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Río Quinto: San Luis tiene la última palabra

Por redacción
| 12 de marzo de 2017

El río Quinto es desde hace años motivo de controversia entre las provincias por las que pasa. Ya en los años ’80 Buenos Aires repetía como un mantra que San Luis inundaba sus campos, aunque nunca presentó pruebas concretas. Ahora, al parecer, la situación es otra muy distinta: las aguas del Quinto son un botín apetecido por La Pampa y Córdoba, que incluso conformaron un Comité de Cuenca junto con el gobierno bonaerense y Santa Fe porque desean que San Luis provea un ordenado suministro de las aguas que le pertenecen por derecho propio.

 


Algunos porque se quejan de sus crecientes (aunque más adelante se verá que sería una acusación falsa) y otros porque desean sus aguas para riego, lo cierto es que el río está en el centro de una controversia en la que el resto de los protagonistas quiere meter a San Luis, que por ahora se mantiene al margen en una actitud inteligente y avalada por las prácticas históricas en la materia.

 


“Mi recomendación es tener mucha cautela y no participar del Comité de Cuenca, porque es una invitación con muchos propósitos y ninguno le sirve a San Luis. En materia de ríos interprovinciales, el que está arriba es el que manda”, dice Guillermo Aguado, un reconocido ingeniero agrimensor que actualmente es asesor del gobierno provincial en materia hídrica. Cómodamente instalado en su oficina de la avenida Illia, Aguado despliega mapas digitales en sus tres monitores prolijamente distribuidos por un escritorio inmenso y lleno de papeles.

 


Puntilloso y cumplidor, esperó a la revista El Campo con todo el material del que dispone para demostrar que San Luis tiene derechos adquiridos sobre el manejo de las aguas del río Quinto por una simple razón: su nacimiento está en la cuenca de La Carolina, desde donde se despliegan todos los ríos que caen a un lado y a otro de las Sierras Grandes y bañan las tierras productivas de la provincia. Son 400 mil hectáreas en su zona de influencia, una enorme superficie que aprovechan la agricultura y la ganadería para su desarrollo.

 


El origen de todo

 


“El río Quinto nace allá arriba, junto con el río Grande”, señala en la pantalla mientras un mapa interactivo desmenuza la cuenca y aparecen como por arte de magia muchos cauces. Allí comienzan su camino el río Las Carpas, el Trapiche, el Manantial, el Riocito, el río De la Torre y el Guzmán, todos en dirección al sudeste hasta formar el río Quinto en el embalse La Florida, al que también aportan el Grande y el Trapiche para conformar el dique más emblemático de San Luis.

 


“Luego el Quinto continúa solo por Saladillo (allí también la provincia construyó un dique con fines turísticos y productivos) y La Toma, alimenta el embalse Paso de las Carretas, el dique Vulpiani, baña las costas de Villa Mercedes y sale a Córdoba tras pasar por Justo Daract. Ya en la provincia vecina desemboca en la laguna La Amarga y se va hacia Jovita, pero es imposible que inunde porque incluso los cordobeses hicieron la Presa del Chañar para regular las aguas”, describe Aguado con precisión y esquemas certeros que salen de sus computadoras.

 


La importancia de la Cuenca de La Carolina explica por qué San Luis tiene absolutamente prohibida la minería en esa región, ya que la contaminación llegaría por los cauces a todos los rincones de la provincia. Aguado, que tiene inclinación docente, propone “hablar con los niños para explicarles cómo se debe usar el agua, que no es una cuestión mágica eso de abrir la canilla y que salga el líquido. Hay que mostrarles que ese río Trapiche en el que se bañan en verano es el mismo que brinda sus aguas para potabilizar. Que por eso no hay que tirar porquerías, porque después llegan a sus casas”.

 


La explicación del ingeniero agrimensor sobre las nacientes es el prólogo de un argumento irrebatible: al tener la naciente del río Quinto, San Luis puede disponer de sus aguas sin rendir cuentas a sus vecinos que están curso abajo. Y justamente la conformación del Comité de Cuenca tiene el propósito contrario: “Establecer un manejo armónico y coordinado de la zona”, según dice el acta que firmaron las otras cuatro provincias en febrero del año pasado en la Casa Rosada, en un acto al que asistió el presidente Mauricio Macri. Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y La Pampa ya forman parte del Comité Interjurisdiccional de la Región Hídrica del Noroeste de la Llanura Pampeana (CIRHNOP), según la pomposa definición que tiene un ente al que San Luis, con justas razones, decidió no pertenecer (ver recuadro de página 15).

 


“Históricamente Córdoba le pidió siempre plata a la Nación para hacer obras hidráulicas argumentando que el río Quinto hacía desastres en su territorio, o sea que lo hacía a costillas nuestras”, dice Aguado con  una sonrisa, para agregar que “como San Luis hizo muchos diques que fueron regulando el curso de sus aguas, se les acabó el negocio”. Un daño que además, según la visión del ingeniero, no era real. O al menos no lo provocaba el río Quinto: “Son los ríos cordobeses que bajan de sus sierras los que inundaban las tierras productivas, ríos que se deslizan con mucha fuerza por la ladera de los Comechingones pero del lado de ellos, como el Cuarto, Las Lajas, Cipión, Achiras, La Barranquilla y Santa Catalina”.

 


Al igual que pasa con San Luis, también en Córdoba las lluvias son estacionales y caen con fuerza de octubre a marzo. Es en esa época cuando los ríos bajan con fuerza y mucho caudal, pero el Quinto es ajeno a esa cuestión. “Se creó toda una leyenda sobre los perjuicios que causaba y nunca fue así, y menos ahora que San Luis lo aprovecha a fondo, porque abastece de agua a Juana Koslay, San Luis, La Punta, Villa Mercedes y Justo Daract. Por algo se hicieron tantos diques, la provincia siempre actuó con inteligencia y políticas a largo plazo, consciente de que la sequía la puede castigar en cualquier momento. Hoy tiene reservas de agua que envidian todas las demás, pero para eso tuvo que invertir mucho dinero en obras”, agrega Aguado.

 


Esas obras que enumera incluyen los diques Saladillo, Paso de las Carretas, Vulpiani y el nuevo que se está levantando en Villa Mercedes, que tiene fines turísticos pero también embalsa las aguas del río Quinto para permitir el desarrollo de deportes náuticos y el esparcimiento de la población. “Es un río de régimen pluvial y como sólo llueve en verano hay que hacer durar el agua”, asegura Aguado, quien se pregunta “¿para qué hicimos un montón de diques si después hay que darle el agua a Córdoba y La Pampa. Además sería una pérdida enorme, porque cada 10 metros cúbicos que vos largás, sólo llega uno, el resto se infiltra y no se puede aprovechar”.

 


El ejemplo del Desaguadero

 


Un argumento a favor de San Luis en el caso del río Quinto lo da lo que pasa con el río Desaguadero, donde la provincia vive la situación inversa, ya que la cuenca no le pertenece. Ese curso de agua, que recorre toda la frontera oeste puntana, nace de la confluencia de los ríos Mendoza y San Juan, que son justamente las provincias que tienen su manejo. Son ríos que provienen de la Cordillera de los Andes, alimentados por las lluvias, la nieve y los glaciares (“representan agua congelada guardada”, dice Aguado), por lo que tienen agua todo el año, a pesar de que ahora el calentamiento global y ciertos desmanejos mineros los tienen en jaque.

 


El Desaguadero es aprovechado intensamente por los viñedos mendocinos y sanjuaninos, por lo que llega casi sin agua a San Luis, que muchos años atrás disfrutaba en el norte, pleno territorio huarpe, de humedales que contenían flora y fauna que hoy parece de ciencia ficción. Mucho más pobre desembarca en el límite con Mendoza sobre la ruta 7, donde la provincia realizó obras para retener lo que aporta la lluvia. Hizo tres barreras de azudes que fueron inaugurados un año y medio atrás, con los que intenta captar turismo en una zona muy árida y despoblada. Pero se resigna a los manejos que hacen las dos provincias aguas arriba. Otro ejemplo es lo que pasa con el río Atuel, que Mendoza utiliza en su totalidad y llega seco a La Pampa. “El que está arriba es el que manda”, repite Aguado ante cada caso testigo que da cuenta de los diferendos por los ríos.

 


La reforma constitucional

 


Tanta previsión se vio reflejada incluso en la reforma constitucional que llevó adelante Adolfo Rodríguez Saá en 1987, un momento clave de la historia de San Luis del que el padre de Aguado participó como convencional. Allí se estableció en el artículo 88, que establece el dominio sobre los recursos naturales, que “la provincia tiene la plenitud del dominio imprescriptible e inalienable sobre todas las sustancias minerales, sin excluir hidrocarburos sólidos, líquidos o gaseosos, las fuentes naturales de energía hidráulica, geotérmicas o de cualquier otra naturaleza que se encuentren dentro de su territorio (…)”. En otro párrafo del mismo artículo declara “de interés público general el patrimonio acuífero de la Provincia, reivindicándose su domino dentro de su territorio, siendo incuestionables los derechos sobre los ríos interprovinciales y limítrofes (…)”. Más claro, échele agua (del río Quinto)…

 


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