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Absolvieron a un anciano acusado por un homicidio

El fiscal había pedido que lo condenaran a 8 años de cárcel. El tribunal le concedió el beneficio de la duda.

Por redacción
| 24 de marzo de 2018
Consideración. Los policías, más que vigilar al acusado, debían ayudarlo a levantarse y a caminar. Foto: Alejandro Lorda.

Lo que para el fiscal de Cámara Fernando Rodríguez era obvio, certero, para el tribunal fue dudoso. El acusador sostuvo, en su alegato, que estaba claramente probado que José Félix Becerra, un anciano de 73 años ahora, medio ciego y con mucha dificultad para caminar, era quien había matado de una puñalada, hace dos años, a un amigo con el que estuvo tres días tomando vino. Y pidió que lo condenaran a ocho años de cárcel. Pero las pruebas no eran suficientes, a entender de los jueces. Y ayer absolvieron al acusado, por el beneficio de la duda.

 

Tres audiencias de testimoniales y una cuarta, de alegatos y veredicto, duró el juicio en la Cámara del Crimen 2 de San Luis. Nunca, en esas cuatro jornadas, fue posible adivinar qué siente o piensa Becerra por el homicidio de su amigo, Diego Pereira, de 59 años, por el hecho de que a él lo hayan acusado y, después del fallo, tampoco fue posible saber si lo alegraba que no lo hayan condenado. Y que hayan ordenado su inmediata libertad.

 

Tampoco se pudo saber si algo de todo eso le importaba. Becerra, “El Guachito”, como lo llamaban en Riocito, el paraje donde vivía y donde ocurrió el crimen, se mantuvo siempre sereno, sentado al lado de su defensor oficial, Víctor Endeiza, con la mirada blanca puesta al frente, sin que los demás pudieran saber cuánto veía. Y con el rostro impávido.

 

Recién cuando leyeron el fallo y su defensor le explicó, por las dudas, que lo habían absuelto y dejado libre, la cara de “El Guachito” pareció mostrar una leve señal de haberse puesto contento.

 

Los jueces Gustavo Miranda Folch, Jorge Sabaini Zapata y Guillermo Saá Petrino le concedieron a Becerra el beneficio de la duda. Como el veredicto no incluye los fundamentos, habrá que esperar cinco días, el plazo que tiene el tribunal para darlos, para saber por qué no se convenció de que el anciano haya sido el homicida.

 

Aunque se puede inferir a partir del alegato del defensor de Cámara, quien pidió la absolución del acusado con el argumento de que la investigación policial y judicial del caso estuvo flaca de certezas. 

 

“Se advierte cierta orfandad probatoria”, dijo Endeiza a los jueces, para fundamentar su pedido. “Lo primero ¿de qué murió Pereira? No tenemos ninguna prueba de la causa de muerte, y no tenemos la hora de la muerte”, sostuvo. Y destacó el hecho de que el expediente de la investigación no contenía un informe de autopsia. No quedó claro si ese estudio médico fue hecho y no incorporaron sus conclusiones al sumario o si no fue realizado.

 

Cuestionó también que no hayan hecho otras pericias complementarias. Como un análisis de ADN en los restos que tenía un cuchillo –la aparente arma homicida– en los orificios de la hoja, que los policías de la división Homicidios pensaron podían ser rezagos de tejidos humanos.

 

 

Una larga ronda de vino

 

 

El crimen ocurrió entre el mediodía y la tarde del lunes 30 de noviembre de 2015, en la casita de Alberto Antonio “El Cumpita” Flores, donde “El Guachito” Becerra vivía de prestado, en una modesta piecita. Allí, el inquilino se juntaba siempre a tomar vino con su amigo Diego Pereira, que venía de visita con ese propósito. “Sabían estar dos o tres días, a veces hasta una semana tomando”, declararon los vecinos más cercanos, que viven a unos cien metros y son parientes del hombre asesinado.

 

Según la declaración de esos testigos, no cabía pensar que el autor de la puñalada que le perforó el vientre a Pereira fuera otro que Becerra. Dijeron que Flores se había ido a trabajar, en una cantera de piedra laja, a las siete de la mañana. Que al mediodía pasó un hermano de Pereira, que andaba buscando un caballo, y al rato se fue. Y que después de eso vieron otra vez a Diego Pereira sentado afuera. Que para cuando “El Cumpita” volvió del trabajo, el hombre ya estaba muerto.

 

Que más temprano habían escuchado a “El Guachito” amenazar a Diego para que se callara, porque se ponía cargoso con cantar en voz alta cuando estaba tomado. Y Becerra era de pocas pulgas.

 

El defensor cuestionó todo eso. “No podemos tener por acreditado que Becerra fue el autor. Podemos recurrir a indicios, como su presencia en el lugar, podemos suponer, pero no pasa de suposiciones”, dijo. Porque “no hay prueba directa, nadie lo vio” apuñalar a Pereira, destacó.

 

Y fue más allá. Endeiza desplazó las sospechas hacia “El Cumpita”. Dijo que no le convencían los aires de inocencia y la aparente discapacidad de Flores para entender, originada en un accidente de trabajo en el que un derrumbe en la cantera lo aplastó y le causó una lesión grave en la cabeza. “Una cosa es ser tonto y otra hacerse el tonto”, dijo el defensor.

 

Cuando terminó de alegar, el presidente del tribunal, Miranda Folch, le dijo a Becerra que se pusiera de pie, para preguntarle, como es de rigor, si quería decir algo antes de que pasaran a resolver. En el mismo acto el magistrado le indicó que contestara así como estaba, sentado. “No tengo nada que decir”, dijo Becerra. Con la apariencia, como siempre, de estar ajeno a todo lo que pasaba, a pesar de ser el personaje principal de esa historia. 
 

 

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