Conductores se quejan por un semáforo “oculto” en la Illia

Una cosa no quita la otra. Esa frase que uno vaya a saber quién la ideó puede encajar en cualquier estado de la vida cotidiana como, por ejemplo, el semáforo ubicado en la avenida Illia y Pedernera. Hay algo que es cierto, los conductores que van por la avenida hacia el centro, tienen la visual obstaculizada por las ramas del árbol que está ubicado en la vereda del borde sur. Eso genera que los autos queden a mitad de camino y tapen el paso por Pedernera o no respeten la senda de paro y no dejan pasar a los peatones. Hasta el momento no se reconocen accidentes, lo cierto que a simple vista el riesgo está latente.
Este matutino estuvo una hora durante el sábado y vio que algunos conductores hasta siguen con el semáforo en rojo cuando quedan a mitad de camino en su viaje por Illia hacia la plaza Pringles. “Mirá, si venís en una marcha normal, te encontrás con el semáforo, que está ahí a tu izquierda, y quedás parado en el medio de Pedernera”, reconoció Horacio Orellano, quien acompañó a El Diario en ese trayecto para ver cómo se sienten quienes están detrás del volante.
Ese semáforo quedó en Pedernera, una calle que fue abierta y que ahora atraviesa Illia y permite a los puntanos ir de este a oeste de manera directa y llegar hasta avenida Lafinur, por ejemplo. Antes su trayectoria estaba cerrada por el cantero central de la avenida. El poste luminoso ahora parece los fiambres de un sándwich, quedó en el medio de otros dos postes amarillos: uno en Caseros y otro en Mitre.
Entre Caseros y Pedernera (frente a un restaurante concurrido) hay unos treinta metros y no permite más de unos ocho autos en hilera, si la luz es roja. Lo mismo ocurre entre Mitre y Pedernera, frente a la Clínica Ramos Mejía, aunque los coches “encerrados” en ese corralito nunca superan los tres o cuatro.
Otro conflicto se da en Pedernera y Caseros, a unos veinte metros de esa zona roja. Quienes transitan por Pedernera en auto tienen la vista tapada en la esquina por el edificio del restaurante que queda a la derecha. Y quienes van por Caseros, generalmente pasan rápidos como el viento. “Ahí debería haber un espejo enorme o algo que permita abrir el campo visual de los conductores”, señaló Orellano, a la vuelta del recorrido.
María Galán pasa por la esquina conflictiva de lunes a viernes al mediodía. Aseguró que es su “lugar en el mundo” ya que forma parte del recorrido para ir a su trabajo. “Me molesta que los conductores no respeten la línea blanca y no dejen cruzar a los peatones. Te tiran el auto con el semáforo en rojo. Es una falta de respeto”, señaló la mujer de 36 años.