho caballos que llegan hay dos o tres que son especiales. Pero lamentablemente tengo que entregarlos

 


en la mejor etapa, siempre pasa”, contó el joven domador que tiene una especialidad que no es fácil de encontrar, que descubrió casi de casualidad y a la quiere dedicarse el resto de su vida.

 



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