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Anciano asesinado: mañana dan el fallo a los tres acusados

Son dos medio hermanos y un primo. Si los condenan por el delito que les imputan, les darán prisión perpetua.

Por redacción
| 29 de agosto de 2017
El primo y los hermanos. Torres, Bustos y Páez, ante el tribunal. Sólo el primero ha declarado.

Mañana, Maximiliano Ceferino Bustos y su medio hermano, Federico Roberto Páez, tendrán la última oportunidad de defenderse, si quieren, por medio de una declaración indagatoria, antes de que los jueces de la Cámara del Crimen 1 de Villa Mercedes decidan si los condenan o los absuelven por el homicidio de Bernardo Abraham Kravetz, un estanciero de 74 años asesinado a golpes durante un robo, en su estancia “El Verano”, de Buena Esperanza.

 

Ellos no son los únicos acusados por el crimen, cometido el 31 de diciembre de 2013. Procesado como tercer supuesto autor está su primo hermano, Sergio Daniel Torres. Pero él ya declaró ante el tribunal, en la primera audiencia del juicio oral, y negó haber participado en el asesinato. Solamente admitió haber recibido de uno de sus primos un arma de fuego que, dijo, ni siquiera sabía que era robada, mucho menos durante un asalto en el que habían matado a alguien.

 

Una vez que el fiscal de Cámara y los dos defensores hagan sus alegatos, cuando la Cámara dé el veredicto, se sabrá si su versión o alguna otra prueba logró correr a Torres del lugar de presunto partícipe.

 

Páez, Bustos y Torres pueden ser condenados a prisión perpetua. Ésa es la pena que pidió el fiscal de instrucción cuando la causa fue elevada a juicio oral. Los tres están procesados por “homicidio críminis causa, agravado por enseñamiento, en concurso ideal con robo en lugar despoblado y en banda”.

 

El homicidio “críminis causa” es el cometido para facilitar, consumar u ocultar otro delito, asegurar su resultado, para buscar la impunidad o por no haber logrado el propósito. En este caso, el otro delito es el robo.

 

Diego González, uno de los abogados contratados por la familia Kravetz para que la representen en la causa, señaló a El Diario que, a su entender, “ha quedado absolutamente claro que el círculo se ha cerrado sobre los tres acusados. La prueba es abundante, no da lugar a ninguna interpretación diferente a lo que ha sido la acusación que los ha llevado a estar en el banquillo”.

 

Para el letrado, “el fin del ataque fue el robo y después, los tres acusados, de una manera muy violenta, alevosa, con ensañamiento, agredieron al señor Kravetz” y le provocaron la muerte a golpes.

 

 

"Sufrimiento terrible"

 

En la audiencia anterior del juicio, que fue la última antes de los alegatos de mañana, declaró la médica forense de Villa Mercedes, Alba Pereira, quien le hizo la autopsia a la víctima, en los primeros días de enero de 2014, y “dio cuenta de un sufrimiento terrible de Kravetz, que agonizó durante cierto tiempo”, dijo González.

 

El anciano quedó maniatado en el casco de su estancia, donde vivía solo, sin posibilidad de pedir ayuda, y murió horas después de la agresión, como consecuencia de la golpiza que le habían dado los ladrones. “Me animo a tildar de sadismo la actitud de los acusados”, dijo el representante de los Kravetz.

 

González no quiso adelantar detalles de lo que va a plantear en su alegato ante el tribunal, pero reveló que analizan la posibilidad de plantear que el homicidio tuvo otros agravantes.

 

“En realidad, la intención ha sido ir a robar, no ir a matar”, entiende el defensor oficial de instrucción, Hernán Herrera, sin que eso implique un reconocimiento de la responsabilidad de los acusados.

 

Herrera asiste a Torres en el juicio. Páez y Bustos son representados por el defensor oficial de Cámara, Víctor Endeiza. El defensor de instrucción interviene porque el de Cámara no puede asistirlos a los tres: la admisión de Torres de que uno de sus primos, Bustos, le había dado las armas de la víctima creó “intereses contrapuestos” entre ellos.

 

Según Herrera, “no es que (los homicidas) obraron sobre seguro, no usaron armas, y aunque lo han golpeado, tampoco se evidencia un ensañamiento, ni han actuado con crueldad”. Por ello, según anticipó, posiblemente planteen que no fue un homicidio “críminis causa”, agravado aún más por otras circunstancias, sino “un homicidio en ocasión de robo”.

 

Hay una diferencia numérica importante entre uno y otro. El primero no admite otra pena que la perpetua, el segundo se paga con prisión de 10 a 25 años.

 

Una postura similar sería la de Endeiza, a quien El Diario intentó, sin éxito, contactar ayer.

 

La primera opción, para los defensores, sería intentar hallarle alguna grieta a la aparente solidez de las pruebas reunidas contra los acusados. “No hay ADN, sangre o huellas dactilares de los tres imputados en el lugar del hecho”, mencionó Herrera.

 

De todos modos, sabe que hay otras pruebas que los incriminan.

 

El representante de la familia Kravetz las destaca y las considera suficientes para condenarlos por el asesinato. González mencionó, por caso, que las armas robadas a la víctima fueron halladas enterradas en un campo donde vive el padre de uno de los acusados y padrastro del otro. Páez, Bustos y Torres estuvieron en el fin de año de 2013 en esa propiedad.

 

“Esas armas fueron reconocidas por los testigos, que dijeron ‘me las trajeron tal y tal persona’, en referencia a los acusados”, dijo González.

 

En la audiencia pasada, los hijos de Abraham Kravetz, Cintia y Matías, reconocieron ante la Cámara del Crimen una de esas armas, un revólver Colt con cartuchera, que el anciano había heredado de su padre y siempre usaba.

 

“También son muy importantes las pericias informáticas sobre los vínculos telefónicos entre los celulares de Kravetz, de los acusados y de otras personas que son parte de la investigación”, agregó. Se refería a que, por caso, después del asesinato, alguien siguió usando el teléfono de la víctima, con otro chip. Averiguaron y resultó que estaba a nombre de Páez.

 

A los acusados también los complica un recibo de sueldo, hallado en la escena del crimen. Le pertenece a un familiar de ellos, de apellido Bustos. Tenía ese papel guardado en una mochila que los presuntos homicidas le tomaron prestada sin su consentimiento, según declaró la semana pasada. Tuvieron la mala suerte de que ese documento se les cayó en la casa de Kravetz.

 

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