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La historia del cine Roma, una película con un final en silencio

Abrió con ese nombre en 1962. La peleó en los noventa con la llegada el VHS, pero cerró en el 2000.

Por Ayelen Anzulovich
| 28 de mayo de 2018
Añoranza. Guillermo Giménez, el último proyectista, junto con la herramienta de trabajo que generó tanto asombro en el público. Foto: Gentileza.

Para los puntanos, el cine Roma supo ser mucho más que un edificio donde se proyectaban películas. Fue en realidad una fábrica de emociones, de asombro, de descubrimiento de otros mundos y otras realidades, de parejas de adolescentes que se animaban al primer beso con la complicidad que les concedía la penumbra.  La mítica sala tiene una historia con varias idas y vueltas. En 1942 la sociedad Italiana, bajo la presidencia de Roberto Mazzola, inauguró lo que en ese momento se denominó como el Cine Argentino, pero a principio de la década del 1960 tuvieron que cerrar transitoriamente sus puertas. Finalmente en 1962 pasó a llamarse cine Roma. Era una sala moderna y dotada con toda la tecnología de la época, siendo el más avanzado de San Luis. El 11 de junio de 1993 es reinaugurado tras unas remodelaciones y con un estreno de nivel internacional, proyectan "El Rey León". Sin embargo, cierra con el arribo del nuevo milenio. Hoy funciona una Iglesia Evangélica.

 

 

El último proyector

 

Guillermo Giménez fue el último proyectista y encargado de encender la ilusión de los puntanos. El hombre, de mediana estatura, se sentó, apoyó la mochila en la mesa y del último bolsillo sacó una lata que tenía una etiqueta blanca. Era la cinta de la película "Algo muy personal", que se estrenó en el año 1996. “Es mi gran reliquia”, dijo emocionado mientras recordó cómo fue que terminó siendo proyectista de uno de los cines más importantes de la provincia.

 

“Mi primer encuentro con el Roma lo tuve a mis diez años”, expresó el ex proyectista, quien tomó aire y agregó que a esa edad siempre se las ingeniaba para ahorrar unos pesos e ir al cine. “Mi mamá me mandaba a realizar los mandados y me daba el dinero justo, pero yo conocía un mercado donde podía conseguir las cosas más baratas para poder guardarme los vueltos”, contó.

 

Dijo que en su época había cuatro cines. “Estaba Roma, Rex, Opera y el Teatro San Luis”, enumeró y agregó que la función del matiné era a las 14:30, el familiar a las 18 y trasnoche 21:30. “Sólo los fines de semana había trasnoche. Era el momento que la familia tenía un tiempo libre y venía con más frecuencia”, comentó.

 

Tuvieron que pasar unos años para que pudiera descubrir una de sus grandes pasiones. "Chicho Matera era un amigo que trabaja en el 'Opera', que en ese entonces estaba en calle San Martín, al lado de la Municipalidad. Yo le había pedido si podía vender golosinas,  pero él me terminó diciendo que le faltaba un operador en la sala. Me preguntó si quería aprender y yo no lo dudé ni un segundo. Más vale que le dije que sí”, aseguró con los ojos vidriosos y explicó que finalmente en 1983 empezó a trabajar como proyectista en ese cine.

 

“Lo primero que aprendí fue a pegar la película cuando se cortaba. En ese entonces se arreglaba con cinta adhesiva y con acetona”, reveló el proyectista, quien agregó que esto debía hacerse bien para que la película no se saliera de cuadro. “Trabajábamos con dos proyectores enormes y teníamos que estar controlando que la cinta pasara bien”, explicó mientras cerraba los ojos y trababa de recordar el sonido de las máquinas. “Era suave, como un violín. Nunca me lo voy a olvidar”, dijo.

 

Guillermo señaló que la primera película que pasó fue "Caracortada". “Era de Al Pacino, la pusimos el 30 de julio del '84. Parece que fue ayer cuando estaba atrás de las máquinas controlando que todo saliera bien”, contó.

 

Finalmente, llegó el momento de dar un nuevo paso en su trabajo. “Entré a trabajar al cine Roma;  estaba chocho de estar ahí”, dijo  y contó que siempre antes de cada función había un inspector que controlaba la entrada. “Por ahí sabían dar algunas de Isabel Sarli, que estaban prohibidas para menores de 18 años. Él los tenía zumbando, sino iban con el documento no los dejaba pasar. Aunque seguro que algunos se colaban”, manifestó.

 

Guillermo afirmó que aparte de proyectar, también se encargaba de la iluminación de la sala. “El tema de la luz es muy importante. Cuando llamábamos a la gente para que entrara se tocaba un timbre, y yo despacito iba bajando luz hasta dejar el lugar tenue. Más de uno no querían que lo vieran cuando entraba a la sala con alguna acompañante”, señaló y también detalló que a otros les daba vergüenza que los miraran cuando se les caía una lágrima. “Esos se limpiaban rápido”, dijo mientras hacía el movimiento con las manos.

 

El hombre aseguró que la cinta que más se proyectó en el Roma fue Titanic. “Se trató de un fenómenos mundial. Se daba hasta tres veces por día y los sábados hasta cuatro, todo un récord, la sala siempre estaba repleta. Yo creo que la proyecté hasta cuarenta veces”, finalizó.

 

 

La restauración

 

Los proyectores son esenciales en un cine, pero el resto de la infraestructura de la sala es casi igual de importante. “La gran pasión de mi viejo era la carpintería”, dijo emocionado Esteban Santagata, quien al recordar a su padre Genaro Santagata se le iluminaron los ojos. “A los 17 años el vino a San Luis escapando de la guerra, con una mano atrás y otra adelante. El año pasado falleció”, comentó, hizo silencio, tomó aire y empezó a relatar la historia que los unía a los dos al flamante cine Roma.

 

"En 1962, cuando querían vender el cine, él estaba en la Sociedad Italiana y junto a otros socios se empezaron a movilizar para recuperarlo”, comentó el joven, quien detalló que lejos de quedarse quietos, salieron a hacer ruido. “Anduvieron por las radios y después de lucharla consiguieron recuperarlo”, manifestó.

 

Genaro y sus compañeros realizaron un enorme esfuerzo para poner en pie la sala décadas más tarde. “Cuando entraron se dieron cuenta que faltaban los proyectores de las películas y las butacas, parecía que lo habían saqueado. A pesar de eso no se quedaron quietos y fueron en busca de lo que les pertenecía”, señaló Esteban, quien precisó que las máquinas y gran parte de las butacas estaban tiradas en el Berta Vidal de Batini y en el salón de la Municipalidad de Villa Mercedes. “Ahí tomaron coraje y empezaron a levantar el mítico cine Roma. Cada uno ayudo en lo que podía y sabía. Mi viejo se puso mano en la obra y decidió ayudar a reparar las butacas que en total eran 800”, señaló.

 

Parecía que el tiempo no había pasado, en la memoria de Esteban, los sonidos, imágenes y olores estaban intactos. “El respaldar de la butaca eran marrón, los números estaban pintados en blanco y los asientos fueron forrados con cuero bordó”, señaló el joven, que en ese entonces tenía 19 años. “Cuando entré por primera vez me quedé helado, había mucho por hacer y trabajábamos contra reloj”, resaltó mientras cerro sus ojos y trato de dimensionar el tamaño de la sala. “Al poner la primera butaca miré para el fondo y le dije a mi papá que no íbamos a terminar más. Trabajamos mañana, tarde y noche. Todavía me acuerdo el sonido de los taladros. Estábamos sincronizados, el acomodaba y yo iba atrás atornillando y así sucesivamente”, dijo.

 

Genaro y Esteban no sólo se dedicaron a restaurar las butacas,  sino que también se encargaron de otra parte fundamental. “El telón era de color azul, se corría cuando empezaba la película y en ese entonces no funcionaba. Era largo, pesado y abajo tenía cadenas para que se sostuviera en el piso y no se levantara”, detalló y contó que una vez terminada esa parte todavía les faltaba otro gran detalle, los proyectores.

 

“Mi viejo se juntó con un hombre que vino de Buenos Aires para poder arreglarlos. Juntaron pieza por pieza”, asintió Esteban y señaló que para sorpresa de los dos estaban todas. “Verlos trabajar era increíble”, comentó.

 

Un año y medio tardaron en poner en condiciones la sala del Roma, finalmente en el año 1994 fue reinaugurado con bombos y platillos. “Yo vi todas las películas, algún privilegio tenía que tener, después de trabajar incansablemente”, expresó entre carcajadas Esteban. “La primera que vi fue la del Mono Gatica. Me gustaba ver como trabajaban los proyectistas, como pasaban los rollos de las películas por la máquina y como pegaban las cintas cuando se cortaban”, indicó.

 

Durante todo el trayecto, el hijo de Genaro conocía a la perfección cómo funcionaba la sala, tal es así que comenzó a formar parte del grupo de los proyectistas. “'Sexto Sentido' fue la primera que proyecté. Recuerdo que la torta de la película iba puesto en un rodillo en la parte superior y teníamos que encajar la cinta entre medio de los carriles”, rememoró el muchacho y detalló que en esos tiempos se trabajaban con carbones. “Había uno positivo y negativo que al juntarlos largaba una chispa para iluminar la película. Teníamos que controlarlos porque si se terminaban se oscurecía la pantalla y la gente se enojaba y comenzaba a silbar”, sostuvo.

 

“Mi papá después de un tiempo quedo como encargado del Roma. El abría a las nueve de la noche y cerraba a las doce y media. Al otro día iba yo y limpiaba toda la sala para dejarla impecable para la próxima función. En esa época pasaban una sola película, después probaron en el matiné pasar dos, intentaron hacer lo mismo en el trasnoche, pero ya no iba tanta gente”, aseguró Esteban, también agregó que en el intervalo los espectadores salían a comprar y cuando sonaba la chicharra debían ingresar de nuevo. La gente se sentaba y se empezaba a bajar tanto la luz como el sonido de la música”, señaló.

 

“Trabajar con mi viejo fue lo mejor que me podría haber pasado. Con él aprendí un montón”, contó con la voz entre cortada. “Cuando se enteró que se cerró el cine no lo podía creer. Fue en la época donde aparecieron los videos club y después las salas del Shopping terminaron de liquidarlo”, aseveró el hijo de Genaro, quien manifestó que todavía camina por la puerta del lugar en donde paso los mejores momentos de su vida. “En el '96 deje de estar ahí. Me da tristeza en lo que se transformó, sacaron todo, la alfombra, el escenario, pero los recuerdos quedarán por siempre en mí y en mi memoria”, concluyó el muchacho.

 

 

La cartelera

 

En la época del Roma era común pasar por la puerta y ver pegadas en el vidrio letras grandes que anunciaban las películas en cartel y los próximos estrenos. Hernán Torres o más conocido por sus amigos como el "chileno" fue el responsable de hacer lucir las vidrieras del cine. En 1976, escapando de la dictadura, se instaló en San Luis para empezar de nuevo su vida.

 

“Mi viejo era licenciado en medios de comunicación”, dijo Natalia Torres, su hija, quien es periodista de El Diario de la República. Recordó que su padre "no se quedó quieto al contrario, utilizó lo que el tenía, que eran sus manos. Fue así que empezó a pintar carteles en la calle y llenó de colores las vidrieras de los comercios. Así se hizo conocido como letrista y tiempo después lo llamaron del cine”, expresó.

 

“Mi relación con el Roma fue de muy chica. Mi papá se encargaba de la cartelera que anunciaba las películas”, manifestó y precisó que de chica iba todos los miércoles a acompañarlo a cambiar el letrero. “Sabíamos pasar tardes enteras, el pegaba letra por letra”, detalló emocionada Natalia, quien también agregó que el trabajo de su padre le trajo algunos privilegios.  “Le daban una especie de ‘pase libre’, y yo podía ir cuando quería. Me dejaban entrar a la matiné”, contó y señaló que el primer gran estreno que vio fue Karate Kid.

 

Natalia expresó que había doble función y que tenían un intervalo de quince minutos en el medio de cada película para poder ir a comprar golosinas. “El kiosko tenía una pared de madera y en el medio había un cuadrado muy chico que era por donde te atendían. En ese entonces había un mar de niños, todos querían comprar”, aseguró.

 

“Cuando nos enteramos que lo iban a cerrar nos dio mucha tristeza. Para mi viejo fue un placer trabajar ahí y también disfrutar de las películas. Fue una pena muy grande para todos en San Luis porque era la salida de todas las familias”, concluyó.

 

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