SAN LUIS - Domingo 29 de Junio de 2025

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"Canillitas": los personajes que conocen la vida de la ciudad

Por redacción
| 07 de noviembre de 2016
El decano. Salvador "el gringo" Gitto empezó a vender en 1973. Fotos: Marina Balbo y Alejandro Lorda.

Adolfo Flores tiene 52 años y empezó a vender El Diario en la calle con su esposa a la vez que trabajaba en una fábrica. Un día la empresa le pagó una indemnización y con ese dinero pudo comprarse el puesto que hoy tiene en Lafinur y Pedernera. Desde aquel momento ya pasaron veinte años y varios cambios de parada. “Empecé porque un amigo me incentivó a venderlo por mi cuenta como lo hacía él, para sumar unos pesos más. En esa época los diarios se vendían más que ahora y la verdad es que se hacía una diferencia. Como yo tenía muchos conocidos en la calle me animé y después le tomé el gustito”.

 


Adolfo contó que cuando él empezó “había menos canillitas y menos kioskos de revistas y además eran muy pocos los que estaban bien armados. Hasta que llegó internet y ahí la cosa se empezó a complicar porque bajaron las ventas. Pero lo mismo la sigo peleando porque me quedan muchos clientes en San Luis que todavía esperan que les lleve el diario cada mañana”.

 


Reconoce que su actividad es muy sacrificada, pero igual dijo que “se compensa con la cantidad de gente que he conocido y los amigos que hice en esta esquina. Tengo clientes que viven en Río Turbio, por ejemplo, y me vienen a visitar cuando llegan a San Luis. Y muchas veces nos toca ser los guías de los turistas, porque después de comprar el diario me preguntan adónde pueden ir y qué lugares tienen que visitar”.

 


Delia Marta Scivetti vende diarios y revistas en la esquina de San Martín y 25 de Mayo hace 24 años. Si bien su profesión fue la docencia, a pesar de que trabajaba en dos escuelas recordó que no le alcanzaba para mantener a sus tres hijos.

 


Ahora dice orgullosa que “gracias a la venta de diarios pude mandarlos a estudiar y mis tres hijos hoy son profesionales. Pero todavía me dicen, 'mamá dejá de trabajar de una vez que ya te jubilaste. Vendé ese puesto'. Yo les digo que éste es el último año, pero después sigo. Y ahora le anexé la quiniela y no lo puedo dejar porque con esto me va bastante bien”.

 


Marta, como la conocen sus clientes, reconoció que la venta de revistas ya casi no existe, pero la de diarios todavía sobrevive: "El margen de ganancia era mayor cuando empecé, pero ahora se redujo un montón. Hoy lo hago más por gusto, porque me junto con gente todos los días, me mantiene activa, me distrae, me desenchufa y de paso estoy informada”. Dijo que todavía se arman eternos debates entre sus clientes cada vez que hablan de los temas del día, “y eso es lindo, charlar, debatir, intercambiar ideas, escuchar las quejas. Se entablan lindas conversaciones”.

 


Raúl Ochoa es otro de los canillitas legendarios que tiene la ciudad. Desde 1985 posee el puesto en Pringles frente al único supermercado de la plaza Pringles y allí fue testigo de todos los acontecimientos que sucedieron en el kilómetro cero. Cuando cumplió los 18 se vino a trabajar desde Villa Mercedes a la distribuidora de revistas Dafra. Y unos años después uno de sus compañeros, Emilio Puerta, le avisó que había un kiosko de diarios en alquiler. “Hablé con los dueños, me lo alquilaron y empecé en una esquina frente a la Iglesia de Santo Domingo. Mi señora lo atendía a la mañana y yo por la tarde”.

 


Hasta que un día le avisaron que se vendía el puesto que hoy ocupa: “Dafra me dio una mano para sacar un préstamo y así lo pude comprar para no quedarme sin trabajo”.

 


Entre sus clientes más importantes nombró a Antonio Tormo: “Todavía me arrepiento porque le cobré los cinco diarios que me compró”. También recordó a un jóven Adolfo Rodríguez Saá, que se le apareció un día con Raúl Alfonsín cuando todavía no era candidato a presidente. “Me  di el gusto de darle la mano a los dos”. Y Antonio Carrizo vino varias veces a comprarle: “La primera vez me dijo, '¿gordo tenés el Clarín?, y yo le dije que no. Pero  resulta que lo tenía en la mano”.

 


Salvador Gitto es el decano de los canillitas, empezó a vender diarios en 1973 en la  parada que estaba en la vereda del edificio del ex Banco Provincia (actual Supervielle). “Lo heredé porque era de mi suegro, él se fue y alguien tenía que hacerse cargo. Yo nunca había hecho este trabajo y encima tenía 20 años, pero rápidamente me adapté y los clientes me tenían mucha paciencia al principio”.

 


A sus 63 años tiene su kiosko en Rivadavia casi Lavalle, sobre la vereda del ex Cine Roma.  Cuenta que, “en la otra parada había clientes distintos, el hecho de estar en la puerta del Banco Provincia hacía que tuviera miles de personas comprando todo el día. Acá tengo otro público, gente que se para, mira, pregunta y compra menos. Aquel lugar era hermoso porque se vendía mucho más y me encontraba con todo el mundo, porque era el corazón de la ciudad”.

 


Como sus colegas, también dice que las ventas han bajado muchísimo y todavía recuerda como se vendían diarios en San Luis durante el Mundial de fútbol de 1978: “Ese mes me cansé de vender. Nunca superé esos números”.

 



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