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Quieren homenajear a uno de los pioneros en forestar la ruta 9

Por redacción
| 06 de junio de 2017
La belleza de la ondulada ruta que conduce a El Trapiche, tiene plantada la historia del hombre que la sembró con sus manos. | Foto: -Nicolás Varvara

Juan José Miranda fue durante muchos años el encargado de mantener y cuidar los espacios verdes de la ruta 9. Cada mañana recorría unos siete kilómetros a pie para cuidar los árboles que plantó a lo largo de su vida. Desempeñó sus tareas en un área denominada Dirección de Bosques. En los años '80 fue categorizado como guardaparques, acto en el que el Gobierno le entregó una medalla en reconocimiento a su ardua labor y dedicación. En la actualidad su hijo y su sobrina sueñan con una escultura que le rinda homenaje y mantenga viva su historia.

 

Cientos de turistas visitan la localidad, me gustaría que sepan que mi tío sembró esos árboles"


Quienes transitaron la ruta 9, por aquellos años, lo recuerdan trabajando con la pala y la azada, bajo la lluvia o a pleno sol.

 


"Se lo veía frecuentemente por  la zona del puente Las Mondinas, me acuerdo que siempre estaba limpiando y arreglando el espacio. También vendía miel. Durante años fue el único que se dedicó a eso; fue el último hombre que vi cuidando a los árboles”, comentó Juan José Nespría, jubilado de Vialidad Provincial.

 


Fragmentos similares de su historia quedaron guardados en la memoria de alguno de los vecinos de la época y de sus afectos, y aunque van perdiendo fuerza a medida que transcurren los años, aún resuena su figura a la vera de la ruta.

 


“Cuando recorro el camino entre El Volcán y El Trapiche, se me inunda el alma de recuerdos, que me llenan de orgullo. La honradez y responsabilidad de mi padre me marcaron para toda la vida”, manifestó Roberto Miranda, el hijo varón de "El Pollo", como le conocían al  guardaparque.

 


Roberto señaló que hace un tiempo viene pensando en rendirle un homenaje, dijo que le gustaría que se sepa que él fue uno de los que sembró los bosquecillos que hoy embellecen el paisaje.

 


“Me acuerdo que esperaba con ansiedad el tiempo de vacaciones, porque podía acompañar a mi papá a trabajar. Me gustaba mucho estar con él y ver cómo cuidaba las plantas, me enseñaba a podarlas. No era un hombre de muchas palabras, pero cuando hablaba lo hacía con sabiduría”, expresó.

 


También contó que su José recorría a pie los 7 kilómetros que separan a su casa, en Cuatro Esquinas, del bulevar de la arboleda sobre ruta 9. Y después continuaba caminando todo el trecho que llegaba hasta donde ahora está el hipódromo.

 


"Sentía una gran admiración por Adolfo. Un día, cuando era Gobernador, pasó en su auto y se paró a felicitarlo. Tiempo después le dio una medalla y un ascenso en reconocimiento a su tarea", narró.

 


También dijo que llevaba un cuaderno, donde siempre anotaba el estado de los árboles y las tareas que realizaba en su recorrido. “Registraba todo por si alguna vez volvía y le preguntaba qué había estado haciendo”, aseguró.

 


Raquel Barrionuevo, es sobrina de Juan José, una de las hijas de su hermana. Contó que su madre siempre recitaba un poema de Enrique Rivarola, que les enseñó doña Candelaria, la maestra de la escuela rural a la que asistían cuando eran niños.

 


“Abramos la tierra, plantemos el árbol; será nuestro amigo y aquí crecerá, y un día vendremos buscando su abrigo, y flores y frutos y sombra dará”, dijo repitiendo de memoria la primera estrofa de la poesía, y aseguró que con ese espíritu su tío salía cada mañana a trabajar. "Él sentía que era su responsabilidad", añadió. Entre innumerables anécdotas rescató las de los inviernos de su infancia, cuando su madre preocupada miraba a cada rato por la ventana y exclamaba: "Ay, Juan José está en la ruta". "Y era así porque a menos que mi abuela estuviera enferma, él siempre salía a trabajar", aseveró.

 


Raquel contó que su tío nació el 24 de junio de 1930, en un paraje serrano del Departamento Pringles. Dijo que era el segundo de cinco hermanos, y que trabajó desde chico para ayudar a su madre, que quedó viuda muy joven.

 


Indicó que primero consiguió empleo en la construcción del dique La Florida, lo que le permitió a la familia mudarse a Cuatro Esquinas. Luego pasó a cuidar los espacios verdes de la ruta, tarea que desempeñó hasta que falleció, en 1999.

 


"Su vida es un ejemplo de voluntad y esfuerzo que, aunque parezca sencilla o simple, trasciende su propia historia. Hoy cientos de turistas recorren esa ruta y elogian el paisaje; a mí me gustaría que sepan que mi tío dedicó gran parte de su vida a forestar y cuidar esos bosques, y que lo hizo con mucho sacrificio y amor", expresó.

 


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