Un apellido que suena a campo
Con el sacrificio de Aldo, la visión de Jaime y los conocimientos de Jair, llevan adelante una firma que crece en ganadería y en agricultura, sin dejar de lado los valores de la familia. Desde Justo Daract, exportan carne y granos de calidad a todo el mundo.
En las tierras que la firma "Casagro" tiene en Justo Daract conviven lo tradicional con lo moderno, las huellas del pasado con los signos del futuro que se avecina. Porque entre los rastrojos de maíz de una reciente cosecha y entre la avena que pasta la hacienda, se pueden advertir los esfuerzos y las ideas de tres generaciones distintas.
Desde Aldo, pasando por Jaime y llegando en la actualidad hasta Jair, los Casale han ido heredando mucho más que un patrimonio o una empresa. Los tres llevan adentro el gen de la pasión por producir y por convertir los duros campos del semiárido en sistemas eficientes, capaces de llevar su producción a un mundo con las puertas abiertas.
En una recorrida por los lotes, el abuelo, el padre y el hijo le contaron a la revista El Campo cómo se puede llevar adelante una firma agropecuaria en familia, sin dejar de ser profesionales ni desatender el cuidado del medioambiente, pero sin que tampoco se pierda la necesaria armonía del hogar.
El sacrificio de raíz
Para contar una historia, siempre hay que establecer un comienzo. Pero aunque la de los Casale aquí esté relatada desde Aldo, lo justo es señalar que sus antecesores también fueron gente que le puso el hombro al campo e hizo de la producción su medio y su estilo de vida.
"Nací en el campo y voy a morir en el campo", sentenció en su primera respuesta el hombre, que ya tiene 86 años pero que no deja de levantarse temprano y recorrer la estancia todas las mañanas. "Yo descanso viniendo al campo. Si no vengo, me siento incómodo, insatisfecho", agregó. En una jornada ventosa, no se dejó amedrentar por el frío y eligió no ponerse la campera, cuando el resto, más jóvenes todos, se aferraban a cuánto abrigo podían.
Con ese temple aprendió los oficios rurales al lado de su padre y su hermano. Siempre eligió Justo Daract para formar la familia, construir el hogar y levantar su propio emprendimiento cuando tuvo la edad suficiente.
Sus comienzos siempre estuvieron inclinados un poco más hacia la ganadería, pero nunca dejaron de hacer algo de siembra. "Fue un poco todo junto, lo que en su momento uno creía que era lo mejor. Aunque me gustan los animales, porque uno sabe manejarlos mejor que a la agricultura, me considero más completo con la hacienda que con los cultivos", admitió.
Codo a codo en ese proceso estuvo su esposa Trentina, que tiene la misma edad que él. Ambos todavía gozan de la salud suficiente para ser el alma y el corazón de la familia. "La verdad es que empezamos con poco y era todo más sacrificado, pero aunque nos quejemos siempre fuimos mejorando. En casi setenta años que llevamos en esto, hubo momentos duros y otros buenos, de todo", recordó Aldo.
Jaime, el único hijo del matrimonio, valora esos inicios "de mucho sacrificio" y resalta que sus padres sentaron las bases y los valores que guían a la empresa hasta el día de hoy. Él también se crió entre los corrales y las chacras cultivadas y aprendió a amar el trabajo en la tierra desde muy chico.
Sin embargo, reconoce que en esas épocas no había "horizontes, ni metas económicas tan claras". Por eso, cuando le llegó la edad y el tiempo de tomar las riendas del negocio, trató de darle al campo una mirada más empresarial, para hacerlo crecer en eficiencia y rentabilidad, que es el corazón de todo emprendimiento.
"La parte que me tocó a mí fue mucho más organizativa, y de empezar a entender los comercios y los mercados", señaló el hombre, de 55 años, casado y con tres hijos: dos mujeres y un varón.
Si algo siempre tuvieron claro los Casale fue que era necesario estudiar y cómo formarse. Jaime lo hizo y aunque tenía opciones para continuar su vida laboral por otros caminos, eligió seguir el legado de sus padres. "Yo nací en el campo, me crié acá y por eso me gusta. Los tres desarrollamos con placer esta profesión y creo que no hay cosa más linda que hacer lo que te gusta", dijo.
El futuro llegó
Eso mismo le inculcó a su hijo Jair, quien también eligió permanecer en el rubro. Para hacerlo se formó. Y el muchacho que hoy tiene 29 años, se recibió de ingeniero agrónomo hace aproximadamente un lustro en la Universidad Nacional de San Luis, en la carrera que se dicta en Villa Mercedes.
"De chiquito venía con mi abuelo al campo, y me gustaba andar a caballo y trabajar con los animales. Es algo de toda la vida", dijo en sintonía con sus predecesores. Y con los conocimientos que adquirió en la facultad, se convirtió en el presidente de la firma.
"Ahora es su momento, en una etapa de mucha tecnología, en la que actúan muchos profesionales con actualizaciones y avances. Ellos están preparados para ponerlos en práctica. Pero también hay nuevos nichos de mercado y oportunidades que ofrece el mundo", señaló Jaime sobre el rol que le toca cumplir a su hijo.
Él asume esa responsabilidad y lleva con orgullo la bandera de la innovación, pero no ignora la historia del establecimiento. "Trabajamos con lo tradicional y le vamos a incorporando todo lo que yo aprendí. Entre los tres hablamos todo, cada uno pone su postura y sacamos la conclusión que nos parece más justa", reveló.
De hecho, aseguran que todo lo deciden en familia. Las mujeres también tienen voz y voto, opinan, participan y critican cuando hay algún error o creen que han tomado una decisión desacertada. Para Jaime eso es "netamente favorable" y lejos de haber peleas en los almuerzos de los domingos, siempre prevalece el consenso. "Somos gente tranquila y todos opinamos sin herir los sentimientos de los otros, aún cuando podamos haber equivocado los caminos y tengamos que corregir el rumbo", dijo. Y aunque la producción creció al punto que ya dejó de ser solamente un emprendimiento familiar (la figura legal es la de una sociedad anónima), consideran que no hay que perder de vista los valores ni los cimientos sobre los que construyeron la empresa en los comienzos.
"Yo creo que las familias de campo están desapareciendo, y que ya se perdió la costumbre de la gente, del grupo familiar, viviendo en el campo. Lamentablemente, hoy los pequeños productores, al no tener rentabilidad, disparan al pueblo. Sus propiedades las venden o las alquilan porque no encuentran una unidad económica para subsistir. Eso es feo, porque el campo pasa a ser algo netamente empresarial", opinó.
Los ojos en el mundo
Pero no porque una firma sea administrada por gente del mismo apellido, tiene que ser pequeña. Al contrario, los Casale han demostrado que sin abandonar su filosofía se puede crecer y aspirar a mucho.
Porque "Casagro" se ha ganado un buen nombre en el sector agropecuario, ha entablado buenas relaciones con los proveedores y con los clientes. Su actividad se divide en dos grandes rubros, que lógicamente van de la mano: la ganadería y la agricultura.
En lo que ha cultivos respecta, se dedican a la siembra de soja y maíz en sus propios campos y en algunas otras tierras alquiladas, casi en mitades iguales, que van alternando en un plan de rotación para cuidar los nutrientes de los suelos.
Es que con el paso de los años, la empresa ha ido ganando mucho en conciencia ambiental y hoy es una pieza clave de su forma de entender la producción. "Siempre tratamos de hacer algo sustentable y producir conservando el medio ambiente y el suelo. La gente nueva que está llegando a este sector tiene bien claro estos conceptos y nos llevan a tomar un montón de herramientas que antes no teníamos", admitió Jaime.
Algunas de esas prácticas están bien a la vista. Por ejemplo, los lotes de maíz que fueron trillados la semana pasada no fueron arrancados de cuajo sino que conservan los rastrojos que le dan una cobertura al terreno, para evitar voladuras y la temible erosión. Por eso mismo, tampoco permiten que la hacienda ingrese en los potreros que fueron cosechados. "Se han ido incorporando cosas, sobre las que antes no se tomaba conciencia. El animal tenía que comer hasta el suelo, no tenía que dejar cobertura. Hoy, las nuevas tecnologías indican que el suelo tiene que estar vestido, no hay que erosionar ni modificar los recursos", sostuvo Jaime, y afirmó que la posibilidad de que la agricultura ingresara en campos que antes eran totalmente ganaderos, en pleno semiárido, se debe a los avances que se han hecho (la genética de los semilleros es un caso) y la implementación de diferentes estrategias en el manejo.
Aldo, que lleva varias décadas en el sector y en esas tierras en concreto, señaló que si bien hay grandes cambios, lo que más se ha modificado es "la mentalidad de la gente". Ahora, dijo, "ven las cosas de otra manera. En una palabra, la chacra no existe más, ya dejó de ser rentable.
Pero admitió que hay realidades que hoy son comunes, que antes parecían de ciencia ficción. Que un avión sobrevuele un lote y arroje semillas cuando todavía no se ha terminado de acabar una pastura, o que un tractor sea capaz de modificar las densidades de siembra en función de las condiciones del suelo sin detener su marcha, "eran cosas que ni las imaginábamos", dijo.
Quizás el abuelo tampoco había podido dimensionar que en pleno 2019 la producción ganadera de su establecimiento se destine en un 95% al mercado internacional.
Porque lo cierto es que desde la década del '90 "Casagro" puso sus ojos en el mundo y apostó por ganarse un lugar en las plazas de exportación. "En ese momento se implementó el plan de trazabilidad en el que había que cumplir un montón de requisitos y normas sanitarias, fiscales y legales, lo que nos permitió exportar carnes y granos", contó Jaime. Los motivos de la decisión son claros: "Veíamos nichos de mercados más importantes y con otros valores".
Sin embargo, aunque la recompensa es mayor, también lo son los esfuerzos. Por eso, tuvieron que empezar a comprar animales con una genética distinta a la que usaban, que se desarrollen más y logren más ganancia de peso para un mercado que pide animales de gran porte. Para el mercado chino dijo que la hembra adulta tiene que pesar más de 120 kilos la media res, mientras que el macho que tiene destino a Israel o a Europa debe andar por arriba de los 150.
"No era un animal tan fácil de lograr, ni tan económico. No es lo mismo que un ejemplar para el consumo interno, que con pocos kilos lo llevás a la mesa. Acá hay mucha sacrificio y son negocios a largo plazo", señaló.
No hay una gran distinción de razas. En el campo se pueden observar ejemplares de Aberdeen Angus, Hereford, y de otras razas menos difundidas como el Charolais. Pero lo fundamental es que tengan una línea de sangre de buena ganancia de peso.
Además, para acceder a esos mercados no admiten carne alimentada y engordada en feedlot. Por eso, los Casale se dedican principalmente a comprar terneros con buenos frames (tamaño) y le dan kilos sobre pasturas. "Para hacerlo, hay que sembrar los verdeos y parcelar los lotes. Eso nos permite tener mayor ganancia de peso por animal y mejor manejo de la pastura", contó Jair.
Como tienen un suelo con buenos nutrientes, la especie que usan como base forrajera es la avena, que se adapta bien y no es tan rústica como la alfalfa. Los terneros están alrededor de 17 meses en la recría, mientras que la terminación puede llevarle unos 100 días a la vaca adulta y entre 120 y 150 al macho.
En algunos casos, hacen una suplementación con granos de maíz que producen en el mismo campo. "Eso nos ayuda a obtener mayores ganancias, lo usamos generalmente en invierno, en los novillos sobre los lotes de verdeo", describió el ingeniero agrónomo.
Así, con un calendario prolijamente armado y con la trazabilidad de su hacienda, logran llegar unir a Justo Daract con distintas partes del globo terráqueo, donde su carne es un producto bien valorado por su calidad.
"Hay cosas para mejorar, pero hoy el mundo ha puesto el ojo en nuestro país y estamos preparados para ofrecerles algunos productos. Tenemos mercados de carne en China, Israel, la Comunidad Económica Europea, en los Países Bajos. En agricultura tenemos barcos haciendo cola para llevar nuestra producción. Eso nos asegura tener una estabilidad que antes no teníamos. Ojalá nos portemos bien para que estos países, que han depositado otra vez la confianza en nosotros, no queden defraudados", valoró Jaime, motivado por las perspectivas que hay para el negocio.
Y agregó: "Para nosotros es una satisfacción, que desde aquí, desde una pequeña empresa familiar, podamos exportar. Pero es una satisfacción lograda con esfuerzo, porque acceder a esos mercados y producir este tipo de mercadería no es para nada fácil".
Con el pie encima
Es que no todo es color de rosas. El productor advirtió que las políticas nacionales no han sabido acompañar el desarrollo del sector agropecuario, y lejos de fomentar su crecimiento, han sido un obstáculo constante.
"Todas las decisiones que se toman en el campo son a largo plazo, algo que va a contramano de las políticas nacionales de los últimos setenta años, que entre lo importante y lo urgente, siempre optan por lo urgente", planteó.
Y reclamó por la enorme presión fiscal que sufren, aún cuando es uno de los máximos motores de la economía argentina. "El campo es un aportante de dólares frescos para la débil economía nacional, que no nos incentiva a mejorar porque el productor argentino es sumamente eficiente: produce sin horizontes claros, sin subsidios, sin reglas claras, siempre paga por sus ganancias pero no tiene ayuda en años malos. Tenemos un socio que es el Estado, que está en las buenas, pero nunca en las malas", criticó con dureza.
Por todas esas dificultadas, los tres hombres están más que orgullosos por el presente de su empresa. Porque "Casagro" sigue de pie después de largas décadas y de diferentes coyunturas políticas y adversidades climáticas.
Ellos se mantienen con los pies en la tierra. Todos los días van al establecimiento monitorean la producción y dialogan para tratar de tomar las mejores decisiones para el negocio y para el futuro de una familia que creció desde las raíces más profundas del campo.


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