SAN LUIS - Lunes 20 de Mayo de 2024

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Leonor y Oscar tienen 85 años y dan clases de yoga

Desde hace más de treinta años que lo practican. Aseguran que la gimnasia los ayudó a tener más vitalidad y a mantenerse en buena forma. Hoy tienen diez alumnas en su curso.

Por Ayelen Anzulovich
| 25 de marzo de 2018
Juntos. Sonrientes y felices por mostrar lo que hacen, Cacho y Leo se siguen sosteniendo y acompañando en lo que hacen. Foto: Alejandro Lorda.

Ayer pasadas las 12:30 Leonor Medina de cabello blanco y una amplia sonrisa abrió la puerta de su casa. Junto a ella estaba Oscar "Cacho" Medina, su esposo desde hace más de sesenta años. Los dos vestidos con pantalones de gimnasia y con aspecto juvenil contaron que desde hace más de treinta años que practican y dan clases de yoga.

 

Entraron a su casa con la idea de  tomar un descanso. Recién acababan de terminar la clase de yoga que dan todos los sábados por la mañana. Cacho estaba apurado por empezar a desandar su historia. Ella, un poco más serena trataba de calmarlo. Es que sin duda después de tanto tiempo junto se entienden a la perfección.

 

“Nos conocimos en un congreso juvenil evangélico en San Juan”, dijo Leonor, mirándolo a su esposo para acreditar lo que estaba contando. “Teníamos veintidós años”, resaltó y agregó que hoy los dos tienen ochenta y cinco años.

 

“Yo vivía en Mendoza y estaba estudiando medicina cuando la vi por primera vez a Leonor. En ese momento también trabajaba  en una cátedra como ayudante de anatomía en la  Universidad de Cuyo”, explicó Cacho, mientras recordaba que lo hacía para juntar unos pesos. “En uno de los tantos viajes, la hermana de Leo me concretó una cita con ella. Ninguno de los dos estábamos enterados”, precisó con una tímida sonrisa. “Me llevó al café que se llamaba la casa de la música y nos vimos. Después de un tiempo prudencial de haber charlado y merendado me acerqué y le pregunté si le podía dar un beso”, aseguró con los ojos brillantes y agregó que la contestación de ella fue que era muy pronto todavía.

 

Cacho al recibir esa negativa se levantó y se fue. “Caminando para la puerta Leonor me paró y me dijo que volviera”, reveló y con una cálida sonrisa dirigida a su mujer explicó que finalmente ella le dijo que sí. “No lo dudé ni un segundo, volví y le di un beso en la comisura de los labios. Desde ese momento no nos separamos más”, resaltó.

 

 A pesar de las distancias y de los kilómetros que tenían que recorrer nada impidió que este amor se terminara de concretar. “Nos pusimos de novios el 31 de diciembre de 1955. Dos años estuvo viajando para verme”, dijo Leo, mientras tomaba la mano de su esposo. “Nos casamos el 23 de noviembre de 1957 y decidimos irnos a vivir a Mendoza”, reveló y agregó que ahí  se quedaron once años y tuvieron cinco hijos, tres varones y dos mujeres. “Hoy tenemos catorce nietos y cuatro bisnietos”, contaron alegres.

 

Este matrimonio inquieto y con espíritu aventurero emigró para San Luis. “Estuvimos un tiempo y en 1985 nos fuimos a Buenos Aires. Estudiamos en un instituto. Éramos alumnos y también dábamos clases de respiración  y de posturas. Después de diez años pegamos la vuelta a los pagos puntanos”, recordó Leonor con nostalgia.

 

La mujer con calza violeta, remera blanca y un pañuelo haciéndole juego tomó la mano de Cacho, quien vestía pantalón de gimnasia y se dirigieron al fondo de su casa. “Acá es donde damos nuestras clases de yoga”, contó señalando la puerta de ingreso del salón.

 

Adentro del lugar, los almohadones estaban apilados, el ambiente era cálido y todo estaba en calma. Leonor apoyó un pequeño parlante rojo y al lado dejó su celular. “Yo soy la que se encarga de la música. Él a veces protesta por mi elección pero de todas maneras la dejo porque me gusta”, precisó tímidamente mientras intentaba sintonizar un tema.

 

“La mayoría de las que vienen son mujeres, el hombre es más reticente a esta gimnasia, no se anima. Este tipo de trabajo demuestra que ellas tienen una potencialidad no tan solo creativa, sino que también física, psíquica, mental y espiritual”, expresó Cacho, mientras se descalzaba y se disponía a realizar un ejercicio en el piso de parque.

 

Bailando como si flotaran, livianos y siempre sonrientes, el matrimonio se detuvo. El se agachó y ella con toda confianza desplazó todo su cuerpo sobre sus hombros. Después de unos segundos Cacho se levantó y parecía que Leonor tenía el peso de una pluma. Los años no eran un impedimento y parecía que cada vez les sentaba mejor.

 

“Yo tengo tres operaciones y el yoga me ha ayudado a seguir adelante. Me da vitalidad y energía a pesar de que uno va perdiendo fuerzas”, manifestó el hombre de cabello canoso. “Este es un lugar sin dudas en donde se puede encontrar paz, armonía, amistad y amor”, dijo mientras se sentaba y agregó que dan clases todos los sábados y tienen diez alumnas. “A la gente le decimos que prueben, que pierdan la timidez. También invitamos a los hombres a que pierdan la vergüenza”, precisó.

 

Sin duda, la última parte de la clase era la más significativa de todas. En silencio y sosteniendo la mirada, tomaron sus manos y cada uno la apoyó en el corazón del otro. Sintiendo y agradeciendo el poder compartir un buen momento. Al terminar la sesión Leo y Cacho se dieron un fuerte abrazo y un cálido beso que quedará plasmado en el corazón de los dos.

 

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