Basta pararse unos minutos en cualquier esquina medianamente transitada de San Luis para observar un panorama inquietante. Son muchos los conductores que hablan por teléfono celular mientras manejan. Son abogados, profesionales, amas de casa, damas muy bien ataviadas, deportistas, empleados muy calificados. Se mezclan las edades, el sexo, el nivel socioeconómico y las profesiones. La infracción se repite con mucha más frecuencia de la deseada. Una y mil veces. Sin pudores. Se trata de vecinos y ciudadanos que, en otros aspectos, se jactan de hacer valer sus derechos. Reclaman con énfasis que la ley se cumpla. Exigen de sus dirigentes determinadas conductas. Se quejan por cualquier violación a cualquier norma. Sin embargo, cometen de un modo frecuente y reiterado la infracción señalada. Y ponen en peligro sus vidas, la de su familia y la del resto de los peatones y los automovilistas que circulan por las calles de San Luis.
Sería valioso que dado que se trata de seres humanos que manejan un mismo idioma, se comprenda la consigna: está prohibido. No se debe hacer. Es violatorio de las normas de tránsito. No corresponde. Es pasible de sanción. Altera normas elementales de seguridad y de convivencia. A la hora de conducir un vehículo se debe prestar atención, se deben colocar todos los sentidos para no cometer errores. No se puede averiguar qué número salió a la quiniela, ni preguntar por el estado de salud de un pariente, ni concretar citas de ningún tipo, conocer cómo salió el equipo favorito, o qué día y a qué hora llegan los parientes del campo. Si se quiere realizar cualquiera de estas acciones se debe detener el automóvil, y recién reanudar la marcha cuando se haya concluido la conversación.
No importa la urgencia, ni el contenido del llamado. La cuestión es mucho más grave cuando refiere a taxis o remises que transportan pasajeros, y mientras tanto mantienen prolonga-dos diálogos por vía telefónica. Es mayor el riesgo y la responsabilidad. Muchas veces se enojan si el pasajero les puntualiza que no está dispuesto a seguir viajando en esas condiciones. Si además están escuchando música, y dejan libre la voz del operador que sigue ofreciendo viajes, la travesía es por demás dificultosa. Ojalá todos comprendan que el uso del celular mientras se maneja, está prohibido. Parece increíble que sociedades con algún grado de madurez, y cierto respeto en las relaciones, no pueda incorporar a sus hábitos esta práctica. Y lo más increíble, es que ante el reclamo o algún planteo por los incumplimientos, se recurra a una batería de excusas sin la menor entidad. A una serie de explicaciones incomprensibles e impropias de personas adultas e instruidas. Y, una vez más, está prohibido. Y otro tanto sucede con las motos y los cascos. Se trata de un elemento de protección imprescindible. La norma prohíbe circular sin utilizarlo. Y si hay un acompañante, también debe tener casco protector. Está claro que el peligro es inminente. Las estadísticas aterran, y crecen sin interrupciones. Hay quienes transportan, irresponsablemente, niños muy pequeños y sin casco. Cuesta comprender. Se sabe del amor de los padres por los hijos, y de los cuidados que les dispensan. Sin embargo, suelen llevarlos en moto sin casco.
No se trata de una investigación profunda. Es mera y efímera observación. Las autoridades no aplican las sanciones a estas infracciones con el rigor que debieran. Porque más allá de la irresponsabilidad de los infractores, está la obligación de penar estas conductas indebidas. Siempre. Sin excepciones. De un modo sistemático y coherente. Protegiendo a los ciudadanos. Haciendo cumplir las normas.
Debe quedar claro que son muchas las cosas que se pueden hacer, además de lamentar accidentes.


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