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¿Bajó el consumo de carne o solo la oferta?

En las últimas semanas fue noticia en muchos e importantes medios de comunicación masiva la caída en el consumo de carne vacuna. El comentario imperante fue que los argentinos estábamos comiendo por primera vez en décadas menos de 50 kilos de carne vacuna por habitante y por año.

Entonces, muchos salieron a rasgarse las vestiduras y a encontrar culpables, entre los que hubo dos que fueron los preferidos y sindicados de siempre: el gobierno de turno por su política económica y el productor ambicioso que desprecia el mercado interno, prefiere exportar y que el argentino medio pague lo que sea. Con el segundo seguro que se equivocaron. 

El consumo de carne vacuna al que refiere el informe de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra) es un promedio que surge de dividir la cantidad de carne producida por la población objetiva. En definitiva, mide la cantidad de kilos de carne res con hueso que estaría a disposición de los ciudadanos, lo que significa que está dando cuenta de cuánta oferta hay en el mercado y en definitiva lo que mide es qué pasa con la producción, no cuánto quiere consumir el ciudadano medio. 

Lo que sucedió fue que la oferta de carne cayó en los primeros meses del año, especialmente la que surge de la faena de hacienda liviana. La oferta de ganado de las categorías livianas tuvo una importante reducción: según la estadística de Agroindustria, en los primeros dos meses del año la faena de vaquillonas y terneros/as se redujo entre 18 y 20%. Pero en marzo siguió siendo baja la oferta de ganado y así lo indica el informe de Ciccra: “En marzo de 2019 estimamos que se faenaron 980 mil cabezas de ganado vacuno. Este nivel de actividad resultó menor al de febrero pasado y al de marzo de 2018. Si se corrigen los datos por la cantidad de feriados, la faena de marzo fue levemente superior a la de febrero del corriente año, en tanto que en la comparación interanual la baja resultó más moderada”. 

El informe a su vez destaca que el mes pasado se repitió la caída en la oferta de vaquillonas y terneras: “La desagregación de la faena de hembras por categoría arrojó nuevas caídas en las matanzas de vaquillonas y terneras, las que por primera vez más que compensaron el crecimiento de la faena de vacas”.

Entonces, en el acumulado del año y computando los datos del primer trimestre, esa entidad industrial indicó que la faena llegó según su estimación a los 3,1 millón de animales, lo que demuestra una caída de 5,8% interanual.

Esa menor disponibilidad de carne tiene que ver con los muy malos resultados económicos que tuvo el engorde a corral en el segundo semestre del año pasado. En diferentes oportunidades los referentes del sector explicaron las pérdidas que hubo en 2018. En aquellos meses el cálculo de la Cámara de Feedlot indicaba que el número daba negativo en $1.500/2.000 por terneros que se vendían a $8.000. En esas condiciones fue inviable el encierre de hacienda en el segundo semestre del año y por eso la menor oferta que experimenta ahora el mercado, que a su vez deriva en una caída del consumo promedio y en una suba significativa del precio de la hacienda y de la carne vacuna.

Menor faena vacuna significa menor producción de carne, la relación y el efecto son directos. En el primer trimestre del 2019 se habrían producido 700 mil toneladas de carne res con hueso de acuerdo al documento de Ciccra, aunque resta conocer el dato oficial para confirmarlo. Si así fuera, tendríamos una reducción en la producción del 6,1%, pero a eso hay que restarle el volumen exportado, que en términos porcentuales viene creciendo por encima del 40%.

Entonces, menos faena, menos producción y más exportaciones (que en realidad se completan con carne de vaca, lo que no condiciona ni reduce lo que va al mercado local) derivan en una menor oferta total y en menos consumo doméstico por persona, que bajó levemente de los 50 kilos en marzo.

Pero hay otra forma de medir el consumo doméstico y tiene que ver con los precios de la carne. Si la hacienda a marzo aumentó entre 70 y 80% y los precios de la carne vacuna levemente por encima del 70% en forma interanual, entonces el consumo no redujo su deseo de ingesta de carne vacuna. Por el contrario, aun cuando el salario perdió notablemente la carrera contra la inflación durante, por los menos los dos últimos años, lo que redujo el poder de compra, igual el trabajador se bancó un aumento significativo del precio, lo que demuestra una vez más la inelasticidad de la demanda: la oferta de hacienda liviana cae 18/20%, la oferta total cae menos aún, pero el precio aumenta 70% y se termina consumiendo todo lo que se ofrece.  

Claramente el problema no está en el consumo sino en la oferta, cuya recomposición se dará en tanto los engordes a corral, donde matarifes y frigoríficos tienen un peso cada año más significativo, tengan señales que alienten a la inversión. Queda por saber qué puede pasar con la hacienda en recría, que se supone es cada año un poco mayor, aunque no hay precisiones de ningún tipo respecto sobre cuál es la cantidad de ganado en ese proceso.

 

 Aumentos de precios y consumo de las diferentes carnes
Según la medición del IPCVA, a marzo de este año los precios de la carne vacuna, promediando todos los cortes, aumentaron poco más del 70% interanual. Se trata de una suba más que significativa, sobre todo en el contexto económico actual. Pero la carne sustituta por excelencia, el pollo, cuyo precio es menor, aumentó todavía más, cerca del 90%. En tanto el precio del cerdo, especie que todavía no tiene el mismo nivel de aceptación que el pollo en la mesa de los argentinos pese a ser la carne más producida y consumida del mundo, tuvo una suba menor, de “apenas” 46,3% interanual.

La suba de precios se dio mayormente en los últimos tres meses y solo en marzo la carne de pollos se encareció 24%. En el sector avícola reconocieron una derivación del consumo de carne vacuna a la aviar. Dicen que al haber menos oferta de la primera se produce ese traslado y que según las mediciones de los privados se habría llegado en marzo a una oferta que permite un consumo de 46/47 kilos por habitante/año. Esta producción tienen reacciones mucho más rápidas que la vacuna, las decisiones de encierres de pollitos bebés condicionan la oferta de los meses inmediatos y además se trabaja con algo de stock en cámara, que fue lo que se comercializó durante el verano.

 

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