Un peligro urbano: quejas por la falta de señalización de los lomos de burro

Una frenada súbita. Bocinazos e insultos. Un conductor que iba por calle Bolívar se vio obligado a tomar la drástica medida debido a la alta velocidad a la que circulaba y por encontrarse con un lomo de burro que percibió de improviso antes de llegar al cruce con calle Hipólito Yrigoyen. Es la realidad que viven  miles de automovilistas que a diario transitan por el centro y también por los barrios de la ciudad, donde los reductores de velocidad, ya sean lomos de burro, rampas o “pianitos” se encuentran en un notable estado de abandono, sin las líneas de pintura amarilla o los carteles que indican su presencia.

La mayoría de los conductores circula con precaución y frena antes de salvar el obstáculo. Esto es lo que sucede en calle Almirante Brown casi en la esquina de Estado de Israel, donde un lomo de burro muy antiguo y gastado presenta de manera muy endeble señales de las líneas amarillas que lució en el pasado. De lejos es difícil apreciar su presencia, pero los 21 autos, 7 motos y las dos camionetas que pasaron por ahí en el plazo de tres minutos redujeron la velocidad antes de llegar a él. Sabían que estaba ahí, pero no sucede lo mismo con todas las personas.

“Yo llegué a San Luis hace un año y medio. Me costó acostumbrarme a manejar en las calles de San Luis. Aún hoy paso por la mayoría de los lomos de burro sin verlos, porque directamente no los distingo”, dijo Natalia Migueles, que viene de Buenos Aires y tiene 33 años. "Si no están marcados no tienen sentido, porque en lugar de cumplir con su función, se convierten en un peligro. Yo trato de evitarlos en la medida de lo posible", afirmó con molestia Roberto Páez, vecino de calle Hipólito Yrigoyen, a escasos metros de una lomada en calle Bolívar, sobre la que debe conducir con frecuencia.

En similares condiciones están dos lomos de burro de calle Chile entre Ejército de los Andes y Avenida España, que aunque tienen un cartel señalizador, se hallan semiocultos tras las ramas de los árboles y lo mismo sucede con el que se encuentra en la calle Miguel Zabala casi Miguel Cane, en el barrio Manuel Lezcano.

En otros casos no hay cartel ni pintura refractaria que los destaque y las líneas amarillas o blancas con las que fueron pintadas al inaugurarse casi han desaparecido. Es lo que sucede en los lomos de burro de la calle Hipólito Yrigoyen, una plataforma de unos cuatro metros de largo, que al menos por su extensión disminuye el impacto del vehículo ante el cambio de superficie, y en el que está frente a la Municipalidad, por calle San Martín, que tiene una superficie empedrada de unos 15 metros.

Los taxistas son los que más sufren esta falta de mantenimiento de las señales vehiculares. “No está mal que pongan lomos de burro, porque hay ciertas calles donde el tráfico es constante y de alguna manera hay que frenarlo, pero la señalización está mal colocada. Hay muchos carteles que no se pueden ver  y justamente para eso están, para avisar a los que no saben que hay algo ahí que los obliga a reducir la velocidad”, dijo Santiago Miranda, chofer de taxi.

"Por más que los conozcas a todos, a veces te olvidás, sobre todo si es de noche, te pegás un topetazo y recién ahí te acordás. Nunca me ha tocado que se rompa nada, pero sí le pasó a mi hermano. Chocó contra uno en el barrio Maximiliano Toro y perdió el caño de escape. Hay que observar con cuidado", señaló Tadeo Álvarez, conductor de un taxi de una parada en el sur de la capital.