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La lógica de Brasil

Por redacción
| 17 de mayo de 2019

Mucho antes de lo que los presagios más pesimistas conjeturaron, las protestas en Brasil, contra las políticas de Jair Bolsonaro (asumió el 1º de enero) ya son tan notorias, como para cruzar sus fronteras.

 

La lógica del humor social se impone, en un país en el que el candidato más votado (Lula), no pudo ser candidato a la Presidencia, por estar cumpliendo una condena por corrupción.

 

Son muchos los espacios incómodos que mantiene Brasil, en enormes estructuras sociales: la política, el mundo empresarial, la Justicia, la confianza en la democracia, los derechos humanos, las ideologías religiosas.

 

La economía más grande de Sudamérica, la segunda de América, y la novena a nivel mundial, es también, desde hace un tiempo, un laboratorio social abierto, que persiste en ingresar firmemente, en el próximo nivel de su evolución, y cuyo desenlace va a incidir más allá del propio Brasil.

 

La tenacidad en los cambios, con la que atravesó Brasil las últimas dos décadas de su historia, le dieron un lugar de privilegio entre los poderosos del mundo. Un lugar que ocupó para quedarse, y que lo tendrá más arriba en ese ránking, por el simple peso de su tamaño geográfico y demográfico. Brasil es grande, aunque esté en el camino sinuoso de encontrar esa grandeza.

 

Centenas de miles de estudiantes y profesores de todo Brasil denunciaron los bloqueos de recursos para la educación anunciados por el gobierno de Bolsonaro, que atribuyó la agitación a la manipulación de “idiotas útiles”, por parte de activistas de izquierda.

 

Las huelgas y los actos de esta primera gran ola de contestación contra el ex militar ultraderechista, se extendieron por casi 200 ciudades de los 27 estados del país, según informes oficiales compilados por la prensa.

 

Los manifestantes apuntaron igualmente contra la reforma del sistema de jubilaciones -considerada esencial por el gobierno para enderezar las cuentas públicas- y contra la reciente ordenanza de Bolsonaro que flexibilizó la portación de armas.

 

El balance oficial de participantes es imposible de establecer, porque las autoridades de muchos estados -como Río de Janeiro- no publican estimaciones.

 

Hasta primeras horas de la noche, las fuentes oficiales dieron parte de 15.000 manifestantes en Brasilia y 20.000 en Belem. Las imágenes aéreas de la televisión mostraron impresionantes muchedumbres desfilando por Río y Sao Paulo, donde los organizadores estimaron una participación de 150.000 personas que corearon consignas como “Saquen las manos de la educación” y “Libros sí, armas no”.

 

Igualmente según los organizadores, hubo 70.000 manifestantes en Salvador, 20.000 en Curitiba y 15.000 en Belo Horizonte.

 

La jornada transcurrió mayormente sin incidentes, fuera de un choque entre grupos de jóvenes y policías en Porto Alegre y del incendio de un autobús en Río tras el fin de la marcha.

 

Las protestas denuncian los planes del ministro de Educación, Abraham Weintraub, de bloquear recursos, incluyendo el 30% del presupuesto no obligatorio de las universidades federales. La medida compromete miles de becas para estudiantes, así como el pago de las cuentas de luz, agua, servicios de limpieza y seguridad.

 

El gobierno alega que no se trata de recortes definitivos, sino de una congelación de fondos habitual en todas las áreas cuando los ingresos previstos son inferiores a los contemplados por los presupuestos.

 

Weintraub, convocado por la Cámara de Diputados, explicó que el nuevo gobierno “no es responsable del desastre de la educación básica brasileña” y advirtió que la “autonomía universitaria no es soberanía. Las universidades tienen que respetar las leyes”.

 

Bolsonaro echó combustible al fuego: “La mayoría es militante (...) Son unos idiotas útiles usados de masa de maniobra por una minoría habilidosa que compone el núcleo de las universidades federales”, dijo el presidente desde Dallas (Texas), donde será homenajeado por la Cámara de Comercio Brasil-Estados Unidos.

 

“Tengo una maestría y un posdoctorado en energía; si alguien es idiota en esta historia no soy yo. Sin ciencia no hay salud ni trabajo. Estamos aquí luchando para que Brasil siga produciendo conocimiento. Sin dinero, no hay conocimiento”, dijo en respuesta Mariana Moura, de 38 años, investigadora en el Instituto de Energía de la Universidad de Sao Paulo.

 

La lógica de un Brasil complejo.

 

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