Gritos que rompen cadenas
El año 2018 tal vez sea recordado por los gritos públicos, subterráneos, explosivos y liberadores de millones de mujeres que, alrededor del mundo, se unieron en un abrazo íntimo para denunciar, una vez más (y mientras sea necesario), las injusticias, los abusos, el atropello a sus derechos y la necesidad imperiosa de cambiar definitivamente siglos de opresión de género.
Decenas y hasta centenares de “hombres” fuertes, poderosos e influyentes, fueron expuestos como nunca antes a la resistencia de las mujeres y, sin embargo, esos derechos siguen marginados y vulnerados, blanco de flagrantes ataques. Así lo denunció Amnistía Internacional. En cada país del mundo, las mujeres tomaron el protagonismo, las calles, se adueñaron de los discursos y mostraron la grandeza de aquellos que solo esperan justicia, equidad, igualdad. Naturalmente, los mismos derechos y las mismas obligaciones.
Pero la historia aún posee muchos capítulos por escribir, hasta que el anhelado equilibrio llegue a cada rincón del planeta. Para conmemorar el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Amnistía Internacional lanzó su informe anual, que revisa el estado de los derechos humanos en el mundo, y no es nada bueno.
“En 2018, hemos sido testigos de líderes autoproclamados ‘duros’ que tratan de socavar el principio mismo de igualdad, los cimientos de los derechos humanos”, dice Amnistía Internacional, en el prólogo del informe. “Piensan que sus políticas los vuelven duros, pero no son más que tácticas de hostigación que tratan de demonizar y perseguir a comunidades ya marginadas y vulnerables”, añade.
La directora de Amnistía para género, sexualidad e identidad, Yamini Mishra, fue precisa: “Esos líderes duros” llegaron al poder utilizando plataformas misóginas, xenófobas y homofóbicas. “Es muy inquietante”, subrayó.
Pero las esperanza está en los movimientos de mujeres. El #MeToo (yo también), que nació en Estados Unidos y se expandió a otros países, concentró la atención internacional en los derechos de las mujeres a un grado nunca antes visto.
En Argentina, un millón de mujeres salieron a la calle a reclamar la legalización del aborto; mientras que en Nigeria, miles de mujeres desplazadas se movilizaron reclamando justicia por los abusos sufridos a manos de Boko Haram y de las fuerzas de seguridad nigerianas. “La movilización viene de la gente”, dijo Mishra.
Algunos de esos movimientos surgieron como respuesta a nuevas formas de opresión, mientras otros lo hicieron como respuesta a viejas formas de discriminación, que no tienen lugar en la sociedad actual.
Un hecho puntual ocurrió en India, donde a principios de año, un grupo de activistas reclamaron su derecho a participar en un peregrinaje histórico al templo de Sabarimala, uno de los sitios sagrados del hinduismo, que ha prohibido la entrada a mujeres en edad fértil, cuando podrían estar menstruando. El movimiento Derecho a Rezar logró que la Corte Suprema levantara la prohibición, un dictamen que derivó en protestas violentas en el sureño estado de Kerala, donde devotos prohibieron el ingreso de las mujeres al templo.
Es difícil celebrar el crecimiento del activismo de las mujeres cuando la cruda realidad es que muchos gobiernos y sociedades siguen apoyando políticas y leyes que las oprimen. Especialmente en lo que respecta a los derechos de salud sexual y reproductiva.
El Salvador tiene algunas de las políticas más estrictas en materia de aborto del mundo, pues las mujeres pueden terminar en la cárcel por haber interrumpido el embarazo de forma voluntaria. Casi 30 mujeres podrían estar presas por esa causa y como resultado de esa política.
Los ataques contra defensores de los derechos humanos no ocurren de la nada, sino que se dan en un contexto en que el espacio de la sociedad civil se redujo, observó Amnistía. Y “es importante reconocer que aún el menguante espacio de la sociedad civil no es neutral en lo que respecta al género; las defensoras de derechos humanos, a diferencia de los hombres, sufren vulnerabilidades mayores”, explicó el organismo. Aún restan gritos que rompan cadenas, pero el 2018 no será olvidado en el contexto de los derechos de género.


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