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Examinarán a Luchessi para determinar si es inimputable

Por redacción
| 24 de febrero de 2017
Sin alivio. La mujer de 28 años no quería la suspensión del juicio.

El fiscal Néstor Lucero dijo no tener conocimiento de que Liliana Jacquelina Luchessi es beneficiaria de una pensión por discapacidad. Le explicó al tribunal que, sólo para confirmarlo, se lo consultó a la acusada un rato antes de que comenzara el cuarto día de audiencia en la Cámara Penal 1. Le han concedido esa ayuda social porque, según una junta médica que la revisó en su momento, ella posee un 80 por ciento de discapacidad física y mental. Y ése no es un dato menor en un juicio por homicidio, como el que afronta la mujer por la muerte de su hijo Jair. Por eso, ayer requirió que fuera examinada por una junta médica que corrobore si está en condiciones de entender la criminalidad de sus actos, pues si no lo estuviera sería inimputable y la acusación levantada en su contra quedaría sin efecto. Solicitó también que, en tanto le hagan esa revisación, el debate oral sea suspendido.

 


Lucero pidió, además, que el policlínico regional de Villa Mercedes y el Instituto Neurológico de la ciudad remitan todos los informes que existan sobre la salud física y mental de la joven de 28 años.

 


El defensor Pascual Celdrán respondió que, aunque la voluntad de su clienta y la familia de ella era que el juicio continuara, para demostrar su inocencia, él también se adhería al planteo del funcionario público y lo ampliaba, con la solicitud de que Anses remita cuanto antes el expediente que tiene de la pensión de Luchessi y la documentación que avala su discapacidad.

 


Requirió que, en tanto la junta médica la examinara, le otorgarán la prisión domiciliaria, no sólo para preservar su salud, sino también por las posibles represalias que otras reclusas podrían tomar en su contra cuando se enteren del estado del juicio.

 


Luego de una breve deliberación, el tribunal ordenó “una exhaustiva junta médica psiquiátrica a fin determinar el diagnóstico, pronóstico y tratamiento a seguir respecto a la acusada y también que sea evaluada física, mental y neurológicamente, para saber si está en condiciones de comprender sus acciones en tanto al hecho que se le acusa”. Por último, dispuso su prisión domiciliaria, bajo la responsabilidad de su madre y estricta custodia policial.

 


Mientras el fiscal de Cámara pedía la suspensión del debate, Liliana se secaba con un papel las lágrimas de la cara. Estaba triste. Pues, según explicaron sus hermanas, teme que su inocencia jamás quede demostrada ante la Justicia y, sobre todo, ante la sociedad, que la condenó desde el día que el juez de instrucción Penal 2, Leandro Estrada, la procesó y le dictó la prisión preventiva.

 


En la familia, la suspensión del juicio despertó sentimientos opuestos. “A mí, en particular, no me gustó. ¿Ahora se vienen a preocupar de si es inimputable o no, después de que pasó dos años y medio en cana?”, manifestó Viviana, una de sus hermanas. “No sé si no miran bien, si no investigan las cosas. Pero nosotros, desde un principio, dijimos que Jacquelina era discapacitada. Pero nunca nadie nos creyó, porque somos sus familiares”, se quejó la madre, Elba Cortez.

 


“Yo quiero, además, que se compruebe lo que nosotros ya sabemos, que Jacqui es inocente, y que esas personas que mintieron, dijeron que ella lo golpeaba a mi sobrino y la llevaron a donde estuvo (la cárcel) paguen”, agregó Viviana, con los ojos avivados por la rabia. La mujer se refería a Norma Pérez y a sus dos hijas, todas vecinas de Luchessi en el barrio San Antonio. “Hasta tuvo el descaro de decir que mi hermana era ‘una excelente madre’ y, después, de un día para el otro, cuando se juntó con (Bruno) Pacheco, pasó a ser una madre golpeadora”, recordó.

 


Pero, para la madre y la mayoría de las hermanas de la acusada no hay nada que demostrarles a los demás, pues saben desde un principio que la mujer amaba a Jair. “Sé que mi nieto era un nene que estaba bien cuidado, porque vivió toda la vida en mi casa. Yo, una abuela que tiene 36 nietos, nunca hubiese permitido que uno de mis nietos fuera maltratado, como dicen que mi hija lo hacía”, expresó Cortez.

 


Determinante, pero ignorado

 


Celdrán explicó que el dato sobre la discapacidad de Luchessi saltó a la luz a través de la causa del secuestro del niño, en setiembre de 2012. En ese expediente, el fiscal se percató de la existencia de una constancia, avalada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y por una extensa lista de médicos locales, que daba cuenta “del alto grado de incapacidad que posee por un problema neurológico”.

 


Explicó que, en el caso de ser declarada inimputable, no podrían reclamar por el tiempo que ha estado en el Servicio Penitenciario, puesto que ni la defensa planteó ese punto antes ni el Estado estaba al tanto de su invalidez. “Lo que acá debió haber pasado es que el juez de instrucción, al momento de iniciarse la investigación, al ver cómo hablaba y cómo era Liliana, tendría que haberle solicitado un examen psiquiátrico y psicológico para ver si podía comprender los hechos”, objetó el abogado, quien adelantó que, de todas formas, llegada la instancia de alegatos pretendía, entre muchos otros argumentos, apelar a la discapacidad de su defendida para lograr su absolución.

 


“Yo le daba mucho amor”

 


El martes, luego de que comparecieron tres testigos, Liliana pidió hacer lo que el día anterior no había hecho, porque le ganaron los nervios: declarar ante el tribunal.

 


Contó que la noche anterior a la muerte de su hijo había sufrido convulsiones. Las padeció hasta la mañana siguiente, porque le faltaban los remedios.

 


Relató que ese lunes, en algún momento de la mañana, Pacheco le dijo: “Se cayó Jair del pata pata”. “Y yo le digo: ‘Sacale la camperita y lavale la carita’, porque se había lastimado el labiecito. ‘Hacele la leche y que juegue. Hacele la comida’ y le dije que le diera algo para que no se cayera más”, recordó.

 


Le encomendó eso y sufrió una convulsión. “Yo tengo dentadura postiza y se me va para la garganta. Entonces mi pareja me la sacó, porque si no me muero ahogada”, explicó. Luego de eso, dijo, se durmió.

 


Un rato después, no supo precisar cuánto, Pacheco regresó con la criatura desvanecida en brazos y le dijo: “Jair no reacciona”. Ella empezó a hacerle masajes en el corazón y le pidió a su novio que le practicara respiración boca a boca, pues ella no podía por la dentadura. “Mientras hacía eso él llamó a la ambulancia, yo no podía porque a mí no me entienden (cuando habla) y no sabía el número”, aseguró.

 


En esos desesperantes minutos, y antes de que arribara el médico del Sempro, Liliana notó dos últimos signos de vida en su hijo. Dos bocanadas y un latido cardíaco presente, pero que empezaba a apagarse.

 


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