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Asaltó a un remisero y la víctima y su amigo le dieron una paliza

Por redacción
| 04 de abril de 2017
Rastros. César Carranza (izquierda) y Jonathan Ocampo señalan algo de la sangre de sus lesiones. Foto: Héctor Portela.

Cuando Jonathan Oscar Ocampo se cruzó con su amigo César Osvaldo Carranza, el hombre se estaba lanzando del remis que conduce para ganarse la vida. Luego corrió hacia él. Estaba desesperado. Una mano le sangraba. “Me quieren robar. Me quieren matar”, le dijo agitado a su ex compañero de trabajo. “Bueno, calmate, César”, le respondió. En eso, vio que un joven se bajó del coche y encaró a pie hacia un campo, en las inmediaciones del barrio La Ribera. Era el ladrón que acababa de atacar a su amigo. Sólo alcanzó a correr cien metros. Carranza lo alcanzó y, luego, junto con la víctima se cobraron a golpes el asalto.

 


En un momento, el delincuente comenzó a pedirles que por favor ya no lo golpearan, que no tenía caso hacerlo porque ya estaba en camino la Policía y lo iban a detener. Desde entonces, Isaac Aguilera, como fue identificado después, permanece en la Comisaría 29ª. Tiene 18 años y vive en el barrio San José, informó el oficial principal Claudio Rosales, jefe de turno en la Unidad Regional II.

 


Pero antes de verse acorralado y de empezar a suplicar, Aguilera atacó a Carranza y a su amigo con el pico de una botella rota. Al primero le hizo un corte superficial en el dedo pulgar de la mano derecha, pero al segundo le hundió el vidrio del envase en el antebrazo derecho.

 


Ayer, a la mañana, los médicos del policlínico regional le permitieron a Ocampo irse a su casa. Había estado en la sala de cirugía desde la madrugada del domingo. El ladrón le cortó los tendones de ese brazo. “Los cirujanos usaron otro músculo para unir los tendones y me cosieron la herida”, contó el joven de 27 años.

 


La sutura tiene 15 puntos. “Los médicos me dijeron que voy a estar treinta y un días con los puntos”, recordó. Mientras tanto, día por medio tendrá que ir al hospital para las curaciones. “Todavía tengo el brazo hinchado, pero igual voy a salir a trabajar, porque de esto vivo”, anticipó.

 


El domingo, cerca de la 1:30 de la mañana, un chico le hizo señas al Fiat Uno de Carranza para que parara, en Rufino Barreiro y Pringles. Abordó el coche y se sentó al lado del remisero. “Me dijo que fuéramos a La Ribera y me empezó a indicar por dónde quería que fuera, como cualquier pasajero”, recordó el hombre de 36 años.

 


“Fui por detrás de la (ruta) interfábricas y entré por el camino de tierra que va hacia La Ribera”, señaló. Doscientos metros después el, hasta entonces, pasajero llevó una mano a una de sus prendas y sacó algo de ella. El conductor no alcanzó a ver qué era, las débiles luces del tablero no le daban la nitidez suficiente. Era el pico quebrado de un envase.

 


“Me dijo que frenara y me cortó la mano”, recordó. “Me pidió el auto. No se lo quise dar. Me pidió la billetera. Se la di y me ordenó que me bajara, pero no me bajé”, contó. En la billetera tenía tres mil pesos. “Era plata que venía juntando para habilitar el auto y pagar la frecuencia del día en la remisería”, precisó.

 


Carranza siguió conduciendo unos metros. “El tipo me pidió que fuéramos por el costado de La Ribera. Yo tomé hacia el fondo, y me seguía diciendo que me bajara”, narró. En un momento, se hizo de coraje, abrió la puerta de su auto y salió. El coche marchaba a muy baja velocidad.

 


Apenas se bajó divisó a otro trabajador del rubro. Era Ocampo, su antiguo compañero de la agencia “Republicana”. El otro remisero buscaba un domicilio de ese barrio, donde tenía que recoger a unos clientes. “Al principio, yo no entendía nada cuando lo vi tirarse del coche”, manifestó.

 


Mientras la víctima le contaba lo que pasaba, el delincuente aprovechó y trató de escapar. “Lo empezamos a perseguir hasta que lo agarramos”, relató Ocampo. Ahí se fueron a las manos. En medio de la pelea, el joven sintió un puntazo en el antebrazo. Hasta entonces no se había dado cuenta de que el ladrón estaba armado. 

 


Fue el último acto de rudeza de Aguilera. Luego de eso no pudo escaparle a los puños de los choferes. Cuando los policías de la Comisaría 29ª arribaron, alertados por un vecino que los había llamado, no tuvieron problemas para colocarle las esposas. Aguilera estaba entregado.

 


Los policías rastrearon las cercanías de donde ocurrió el asalto y por donde intentó huir el asaltante, pero no hallaron la billetera de Carranza.

 


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