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Abusó de su sobrina nieta durante 10 años: fue preso

La víctima, de 15 años, contó que los ataques comenzaron cuando tenía 4 años. El juez Cadelago Filippi procesó con prisión preventiva al sospechoso, de 52 años.

Por redacción
| 18 de octubre de 2017
Foto: Archivo.

"Que se haga justicia… No sé, que esté un tiempo preso. Algo. Cuando la Policía fue a mi casa y lo detuvo porque él había roto la restricción de acercamiento, me sentí tan bien (…) Es algo que no había sentido nunca, quería disfrutar de mis hermanos y jugar (…) Me sentí libre (…) Ése fue el mejor día de mi vida. Nunca me había sentido así, ni en mis cumpleaños. Todos mis cumpleaños son horribles, porque son recuerdos y recuerdos”.

 

Así, con esas palabras, una chica de 15 años respondió a la pregunta de una psicóloga del Poder Judicial, que quiso saber qué deseaba que ocurriera ahora que la Justicia investigaba a Edgar Nicolás Sánchez, su tío abuelo, acusado de abusarla durante una década, entre los 4 y los 14 años. Su anhelo parece tomar cada vez más cuerpo: el lunes, el juez Penal 1, Sebastián Cadelago Filippi, procesó a Sánchez por el delito de “Abuso sexual con acceso carnal, agravado por estar a cargo de la guarda de la víctima” y dispuso que siga encerrado, pero ahora en el Servicio Penitenciario provincial, con prisión preventiva.

 

Así, Sánchez queda bastante más cerca del juicio oral y de una posible condena.

 

El imputado, de 52 años, fue detenido el jueves 5 de este mes por policías del Área Inteligencia Criminal, en La Cumbre. El magistrado ordenó su arresto después de colectar varias pruebas que confirmaban las sospechas que la mamá de la víctima había vertido, en la denuncia que hizo en febrero de este año.

 

La adolescente tuvo, en lo reciente, dos interlocutores que movilizaron, en buena medida, la revelación de los abusos que sufrió durante esos diez años. Uno fue el cura con el que se preparaba para tomar la Comunión. En confianza, la menor le manifestó en diciembre pasado que su tío abuelo la ultrajaba. Él le dijo que debía hablar, o que debía permitirle a él hacerlo. La nena le respondió que no. Pero ella inició, poco después y por propia voluntad, terapia con una psicóloga.

 

Tiempo después, la especialista, enterada de todo, citó a la abuela materna de su paciente. En una reunión en la que estuvieron las tres, la chica le contó a su abuela su sufrimiento. Esta familiar habló con su propia hija, y ella hizo la denuncia.

 

En su resolución de anteayer, el juez valoró como “claro y lleno de detalles” el testimonio que la jovencita brindó en la Cámara Gesell. “Sumado a la observación de su estado anímico, sus expresiones, lenguaje corporal, tonos de voz, estados de angustia y llanto, debo señalar que no encuentro elementos para dudar de la veracidad de los dichos de la niña”, destacó. La profesional que realizó esa prueba, María José Pérez, concluyó que tenía “signos compatibles con vivencias de abuso sexual”.

 

Además, la declaración de la menor encontró en el examen hecho por el pediatra Darío Villarroel, del Poder Judicial, una fuerte prueba que la respaldaba. Confirmó que tenía desgarros completos y antiguos en la zona genital, claro signo de acceso carnal.

 

Si bien Sánchez había dejado formalmente de ser parte de la familia de la víctima –pues  se había separado hace ya muchos años de su esposa, hermana de la abuela de la damnificada–, encontró la forma de estar cerca, de perpetrar los ataques y extenderlos en el tiempo.

 

Como era una persona de confianza, la chica y su hermano menor solían quedar a su cuidado. Y, además, obtenía el permiso para llevarlos a dormir en su casa. En esas ocasiones se metía desnudo a la ducha mientras la chiquita se bañaba, y la manoseaba y la obligaba a tocarlo a él en las partes íntimas. También le hacía ver películas pornográficas, diciéndole que ella tenía que repetir esas escenas.

 

Según refirió la víctima, al hombre no le importaba si ella sentía dolor y le pedía que parara los tocamientos.

 

Cuando se quedaban a pasar la noche con él, los dos niños dormían con el ahora procesado en la misma cama, de dos plazas.

 

Es altamente posible que justamente de noche hayan ocurrido las violaciones. Pero la muchacha no recuerda de modo completo. Tiene lagunas, que tienen un nombre técnico: amnesia disociativa. Dicho en otras palabras, no puede recordar información personal importante, por lo general de origen traumático.

 

La psicóloga explicó en tribunales que, para garantizar la supervivencia frente a hechos que desbordan la capacidad de elaboración, la víctima instrumenta la disociación como mecanismo de defensa. También la represión, “que le permite mantener lejos de la conciencia representaciones que le resultan intolerables”, indicó.

 

La menor le contó a esta profesional que en más de una ocasión se despertó sobresaltada, con sus ropas inferiores bajas y con el hombre encima de ella, sin ropa interior. “Yo sabía ir con un cinto, para que no me haga nada de noche. Me lo prendía bien fuerte. Y al otro día tenía el pantalón desprendido”, evocó.

 

Si nunca habló, explicó, es porque “no quería traer problemas” a la familia. Temía que su papá cometiera una locura, que matara al abusador.

 

Por otro lado, hay al menos dos circunstancias que, según se desprende de su declaración, seguramente la cohibieron a ventilar lo que pasaba: Sánchez tenía un rifle y se lo había mostrado, y, cuando estaba en su domicilio, él la golpeaba. “Me daba cachetadas. Y yo le decía ‘no me pegues’. Y le gritaba que yo tenía padre y madre (…) Me decía ‘no me importa, acá estás en mi casa y me vas a respetar porque acá mando yo’”, narró.

 

Pero, además de amenazar, Sánchez también se valía de sobornos, para que la jovencita no ventilara nada: le compraba celulares, le daba plata e inclusive comenzó a pagarle la escuela. “Entonces él me iba a buscar a la salida, y me decía que vayamos a su casa”, relató.

 

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