Ezequiel Venancio Lombardi estuvo libre los casi ocho años que transcurrieron desde que causó la muerte de dos personas, en un choque, hasta ayer, cuando la Cámara del Crimen 2 de San Luis lo condenó a cuatro años de prisión por doble homicidio culposo y lesiones graves. El hecho de que el joven bonaerense de 27 años haya llegado a la última audiencia del juicio en libertad, desde su casa, como siempre, y se haya ido esposado, hacia la Penitenciaría provincial, hizo más duro el golpe de la condena para sus familiares, que lloraron, insultaron a los jueces y hasta quisieron írseles encima, tras escuchar el fallo. Por poco, uno de ellos no agredió a un empleado judicial que les impidió el paso.
La pena que le impuso, en fallo unánime, el tribunal integrado por Fernando de Viana –presidente–, Gustavo Miranda Folch y Hugo Saá Petrino es la misma, en cuanto al plazo de encierro, que había pedido dos horas antes, en su alegato, el fiscal de Cámara Fernando Rodríguez. El acusador también había solicitado que a Lombardi lo inhabilitaran por ocho anos para manejar, pero la Cámara no le aplicó esa sanción.
El abogado defensor, Ricardo Rodríguez, en tanto, había pedido la absolución del joven.
Tal vez la familia Lombardi se había esperanzado con que, si condenaban a Ezequiel, le dieran tres años o menos. Eso le hubiera permitido volver a su casa, porque el tribunal podía disponer que quedara en suspenso la ejecución de la pena.
No es frecuente que un caso de homicidio culposo –un delito que tiene un máximo de cinco años de prisión– termine con el acusado en prisión. En este, según resolvieron los camaristas, existió el agravante de la extensión del daño causado, porque ocasionó la pérdida de dos vidas y lesiones graves a una tercera persona.
La sentencia cerró apenas un capítulo, el judicial, de una historia de dolor para varias familias, que comenzó la mañana del sábado 23 de mayo de 2009, alrededor de las seis de la mañana, cuando el Peugeot 406 de Lombardi, que iba por la avenida Sucre hacia el norte, chocó en la esquina de Aristóbulo del Valle con un taxi Renault 19 manejado por Jesús Edgar Ocaña, que llevaba cuatro pasajeros, por la otra calle, hacia el este.
El impacto causó la muerte del taxista y de la pasajera Silvia Estela Domínguez, y lesiones graves a la pasajera Mirta Gladys Gallardo, que ayer declaró en la última audiencia.
Los otros dos ocupantes del taxi eran un hermano de Silvia, Juan Domínguez, y una amiga, María Laura Rodríguez. Salían de la discoteca “4Dkdas”, adonde habían ido a celebrar el reencuentro con Juan, que había vuelto de Europa después de casi veinte años.
Lombardi, de 19 años entonces, iba con tres amigos, Horacio Emiliano Benítez y las hermanas Marianella y Paola Leyes. Terminaban una noche de esparcimiento en la que el automovilista, según su testimonio y las pericias de alcoholemia, no había tomado alcohol.
En intermitente, o en rojo
Aunque el tribunal ya declaró autor material y penalmente responsable de la tragedia a Lombardi, hay que esperar unos días, hasta que emita los fundamentos de la sentencia, para saber qué consideraciones hacen los jueces sobre la hipótesis de que el joven cruzó con el semáforo en rojo y por eso provocó el choque.
La defensa intentó sostener la teoría de que el accidente se produjo antes de las seis de la mañana y que, por lo tanto, el semáforo estaba en amarillo intermitente. También argumentó que fue el taxi el que embistió al Peugeot, cuando éste ya había ganado la bocacalle desde la derecha, lo que le daba prioridad de paso.
El propio Lombardi, que declaró ayer, dijo que del semáforo sólo destellaba la luz de precaución.
Pero el fiscal Rodríguez resaltó dos pruebas que consideró concluyentes e incuestionables.
Una está incorporada al expediente ya en la foja 203. Es una copia de la boleta del reloj taxímetro que prueba que Domínguez y sus acompañantes se subieron al taxi a las 6:04 minutos, en la avenida Ejército de los Andes. De ahí el vehículo tomó por Los Inmigrantes y luego por Aristóbulo del Valle hacia el este. Son dieciséis cuadras hasta Sucre, de modo que cuando llegó a la esquina del choque fatal, no podía ser menos de las 6:15 o 6:20, concluyó el representante de la Fiscalía.
La otra prueba es un informe de la Municipalidad de San Luis, que confirmó que el semáforo del cruce donde ocurrió el accidente comenzaba a funcionar a las seis de la mañana.
Dos sobrevivientes del choque, María Laura Rodríguez y Mirta Gladys Gallardo, declararon haber notado que el taxista disminuyó la velocidad, más o menos media cuadra antes de Sucre. Y que de pronto volvió a acelerar. Al mirar, vieron que el semáforo ya funcionaba y les daba el paso a ellos.
“Que el semáforo estaba en verde se lo aseguro, porque yo no sé manejar y no me gusta la velocidad, así que siempre voy mirando y se puso en verde”, le dijo Gallardo ayer, al presidente del tribunal. Incluso sostuvo que un semáforo por el que pasaron antes, el de Aristóbulo del Valle y Justo Daract, también estaba funcionando ya.
El veredicto, leído ayer a las dos y media de la tarde, puso en los extremos opuestos el ánimo de los seis familiares del acusado, que fueron a acompañarlo en todas las audiencias, y el de María Laura Rodríguez y Yamila, Jeremías y Solange, tres hijos de Silvia Domínguez.
De ambos lados, casi todos lloraban. Los familiares del acusado, de impotencia. “Es injusto, loco, si él no chupa”, les gritó un hermano de Lombardi a los jueces. Y se desencadenaron golpes de bronca contra los objetos de la sala y reproches a la Justicia, mientras su abogado trataba de calmarlos.
Rodríguez y los hijos de Domínguez salieron conmovidos, pero satisfechos. “Era lo que buscábamos, justicia. Esperamos ocho años. Nada nos va a devolver lo que perdimos, pero que caiga la justicia sobre él está bien”, dijeron, en la puerta de tribunales.
LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casaMás Noticias
