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Daniel y Leticia, un matrimonio que da clases en cinco localidades

Por redacción
| 11 de septiembre de 2015
Pasión por la docencia. Daniel y Leticia comenzaron a ser maestros itinerantes desde el 2000.

Daniel Truglio tiene 57 años y Leticia Palente, 56. Están casados hace 36 y tienen cinco hijos, una mujer y cuatro varones.  Se levantan cerca de las cuatro de la madrugada, cuando el sol todavía está durmiendo, preparan los libros, arman sus maletines y emprenden su camino diario a un colegio que está alejado de la vorágine de la ciudad, escondido entre las sierras, en los límites de la provincia. Un día les toca Balde, otro La Florida y La Carolina. Los dos son profesores itinerantes y desde el 2000 viajan juntos a dar clases a distintas localidades del interior de San Luis. 
“Originalmente comenzamos en la zona de Martín de Loyola, Navia y Unión. Teníamos que recorrer casi 400 kilómetros y salíamos a las tres y media de la mañana para llegar a las ocho y cuarto al colegio. En esa época viajábamos  en un Renault 12, modelo 82. Era una escuela hogar, comíamos ahí y después retomábamos con el resto para finalmente llegar a nuestra casa cerca de las nueve de la noche”, contó Daniel. 
La pareja da clases en establecimientos  de cinco localidades: Zanjitas, Alto Pelado, La Florida, La Carolina y Balde. Daniel enseña Ciencias Naturales y Leticia, Inglés.
Los profesores itinerantes son los maestros rurales pero  que todos los días dan clases en escuelas de diferentes localidades y si quedan cerca, pueden hacer dos en una misma jornada. Así, hasta cubrir las cuarenta horas cátedra. 
“Damos clases de primer a tercer año del secundario, a chicos de 12 a 14 años aproximadamente. Pero también me tocó tener alumnos de 48, porque cuando se comenzó a viajar al interior para poder llevar el nivel superior a localidades alejadas, lamentablemente había gente que no tenía sus estudios terminados porque no se podía trasladar a la ciudad. Entonces, cuando se implementó, comenzaron a cursar personas de 20 hasta más de 40”, expresó Daniel. 
El profesor de Ciencias Naturales recordó que cuando comenzaron,  iban a la zona de Alto Pelado o Martín de Loyola, las condiciones de vida eran muy humildes. “Ellos tienen que andar a caballo dos horas para poder llegar a la escuela, porque no hay colectivos. El invierno es duro pero la vocación que tienen por estudiar es impresionante. Cuando nevaba en La Carolina, pensábamos que no iban a ir pero cuando llegábamos estaban todos, no faltaba ninguno”, contó emocionado Daniel. 
También dieron clases en colegios urbanos pero tanto Daniel como Leticia aseguraron que es incomparable la estrecha relación que establecen en las escuelas rurales.
“No sólo charlamos con ellos, sino que, al no tener cursos tan numerosos, la enseñanza es más personalizada. Entonces, no solamente sabemos el nombre del estudiante, sino también conocemos la historia de su familia”, comentó Daniel.
Leticia dijo que nunca llaman a sus alumnos por el apellido. “Para ellos es muy importante que uno se acuerde de sus nombres y que le preguntemos por su familia. Incluso, los ex alumnos siempre vienen a saludarnos”, contó.
Ella eligió dar clases en localidades alejadas para continuar con la vocación de su madre, que también fue maestra rural. “Lo experimenté y veía cómo eran los chicos con los docentes. Por eso, siempre me gustó y cuando se dio la oportunidad para concursar no lo dudé”, aseguró Leticia.
Daniel eligió ser docente rural porque sostuvo que quiere que los chicos tengan la oportunidad que sus padres le dieron a él. “Hasta los doce años viví en una zona rural y cuando cumplí la edad para comenzar el secundario, mis padres se mudaron a la ciudad para que siga estudiando. Eso me sirvió para seguir en la universidad. Entonces es devolver, en parte, lo que uno recibió”, dijo conmovido.
Una de sus mayores alegrías es ver que sus ex alumnos pudieron continuar una carrera universitaria. “Por más que estén en una zona alejada, tratamos de enseñarles que con sacrificio, dedicación y esmero no hay imposibles si le dedican el tiempo que necesita”, aseguró Daniel. 
Leticia contó que les ofrecieron mudarse a la ciudad pero ellos no accedieron. “No lo queremos cambiar por nada. Por ahí nos cuesta más porque ya somos grandes pero vale la pena. Queremos jubilarnos dando clases en estas escuelas”, expresó.

 

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