SAN LUIS - Lunes 30 de Junio de 2025

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Abel Andino trabaja con el torno y supera la adversidad

Tiene 49 años y vive en Villa de Merlo junto a su madre y sus dos hijos. A pesar de una escoliosis severa, hace más de 30 años fabrica piezas de madera para vivir. 

Por Leonardo Kram
| 04 de agosto de 2019

Abel Andino contó a El Diario de la República que cuando tiene que hacer columnas de madera que superan su altura -un metro sesenta- recibe la ayuda de sus hijos Abel Elías y Daniel David para poder subir la pieza a uno de los tornos que fue armando con el pasar de los años. Él vive en Villa de Merlo hace 49 años y se siente de allí, a pesar de haber nacido en San Francisco del Monte de Oro. Entre el torno, el quebracho, su hogar y su familia, Abel vive sus días con fuerza y dignidad. 

 

Él sufre de una escoliosis de columna severa, de la que no recuerda el grado, comentó en contacto telefónico que comenzó a los 13 años a trabajar con madera. “Fui consiguiendo herramientas, lo hice todo a pulmón. A los 18 años, ya me lo tomé en serio y hasta hoy no paré”, detalló. Fue un cordobés, de apellido Campese, que tenía un taller de tornería quien le dio las primeras indicaciones. Poco tiempo después aquel maestro dejó Merlo, dejándole de regalo su vocación. 

 

“En la secundaria me llamaban la atención las artes plásticas y de ahí vi que lo mío era el torno”, apuntó sobre sus inicios. Su padre, también llamado Abel Andino y nacido en Luján, empleado de Obras Sanitarias, también aserraba madera.  

 

Sus piezas, que deriva por pedido a carpinteros y particulares de toda la Costa de los Comechingones, Santa Rosa y Tilisarao, incluyen columnas, patas de sillas y mesas, balustros para escaleras y barrotes para camas.  “El torno es algo muy creativo, se pueden hacer muchas cosas. He asesorado a gente que se quiere iniciar. Si no siguen, sería otra cuestión pero los he orientado de buena onda”, agregó. 

 

 

 

Además de sus hijos, que están cerca de cumplir 18 y cursan el secundario, también recibe ayuda de amigos. “Saben un poco, pero para largarse solos todavía no están listos, son chicos. Así como se ve el torno tiene sus peligros. No sería la época para eso”, apuntó, sin asignarles la responsabilidad de seguir sus pasos.

 

De la zona utiliza algarrobo y leña y otras maderas del norte. Él no tala, prefiere comprar lo que necesita y a partir de ahí comienza a trabajar con sus herramientas. “Los diseños son propios, los voy haciendo yo. Preparo la madera, las dimensiones, y lo voy haciendo sobre el torno. Tengo algunos diseños en carpeta. Son exclusivos, no los copio ni de muebles viejos ni nada”, aseguró.

 

Como ocurre en todo el país, la crisis económica también llegó cerca de Abel. “Está complicado. Por estos momentos no me falta, tengo cosas para hacer y cuando no tengo un pedido, creo”, explicó. Pone de ejemplo veladores y réplicas de faroles, con los que logra salir adelante en los días de poco movimiento. 

 

También se aggiornó a los tiempos y creó una página de Facebook “Abel Andino - Torneados en Madera”, que tiene 1.200 me gusta y donde una de las fotos -que ilustra esta nota- fue compartida 3.600 veces. “En un momento se me ocurrió a todo trabajo que hacía, sacarle una foto”, afirmó. 

 

"Un ejemplo de persona. Lo comparto", comentó Diego Velázquez en la imagen que se viralizó. "Comparto desde Uruguay", agregó André Tocar. "Este señor ha hecho muebles para mis viejos, a ellos les encanta su trabajo, excelente", escribió Vane Bustos. "Qué belleza. Sos un capo. Te admiro. Todo un arte", opinó Alicia Balla. En la misma página puede verse uno de los trabajos de los que más se enorgulleció: un atril para la Iglesia de Santa Rita, en Las Lomitas, San Luis. 

 

Las miradas y la discriminación es algo con lo que tiene que lidiar desde que nació. “En una época cuando empecé con esto, por hacer el torno, necesitaba un apoyo económico. Mis padres no me lo podían dar. Buscaba trabajo y entre los 18 y los 20 años nadie me lo dio. Me veían con discapacidad, que podía accidentarme. No recibí nunca un apoyo”, afirmó.

 

 

 

No se desmotivó. Gracias a una pensión por discapacidad, la mínima no contributiva, tuvo un ingreso inicial. También trabajó en quintas y después de un par de años pudo acceder a una vivienda, en la que vive junto a sus dos hijos y su madre Santa Felicidades, oriunda de Carpintería. Con el tiempo pudo armar dos tornos  -el último le llevó seis meses de armado- y vivir a partir de ellos. 

 

“Les diría a los que miran a menos a gente como yo, que también se puede, que yo me siento igual a los demás. He vivido que me miran de costado o hacen como si no me reconocieran. Pero está a la vista y he demostrado y doy gracias a Dios y a las amistades, a todos los que les he compartido mis cosas”, concluyó. 

 

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