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La búsqueda del "gorila" y una localidad que se ruboriza

El Diario estuvo en Quines con la familia que asegura haber visto al animal.

Por Gabriel Casari
| 18 de marzo de 2019
Elusivo. Javier y José Gatica dan fe de la presencia del primate. Foto: Marianela Sánchez.

Javier Gatica tiene los ojos cargados de contradicción. Mira con miedo y se le nota cuando dice que teme por su familia. Cierra los ojos, que de por sí tienen un corte de tristeza y sostiene que le duelen las bromas. Asegura cada vez que se lo preguntan que vio un animal grande, similar a un gorila, en su patio, en la localidad de Quines, en la provincia de San Luis. A pesar de estas afirmaciones, las autoridades dieron por finalizada la búsqueda.

 

Su hermano, José, afirma lo mismo. Unifica el relato con quien además de ser hijo de mismos padres, también es vecino. Dice que un domingo a la noche escuchó el pedido de ayuda de Javier y también salió al patio. Cuenta que vio al animal, que pudo observar como escapaba saltando alambrados.

 

A unos seis kilómetros hacia el oeste, los habitantes del todavía tranquilo Quines, la capital provincial del mate, sienten un poco de vergüenza cuando se habla del tema. Creen que se han vuelto el hazmerreír de todo el país. Ni la chica que vende helados, ni las personas que hacen controles en la ruta nacional 20, en el ingreso de la localidad, disimulan la sorpresa.

 

Para llegar a la casa de los Gatica hay que preguntar debido a que viven sobre un camino vecinal en la afueras del pueblo. Calle de tierra, arenosa como las sonrisas que despierta en cada uno de los consultados. Gatica y "gorila", y por ende historia fantástica, se han transformado en sinónimos.

 

 

¿Son los Gatica mitómanos consagrados que han logrado aunar un relato con pocas grietas y que convencieron a la Policía de hacer un rastrillaje durante tres días? Es una pregunta que podrá responderse con el tiempo si alguno llega a confesarlo, pero: ¿verdaderamente los Gatica vieron una animal con las características de un simio y son víctimas de la incredulidad y el escarnio que tamiza las novelas literarias? esa respuesta es aún más compleja que la otra.

 

Los hechos son complicados y contradictorios, como la mirada de Javier. Las dos personas afirman tajantemente que vieron al animal, dicen que se acerca a sus casas, que ellos borran el rastro, pero que aparece de nuevo. En rigor, cuando las huellas aparecen no se diferencian en nada a las de un ser humano convencional, lejos de un primate, cerca de un Homo  Sapiens.

 

El relato se descascara un poco a unos 300 metros de la casa en un canal de campo, que teje una especie de túnel entre especies autóctonas que configuran lo que la gente de campo denomina “monte”. Se ven pisadas demasiado humanas, demasiado próximas.

 

Los hermanos Gatica tejieron una estrategia para poner en evidencia la presencia del animal, decidieron dejar fruta en la zona, si desaparecía y además había huellas, quizás sus dichos podrían convencer más al incrédulo contexto. Pero la idea trajo más ironías y burlas que eficacia.

 

Los operativos policiales que buscaban al supuesto primate impulsaron la historia. Camionetas, oficiales, drones y muchos movimientos nocturnos agitaron aún más las aguas. Otra de las preguntas que surgen, si es mentira, ¿qué sacan los Gatica con mentir?

 

El contexto

 

A unos 300 metros de la ruta nacional 20 y en paralelo, de norte a sur y viceversa, hay un camino vecinal sobre el que se levantan muchas casas, algunas sobre viejas estructuras de adobe. En el margen oeste y luego de unos 600 metros zigzagueantes están las casas, ambas, una al lado de la otra, de los Gatica. Los hermanos tienen un pequeño tambo. Javier tiene tres varones. José una nena y un varón. Todos son menores. Son padres y creen que el animal puede lastimar a los chicos.

 

Tienen sus casas conectadas en los patios, ambos de unos diez metros. Los separa de otra parcela grande que todavía conserva los surcos de lo que fuera una huerta, un alambrado de 1,20 metros. En realidad el “fondo” de los Gatica es el campo.

 

De acuerdo a lo que relatan, en el patio de Javier, en la casa ubicada más al norte, apareció el animal justo al lado de un pequeño vehículo de marca japonesa,   completamente abandonado. El lugar también es un tanto contradictorio ya que se conjugan las gallinas que se mueven enérgicas, con un corral sustentado en tarimas, una canción de Juan Gabriel que suena con fuerza y la antena de WiFi cuya red se llama “Fliagatica”.

 

La familia durante una semana evidenció una rutina extraña, entre llamados para que Javier y José cuenten lo sucedido y la llegada de policías que revisaban continuamente los alrededores. Los chicos dejaron de andar a caballo y van acompañados a buscar las vacas. Los Gatica dicen que temen por ellos.

 

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