18°SAN LUIS - Viernes 19 de Abril de 2024

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El desafío de crecer y a la vez exportar (primera parte)

El gobierno nacional decidió que 2019 será el “año de las exportaciones”, algo con no se condice demasiado con la política de derechos de exportación iniciada en setiembre pasado. Sin embargo, así lo resolvió mediante un decreto publicado en el Boletín Oficial. No obstante, utilizando el “tipo de cambio", el Ejecutivo busca aferrarse al crecimiento superavitario de la balanza comercial de tal manera que sea esa vía la que le genere los ingresos necesarios para hacer frente a una macroeconomía muy vapuleada.
Por ahora los resultados parecen darle la razón si el análisis es solo superficial. El superávit comercial se mantiene durante estos últimos meses, aunque el fundamento es una fuerte caída de las importaciones como consecuencia de ese ajuste cambiario y de la recesión que afecta a la economía argentina. Mientras el marginal crecimiento de las exportaciones se ha dado, principalmente, por la obtención de la mejor cosecha de trigo de la historia. Y de aquí en más todas las “fichas” están puestas en la cosecha gruesa. 
El gran interrogante es si el gobierno nacional ha considerado los riesgos de jugarse el futuro económico argentino al mercado externo. A la luz de la experiencia de los años de Cambiemos, este no es un “equipo” que evalúa de antemano los “riesgos” de sus políticas, que se terminan convirtiendo en “errores no forzados”.
Primero porque no puede descuidar el mercado local. No puede y no debe hacerlo porque si eso sucede los desequilibrios internos serán más dañinos que los logros externos. Y por otro lado deberá mostrar la sapiencia necesaria al momento de seguir definiendo su política exterior, de tal manera que no terminemos inundando nuestro mercado de productos extranjeros.
Esto puede ocurrir por la falta de competitividad estructural de gran parte de la industria argentina, si el único elemento que se utiliza para lograrla es el tipo de cambio. Porque si eso sucede, sin duda tendremos una catástrofe económica, con una mayor caída del empleo privado y el desaliento de sectores claves, como el agroindustrial. Y esto es importante destacarlo, especialmente porque muchísimos de nuestros funcionarios de primera línea tienen el discurso armado con la idea de que para vender hay que comprar, como si los términos de intercambio y las condiciones de producción de nuestro país fueran iguales a los de Estados Unidos, China o la Unión Europea, por ejemplo. 
Y en este contexto de generar las condiciones para efectivamente crecer en el comercio mundial, debemos analizar tres puntos esenciales. Por un lado el fenómeno Brasil, su importancia global, su peso geopolítico y el rumbo que puede llevar adelante la gestión con Jair Bolsonaro al frente del Palácio do Planalto. El segundo punto a  tener en cuenta es la actualidad y el rumbo que pueda tomar el Mercosur como bloque económico, pero también como plataforma de negociación y de presentación frente al mundo. El tercero y último aspecto a considerar son especialmente China, India y el imparable crecimiento de las naciones del sudeste asiático.

 

Brasil en algunos números
No hay ninguna duda de que Brasil es nuestro principal socio comercial y, aunque la relación es simbiótica y sin la existencia de uno el otro sería un poco más frágil, la verdad es que nuestro país depende mucho más del vecino que Brasil de nosotros. Las diferencias pueden ser muchas: la extensión del territorio, la cantidad de población, la economía de escala, la política exterior, la cantidad de mundiales de fútbol ganados, etc., etc.
Pero para entender el peso de Brasil hace falta describirlo en números, porque cuando hablamos de nuestro hermano mayor, no todo es playa, carnaval y “jogo bonito”. Brasil representa un mercado de 208 millones de personas (quinto país más poblado del mundo); tiene la quinta superficie más extensa del planeta (8,5 millones de kilómetros cuadrados, tres veces el tamaño de la Argentina); es la novena economía mundial y aporta 2,4% del PBI global; en 2018 recibió inversiones extranjeras directas por 70 mil millones de dólares y es el tercer exportador mundial de productos agroindustriales, con el 6% de las ventas totales. 
Sin embargo, no todo funciona como debería y todavía hay problemas en Brasil. Por ejemplo, su PBI per cápita está por debajo del promedio mundial, lo que muestra el nivel de desigualdad en la distribución del ingreso que aún existe a pesar de haberse reducido en los últimos años. Por otro lado también debemos destacar, para que no haya confusiones, que pese a su importante participación a nivel mundial, la  economía brasileña está muy orientada al mercado interno.
En cuanto a términos de intercambio (específicamente en el sector agroindustrial), debemos destacar que Brasil es abastecido principalmente por sus socios del Mercosur y Estados Unidos, que proveen 57% de sus compras agroindustriales, siendo Argentina el principal proveedor con el 30% del total de las compras que realiza el gigante sudamericano.
Además, pese a su condición de potencia agrícola, algunos de sus productos aún permanecen protegidos por aranceles. Entre ellos debemos destacar lácteos, las bebidas, el tabaco y los azúcares. En tanto que las medidas no arancelarias se aplican principalmente a cereales, aceites vegetales, preparaciones o conservas de carne y quesos.
Brasil es además miembro de la Organización Mundial de Comercio (OMC), destacándose como portavoz de países en desarrollo y de principales economías emergentes (BRICS). Asimismo, es parte de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), y posee diversos Acuerdos de Complementación Económica (ACE) con países de la región.
Una vez comprendido cuál es el peso de Brasil para la economía mundial y en especial para la latinoamericana, el próximo desafío es intentar visualizar qué puede suceder en los próximos años con su nuevo gobierno. Si bien es cierto que antes de asumir, los flamantes funcionarios brasileños deslizaron algunas definiciones sobre el Mercosur, las cuales no iban en el mismo carril de las pretensiones de Argentina, después fueron relativizadas por el propio Bolsonaro. 
Cierto es que el discurso y el pensamiento de Bolsonaro son controvertidos en temas sociales y culturales; pero en materia económica la agenda recae en el ministro Paulo Guedes, quien entre otras cuestiones deberá encarar la política económica externa de Brasil. Especialmente en su apertura hacia el mundo, porque pese a los datos que expresábamos más arriba, para Brasil es fundamental crecer en su relación comercial con el planeta.
Lo que suceda con el nuevo gobierno brasileño es fundamental para Argentina. En este contexto, en nuestro país podemos tener un impacto directo si la economía de Brasil responde a las reformas políticas del nuevo gobierno y la economía crece. Si esto sucede nuestro país se favorecerá porque va a significar mayor capacidad de compra y demanda por parte de la sociedad brasileña.
Solo para contextualizar: por cada punto porcentual que crece la economía brasileña, nuestro país crece en un 0,25%. Esto demuestra el verdadero impacto que tiene Brasil para la Argentina. 

 

El Mercosur
Qué puede pasar con el Mercosur en los próximos años tiene por un lado algunas incertidumbres y por otro, absolutas certezas. Por el lado de lo que sabemos, el bloque no va a desaparecer y podrá seguir siendo el principal mercado para las exportaciones de nuestro país. Lo que no podemos saber es cómo va a seguir operando, si se le realizarán cambios, si se aceptaran nuevos participantes o lo que sea que vaya a suceder en los próximos años.
Si efectivamente Brasil propone reformar el Mercosur, como de hecho parece, flexibilizarlo y que cada miembro del bloque pueda generar acuerdos autónomos y bilaterales con terceros países, eso modificaría el funcionamiento del mercado común, y tal vez perdamos la preferencia arancelaria que tenemos en el presente.
Este panorama podría ser bueno y malo al mismo tiempo, dependerá entre otras cosas de la astucia de nuestra clase dirigente y también de nuestras empresas exportadoras. Pero la realidad es que tal vez una apertura del Mercosur posiblemente sea buena, ya que en los últimos cuatro años el comercio del bloque cayó 30%. Claro que la Argentina debería modificar sus políticas internas para favorecer una competencia en mejores condiciones de sus sectores productivos. Por ahora eso no se nota en los planes del gobierno nacional.
El Mercosur, fundado en 1994, todavía se trata de una unión aduanera entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay –también Venezuela, aunque suspendida momentáneamente y Bolivia, en proceso de adhesión-. Si bien la unión aduanera posee un Arancel Externo Común (AEC), subsisten aún diversas excepciones. Brasil está autorizado a mantener hasta el 31 de diciembre de 2021 una lista de 100 productos como excepciones al AEC, que pueden contemplar niveles de alícuotas inferiores o superiores al AEC, siempre que no sobrepasen los máximos consolidados en la OMC. Se pueden modificar cada seis meses hasta el 20% de los productos incluidos allí.
Resta todavía avanzar en temas como la convergencia regulatoria, liberación comercial de algunos sectores, movilidad de factores y otras cuestiones, para lograr una integración más completa.
Pero no solo del Mercosur viven países como Argentina y Brasil, también tienen acuerdos con terceros países. Aunque, en el caso de la Argentina, desde la creación del Mercosur los acuerdos comerciales con países ajenos al agrupamiento sudamericano, no han pasado de declamaciones de intenciones. Los acuerdos son firmados no de manera individual, sino como parte del Mercosur, y ese es uno de los puntos que podría cambiar en los próximos años. Por ahí pasará uno de los principales desafíos del bloque. 

 

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