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El comportamiento de la napa aún es incierto

Por redacción
| 19 de marzo de 2017


En los últimos tiempos, los niveles de agua subterránea de Villa Mercedes han pasado a ser tema de preocupación y estudio. Con el desbalance hídrico y ambiental que sufre la región de la Cuenca del Morro y todas las consecuencias que ha traído para productores, campos y vecinos, la palabra ‘napa’ pasó a ser un término frecuente en el vocabulario de los villamercedinos.

 

Los datos no sugieren una tendencia de aumento continua. Tampoco los ascensos coincidieron con los años más lluviosos.


Sin embargo, un grupo de investigadores creyó necesario contar con un documento que aporte datos más precisos sobre cómo ha cambiado la profundidad de las capas freáticas y, a su vez, intentar definir una relación entre esas variaciones y las condiciones climáticas de la zona. Para lograrlo, redactaron un informe que analiza los registros de las napas desde 1987 hasta 2007 y, para sorpresa de los propios especialistas, no hallaron una relación tan directa entre las lluvias y el ascenso del agua saturada en la tierra.

 


Pero eso no es todo, sino que los datos no permitieron tampoco afirmar que exista una tendencia de un aumento progresivo y constante, como sí sucede en otras regiones del país.

 


En definitiva, los resultados del trabajo mostraron que el comportamiento de las napas en la parte baja de la cuenca es todavía bastante impredecible y aunque se ha avanzado mucho en su conocimiento, todavía quedan varias preguntas sin responder.

 



Los autores del estudio son Juan Cruz Colazo, Claudio Sáenz, Nicolás Rusoci, Emiliano Colazo y Mario Federigi, todos especialistas en diferentes áreas de la Estación Experimental que INTA tiene entre la ex ruta 7 y la 8.

 


Durante mucho tiempo, la institución contó con un freatímetro instalado en su estación agrometeorológica que registraba la profundidad de la napa. “Muchas veces hay una fantasía de que la napa es un río subterráneo que corre por el suelo, pero eso no pasa. La napa o capa freática no es más ni menos que suelo saturado, o para decirlo de forma más gráfica, barro. El nivel freático es la profundidad que hay desde la superficie hacia esa capa”, aclaró Juan Colazo.

 


Por lo tanto, un freatímetro es un instrumento que mide a qué distancia se manifiestan los primeros signos de humedad en la tierra. “Es una especie de caño al que se le hacen cortes y queda como una bombilla que se coloca dentro de un pozo. El agua que se encuentra en los poros, al toparse con este tubo empieza a entrar hasta adquirir el nivel de esa capa de agua saturada”, describió el especialista en suelos.

 


Federigi fue quien se tomó el trabajo de anotar cuatro mediciones semanales para hacer un promedio mensual durante veinte años. Esa fue la información que ahora aprovecharon los investigadores para hacer un análisis que les permitiera describir el comportamiento de la capa freática. Sin embargo, hallar una lógica no fue tan fácil como presuponían.

 


En primer lugar, el informe muestra que ya en 1987 la napa era bastante cercana a la superficie. El promedio entre los doce meses de ese primer año sugiere que a unos 2,35 metros bajo tierra ya había presencia de agua. El valor medio de los veinte años analizados fue de 1,95 metro: el registro más bajo fue en 2005 con 2,86 metros y el más cercano fue en 1998 con la napa a sólo a 1,45 metro de la superficie.

 


Entre año y año notaron vaivenes muy pronunciados, pero sin una variación definida. Lo que sí evidenciaron fueron cambios marcados en base a las estaciones, siendo la primavera el momento en el que las napas se encontraron más cercanas.

 


Por lo tanto, “con este set de datos no logramos tener una precisión de que haya existido un ascenso desde el año 1987 al 2007. Eso nos llamó un poco la atención y lo diferenciamos de otros ambientes, donde el aumento de las napas fue mucho más notorio”, explicó el ingeniero agrónomo.

 


En efecto, un estudio del INTA Marcos Juárez demostró que en el sur cordobés se puede observar un incremento sostenido del componente freático, que incrementó unos 17 centímetros en los últimos 40 años. En 1970 la napa cercana estaba a los 11 metros de profundidad, mientras que en la actualidad se encuentra a dos metros de promedio.

 


Sin embargo, aunque la investigación no incluyó los últimos diez años (desde 2007 hasta la actualidad) Colazo aventuró que algunos registros propios y de colegas muestran que ha existido un incremento de la napa, pero tampoco pueden hablar de una tendencia continua de ascenso, sino más bien de una suba repentina.

 

 

“Sabemos que los niveles freáticos están más cercanos y que ha habido un ascenso importante de la napa. Tengo colegas que hacen estudios en la parte del bajo de la Salada y ellos en dos años han detectado aumentos de hasta un metro. Otros colegas que asesoran campos al sur de Villa Mercedes también han medido incrementos de un metro en los últimos dos años, que han sido de precipitaciones muy intensas. Hoy, en promedio, nos encontramos con una napa a 1,5 metro. No se si hay una tendencia, sino que el incremento fue explosivo y las napas subieron de golpe”, expresó.

 



¿Y las lluvias?

 


Los investigadores cruzaron los datos de las capas freáticas con los registros mensuales de lluvia que tomó la misma estación meteorológica. Pero a pesar de que presuponían lo contrario, no hallaron una correspondencia entre los niveles de lluvia y el ascenso de la napa.

 


“Eso nos llamó mucho la atención, uno debería esperar a que a mayores precipitaciones, la napa esté más cercana. Hubo meses incluso en los que no hubo casi lluvias y la napa varió entre un metro y los tres metros. Eso nos empezó a decir que existían otros factores que regulan la dinámica”, comentó.

 


Por eso probaron incluir otra variable en la ecuación: la evapotranspiración potencial de la zona. Ahí el resultado de la parábola mejoró, pero "seguía teniendo un ajuste débil, es decir que es bastante riesgoso predecir cómo va a estar la napa en base a las precipitaciones y a la evapotranspiración. Para nosotros era importante determinar una dinámica, en función de las lluvias y del consumo de los cultivos, para poder predecir si la napa iba a estar cerca o iba a estar baja en el futuro. Pero es muy difícil predecirlo", admitió Juan Cruz Colazo.

 


Por lo tanto, lo que los investigadores hipotetizan es que hay otros elementos que influyen en el aumento de las napas. Uno de esos factores  probablemente sea el caudal de agua que el río Quinto movilizaba durante cada año, su drenaje subterráneo y el de distintos arroyos que integran el sector sur de la Cuenca del Morro.

 


“Tal vez tendríamos que hacer un análisis más regional, que tenga en cuenta las fluctuaciones del río Quinto. En otros lugares, como el sur de Córdoba, no tenemos una influencia tan importante de un río o arroyo", dijo.

 


De esa forma, tal vez podría explicarse la pronunciada reducción de la napa que se registró en 2005, que podría estar asociada a la sequía que castigó a la ciudad durante esa campaña.

 


“Este tipo de estudios es importante, sobre todo ahora que van a instalar la red de freatímetros en la Cuenca del Morro, porque nos indican que la dinámica no es tan simple como parece. Si uno entiende el comportamiento hidrológico de la Cuenca, puede tener predicciones un poco más precisas para anticiparse a los problemas que pueden ocurrir”, valoró.

 



¿Oportunidad o amenaza?

 


 ¿A cuántos metros de la superficie una napa puede considerarse cercana? Juan Cruz Colazo sostuvo que en los suelos semiáridos, que tienen un gran contenido arenoso y poca capacidad de retención, cuando la capa freática se encuentra a 1,5 metro bajo la superficie ya está demasiado alta.

 


El investigador reveló que desde el punto de vista agronómico, la napa  puede ser una amenaza o una oportunidad. "Eso lo determina la calidad del agua, por el contenido de sales. Si tiene mucha sal es una amenaza. Si no, es una oportunidad porque es una especie de riego subterráneo que tienen los cultivos", explicó.

 


Pero además hay que tener en cuenta que existen napas que a determinada profundidad tienen un efecto positivo sobre los cultivos, pero a medida que empiezan a ascender, ese efecto desaparece porque les quita oxígeno a las raíces, por ejemplo.

 


Cuando el suelo está saturado, también pierde capacidad portante. "Nos empezamos a hundir y el problema es que no pueden entrar las maquinarias a cosechar porque se entierran y perdemos superficie cultivable. Las construcciones también empiezan a hundirse", advirtió.

 


A esos riesgos hay que sumarle la posibilidad de anegamientos y el surgimiento de nuevos cauces. En la Cuenca del Morro, el aumento de los niveles freáticos ya ha mostrado su peor cara,  pero todavía hay mucho por investigar.

 


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