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Por los vicios dejó la escuela, pero volvió y hoy es abanderado

A los 16 años Lautaro Castro sueña con ser profesor de Educación Física y dar clases en el colegio que le devolvió las ganas de ser mejor. 

Por Romina Oddone
| 12 de marzo de 2018
El estudiante no falta un sólo día al colegio aunque llueva caiga piedra o haya un tornado. Dicen sus profesoras que es muy responsable. Fotos: Leandro Cruciani.

Lautaro Castro tiene la sonrisa de un niño que recién llegó al mundo, amplia y radiante, como si no hubiese pasado desilusiones. Aunque pasó muchas antes de que hoy luzca así. Con sólo 13 años hizo un viaje al "inframundo". Se juntó con la gente equivocada. Se perdió en el alcohol y las drogas, y abandonó la escuela. Pero una cachetada de la realidad lo hizo reaccionar. Se dio cuenta de que esa no era la vida que quería tener, habló con su mamá y le pidió que lo ayude a "enderezarse". "Le pedí a mi mamá que me anote de nuevo en la escuela. Me comentaron que abrirían una escuela generativa en el club Victoria, y como quiero ser profesor de Educación Física, empecé en la 'Corazón Victoria'", recordó el adolescente que ahora tiene 16 años y cursa el penúltimo año escolar. Además, por su buen comportamiento y predisposición, fue elegido abanderado de la escuela.

 

Recordó cómo fue ese año en que tomó "muy malas" decisiones. "Tenía 13 años. La mayoría del tiempo me iba de mi casa, me quedaba en la calle y no volvía hasta la madrugada. Hice muchas cosas malas de las que hoy me arrepiento. Me drogaba, tomaba alcohol y me juntaba con gente que era peor. Dejé de ir a la escuela durante todo un año. Por suerte me cansé de todo eso, la droga me llevó por mal camino, pero recapacité. Me di cuenta de que no era la vida que quería para mí. Yo no quiero hacer 'changas' por unos pocos pesos y que sólo me alcance para comer. Entonces volví a la escuela porque quiero estudiar, recibirme y formar mi propia familia", dijo el joven.

 

Contó que ama jugar al fútbol con sus compañeros del colegio, y también con sus amigos del barrio, les gusta "transpirar la camiseta". Desde los 8 hasta los 13 años jugó en el club Estudiantes como mediocampista. Perfilaba para algo profesional, pero lo dejó ya que consideraba que no era lo suyo. 

 

Todos los días Lautaro camina desde su casa en el barrio San Martín hasta la escuela. No importa cómo esté el cielo, si llueve, cae piedra o pronostiquen un tornado, el joven no pierde un sólo día de clases. Esto es algo que sus coordinadoras destacaron sobre su comportamiento. Melisa Ciurletti y Nadia Fernández son docentes en el área de Científico Tecnológica y Socio Lingüística, respectivamente, de la "Corazón Victoria" y le dan clase al agrupamiento de 15 a 17 años al que pertenece Lautaro.

 

Ellas lo describen como "un niño extrovertido, cariñoso, bueno, solidario, simpático. Es una persona que  nunca te va a decir que no a nada. Si le pedís que mueva todos los muebles de la escuela, lo hará. Siempre tiene una buena predisposición y el 'sí' adelante. Eso es muy valorable".

 

"Recuerdo que él manifestó que tenía dificultades con los docentes de las otras escuelas donde había estudiado. Que no pudo construir un vínculo con sus docentes y se llevaba muy mal. Le faltaba contención, en lo emocional y también en la parte pedagógica", expresó Fernández.

 

Pero ahora sus coordinadoras aseguraron que se siente "acompañado y en confianza. Es un trabajo diario de ambas partes, porque él también es consciente de su situación y lucha para salir adelante. Que venga todos los días es una señal de que algo estamos haciendo bien, de que estamos generando un cambio. Tenía actos de rebeldía, pero si uno le habla bien y le explica cómo son las cosas sin imponerse como autoridad, él lo entiende y sabe comportarse sin romper las reglas. Realmente se adaptó rapidísimo a la escuela".

 

Fernández manifestó que aunque en lo pedagógico Lautaro no sea "un 10 excelente, se destaca en muchísimas otras cosas y es lo que nosotros buscamos en esta escuela. Apuntamos a la formación de los chicos como personas que logren ser mejores día a día. No evaluamos por el mérito académico, sino por su evolución diaria. Acá el abanderado debe tener un conjunto de aspectos positivos y ser mejor persona es uno de ellos".

 

El futuro lo tiene prácticamente planeado, sabe que quiere formar una familia, tener su casa y su auto y además de lo que quiere estudiar. "Cuando termine acá voy a seguir el profesorado en Educación Física. Mi sueño sería poder trabajar como profe en esta escuela, porque me llevo bien con todos los maestros. Ya se lo comenté a la directora y me dijo que lo iban a pensar", aseguró entusiasmado.

 

En los ojos de Lautaro brilla la esperanza de que algún día sus sueños se hagan realidad. En eso está y va por buen camino.

 

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