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Violó durante cuatro años a su hijastra; lo mandaron al Penal

Por redacción
| 04 de marzo de 2017
Oportunista. La víctima narró que Vera la atacaba de lunes a viernes, cuando su mamá se iba a llevar a sus hermanas a la escuela.

Tanto miedo tenía K. que el día que resolvió contarle a su mamá el suplicio que vivía desde los 11 años, le pidió que fueran a la casa de una tía. Primero, la adolescente habló con esta pariente, que apenas la escuchó, rompió en llanto. Cuando la mamá de K., cada vez más inquieta y preocupada, les preguntó qué pasaba, supo, de boca de su hermana, que lloraba porque su sobrina acababa de confiarle que hacía cuatro años que su padrastro, Franco Sebastián Vera, la violaba. Ayer, ese hombre de 35 años, fue procesado por la jueza Penal 3 de San Luis, Virginia Palacios, y llevado al Servicio Penitenciario Provincial, con prisión preventiva.

 


Desde que inició la investigación, a fines de enero de este año, y hasta ayer, se incorporaron al expediente distintas pruebas que confirmaron los dichos de la víctima, que hoy tiene 15 años. El delito por el que fue a la cárcel es “Abuso sexual con acceso carnal agravado por la situación de convivencia”.

 


Vera entró en el despacho de la magistrado ayer cerca de las 13:15, para la notificación. En su resolución, la magistrado especificó que su decisión se sostiene en cinco elementos: la denuncia de la mamá de la adolescente; el protocolo médico; lo narrado por la jovencita en la Cámara Gesell, ante una psicóloga del Poder Judicial; el informe de esa profesional y una pericia informática.

 


Esta última prueba fue hecha sobre el celular de K., en el que ella misma grabó una comunicación telefónica que tuvo con Vera días antes de que él fuera detenido, la semana pasada. El imputado no sabía que estaban registrando sus palabras, y, en un determinado momento del diálogo, admitió los abusos. Ese elemento fue presentado a la Justicia por la abogada de la víctima, Karina Mantelli, para que fuera peritado. La prueba se hizo. 

 


La denuncia de la mamá de la chica y la propia narración de la víctima guardan total coherencia. K. confió que los ataques comenzaron cuando ella, su mamá, sus hermanos y Vera vivían en un departamento del barrio José Hernández, y que continuaron cuando se mudaron a otro, en el fondo de la casa paterna del acusado, en el barrio Lucas Rodríguez.

 


No sabía de la denuncia

 


En el momento en que la víctima hizo el audio, Vera ya no estaba bajo el mismo techo que ella y el resto de su familia. En la casa había violencia familiar, por eso se fueron. Por esa fecha Vera también fue denunciado por las violaciones, y esa investigación ya estaba en curso. Pero K. y su mamá no le dijeron nada sobre eso.

 


Lo mantuvieron en reserva, con la expectativa de que, cuando hubiera pruebas suficientes, la Justicia ordenara su detención y él se viera sorprendido. Si el sospechoso sabía de antemano que había una presentación en su contra, se arriesgaban a que escapara y la Policía no lo ubicara si se disponía su arresto.

 


Usualmente, los violadores que tienen a la víctima cerca aplican un modus operandi, que perpetúan, si éste les garantiza el secreto y la consiguiente impunidad. Vera, por caso, tenía un momento preferencial para someterla: de lunes a viernes, entre las 14 y las 14:30, cuando ella ya estaba de vuelta del colegio y su mamá iba a llevar a sus hermanas menores a la escuela. En otras ocasiones, le ordenaba que se fuera a jugar a la habitación, y él iba luego y la sometía. O la atacaba cuando sus hermanos dormían. Parte de su estrategia era actuar cuando no hubiera posibles testigos.

 


Las manipulaciones también son maniobras habituales de los abusadores. Vera solía decirle a K. que la quería, que le gustaba. También que no debía hablar de lo que él le hacía, “porque para los demás está mal, pero en realidad no”. Le aseguraba, además, que si le decía algo a su mamá podía causarle un ataque y así la muerte, ya que ella padece problemas cardíacos. También que si ventilaba algo iba a violar a sus hermanas más chiquitas.

 


Cuando K. se negaba, despertaba su enojo, la trataba mal, declaró la adolescente. En cambio, le prometía que si accedía, él le daría lo que quisiera, la llevaría a donde ella le pidiera. El soborno, las atenciones, favores o tratos especiales también son parte de los manejos que despliegan los violadores.

 


La médica forense Marcela Gómez, del Poder Judicial, confirmó que la chica tenía una desfloración. La profesional vio a la paciente angustiada, según consignó en su informe.

 


Por su parte, la psicóloga de la Cámara Gesell del Poder Judicial, Silvina Fernández Grimberg, convalidó el relato de la menor y halló en éste indicadores de abuso sexual, tanto en el contenido como en la estructura de su narración y el clima emocional. Justamente, en relación a este último punto, dijo que era de “vergüenza, preocupación y temor (por parte de la víctima), debido a las amenazas proferidas por el imputado”, citó la jueza en su fallo.

 


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