SAN LUIS - Lunes 30 de Junio de 2025

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El acuerdo UE-Mercosur tiene "resistance"

Como lo hicimos hace algunos días con la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores españoles, en esta oportunidad dialogamos con Jean Michel Berhokoirigoin, de Euskal Herriko Laborantza Ganbara, una asociación de pequeños productores franceses creada en 2005 cuyo objetivo es contribuir al desarrollo de una agricultura campesina y sostenible, así como también a la preservación del patrimonio rural y campesino en el norte del País Vasco, o lo que aquí definimos como el País Vasco Francés.

 

Claramente los productores franceses, al igual que los españoles, no están de acuerdo con el reciente convenio alcanzado entre la Unión Europea y el Mercosur, pero a diferencia de sus colegas ibéricos, la posición de ellos es mucho más fuerte e intransigente.

 

 

—¿A quiénes representa Euskal Herriko Laborantza Ganbara?

 

—La Cámara de Agricultura de Euskal Herriko busca darle servicio a los agricultores y ganaderos. Pero además de los servicios básicos, también nuestro objetivo es promover un tipo de agricultura basada en un modelo sostenible, respetando la naturaleza, la diversidad biológica y la calidad alimentaria. Además buscamos darles a los productores de esta región la posibilidad de mantener sus propias tierras y pueblos en las próximas generaciones. Nosotros no tenemos grandes productores ni muchas toneladas, pero sí miramos la calidad, la autonomía, la capacidad propia y lo hacemos utilizando los medios que nos brinda el lugar. Es decir lo que nos brindan las montañas que nos rodean y los pastos que tenemos. Esa es nuestra especificidad y ahí es donde queremos hacer nuestra vida y desarrollarnos.

 

 

—¿Cuál es el objetivo principal?

 

—En ese ámbito, en ese camino, lo que buscamos es volver a la soberanía alimentaria, queremos producir para nosotros mismos.

 

 

—¿Cómo se sostiene la Cámara?

 

—Nuestra forma de producir es multifuncional, eso quiere decir que lo primero es producir alimento y ofrecérselo a la gente, pero ese modelo productivo tiene que generar paisaje, tiene que ordenar el territorio, tiene que mantener la belleza del lugar y todos esos valores que la gente de las ciudades aprecia y quiere que se mantengan.

 

 

—¿Cómo es la relación del campo con la ciudad?

 

—Nosotros queremos hacer cosas con la sociedad, porque ellos no solo son consumidores, también son actores sociales y entonces queremos tener un tipo de convenio, hacer un tratado con ellos, nosotros les ofrecemos alimentos con todas esas riquezas y a cambio de eso esperamos que ellos, a la hora de comprar su alimentación, nos elijan.

 

 

—Nos hablaba de la idea de recuperar la autosuficiencia alimentaria. ¿Cree que eso puede suceder?

 

—La soberanía alimentaria es un norte, un objetivo a largo plazo. No es mecánico, sabemos que no podemos alimentar a toda nuestra población con lo que producimos aquí. Hay cosas que no tenemos y cosas que hacemos de más, por eso es que según nuestro punto de vista está bien tener relaciones comerciales con otros países, pero recordando que el objetivo es tender a la autosuficiencia alimentaria de esta zona. La autonomía no es autarquía.

 

 

—¿Qué tipo de producción desarrollan en la zona vasca de Francia?

 

—En esta región del país la producción está muy ligada a la ganadería, pero no hacemos cereales, y eso es algo que nos dicta el terreno. Entonces, lo que no producimos acá por supuesto que tenemos que traerlo de afuera y nosotros vender lo que hacemos de más a otros sitios.

 

 

—¿Pero nota que el mundo va hacia una tendencia de mayor globalización? 

 

—Sí, pero son dos fuerzas ahí. El mundo está abierto, eso está claro. Se dice que el mundo es un pueblo, pero el mundo no es uniforme, no es una unidad. Hay pueblos diferentes, historias diferentes, geografías diferentes; y todas esas diferencias deben ser respetadas en un mundo abierto. No queremos un mundo uniforme, desde ningún punto de vista, ni filosófico, ni cultural, ni agrícola-ganadero, ni alimentario. Queremos diversidad, y para cuidar esa diversidad hay que limitar a quienes tienen más fuerza, para ayudar a quienes tienen menos. La diversidad no es un mercado libre donde todos andan compitiendo en el mismo terreno y donde el que tiene más fuerza pone bajo su yugo a los demás.

 

 

—¿Cómo podría trabajar el productor francés sin la ayuda que recibe de la Política Agrícola Común (PAC)? ¿Podría mantener su lugar en un mundo diverso  sin esa ayuda?

 

—No lo sé, pero la verdad es que antes de la PAC en Europa éramos productivamente deficitarios, se producía el 80% de lo que se consumía. Y por eso era necesario desarrollar nuevos procesos. Entonces se hizo una política muy eficaz. Primero se dijo que el precio de los productos agrícolas estaría garantizado; segundo, toda la producción será comprada y, tercero, habrá una protección ante los productos que vengan del exterior. Después se definió que la producción debería ser accesible para las personas, por lo tanto los precios debieron mantenerse lo más bajo posible. Esos eran objetivos políticos.

 

 

—Pero con el tiempo eso cambió...

 

—Ahora eso ha ido cambiando, se pasó de ese proteccionismo extraeuropeo a una nueva época con la participación de la Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial y se determinó que la agricultura debería entrar en un mercado más liberal. Y de ahí es que surgen todos estos tratados que se quieren hacer, por ejemplo con Estados Unidos o ahora con el Mercosur.

 

 

—¿Y ustedes qué piensan de esto?

 

—Creo que es muy malo, peligroso y negativo por muchas razones. Hoy sabemos que en muchos lugares del mundo hay gente que pasa hambre, que no tiene la alimentación resuelta, y en esos países su objetivo debería ser primero que la gente que vive ahí tenga alimentos con lo que se produce en el lugar.

 

 

—Pero en algunos de esos países, Argentina por ejemplo, hay alimentos de sobra, el problema es cómo se distribuyen esos recursos. Y por otro lado la forma que tiene nuestro país de generar riqueza es vendiendo ese alimento que sobra a los que no pueden producirlo. Si nos ponen barreras, no podemos hacerlo y se nos dificulta combatir el hambre del resto de nuestra población.

 

—No creo que la solución para esos problemas en países como la Argentina o Brasil sea la exportación. Creo que las políticas agrícolas y comerciales deben tener como primer objetivo a nivel mundial el de dar soberanía alimentaria a cada país. Y en cambio, el principio que se está imponiendo ahora es el de la circulación libre de alimentos por todo el mundo, abrir las fronteras. Y después realizan acciones para tratar de remediar el resultado de esa decisión. Se equivocan, hay que cambiar el objetivo principal. Hay que localizarse, consumir en el lugar lo que se produce en el lugar y después cada uno va cambiando lo que le sobra y lo que necesita. Y si en el mundo hay millones de personas con problemas de alimentación, es porque no se defiende la soberanía alimentaria.

 

 

—En los últimos años, el presupuesto de la PAC se redujo. ¿No temen que el crecimiento de los movimientos políticos de derecha en Europa los perjudique aún más?

 

—En relación con el tema de la agricultura y la alimentación, ellos dicen que no hay que abrirse tanto al mundo, pero yo no me creo ese discurso. Me parece que la liberalización de los mercados hace que una parte de la población se empobrezca, trae miseria. Y esa miseria genera populismos, porque donde hay miseria se necesita ilusión, y parece que el populismo y la ultraderecha generan ilusión. En definitiva, mientras ellos denuncian las consecuencias del libre comercio, en realidad lo que están haciendo es aprovechándose de esos frutos.

 

 

—¿Este es el pensamiento general del agricultor francés?

 

—En Francia hay muchos sindicatos de agricultores, pero creo que sobre el tema de apertura los diferentes sindicatos estamos de acuerdo en que si se libera el mercado las consecuencias van a ser malas. Además de lo que ingrese, esta apertura de mercado significa un choque para dos modelos diferentes de producción. En Francia, por ejemplo, está prohibida la producción de carne con transgénicos y eso genera incertidumbre en muchos productores porque no queremos poner en riesgo nuestro sistema productivo a cuenta de ese intercambio comercial. Insisto, consideramos que el primer objetivo no puede ser la exportación, sino la alimentación de las personas locales, la autosuficiencia, la soberanía alimentaria.

 

 

—¿No les parece que este acuerdo UE-Mercosur tiene muchos beneficios para Europa? Tal vez no para el sector agrícola, pero sí para otros sectores, lo que podría generar mayores recursos para incrementar las ayudas al agro…

 

—Posiblemente. En un acuerdo de estas características hay ámbitos en los que cada sector gana y otros donde se pierde. Pero yo primero miro al mundo desde la alimentación y la agricultura, después desde el resto de las ventanas. Y en este sentido no me satisface decir que vamos a perder cosas en la agricultura, aunque vayamos a ganar en otros aspectos.

 

 

—En la Argentina los agricultores franceses son conocidos por su capacidad de lucha. ¿Qué van a hacer con el acuerdo UE-Mercosur? ¿Van a dejar que pase o buscarán imponerle modificaciones?

 

—Creo que el tratado no va a seguir adelante. Nosotros nos vamos a oponer, y espero que al menos un país en Europa diga que no a este acuerdo. Creo que estamos en un cruce de caminos, tenemos por un lado fuerzas de ultra derecha que van en aumento y por otro lado otra fuerzas que no está tan organizadas pero que quieren cambiar los parámetros y las prioridades de este mundo y que desean ver en el centro de la escena las cuestiones energéticas, climáticas, alimentarias.

 

 

—¿Están dispuestos a debatir estos temas con productores argentinos?

 

—Sí, claro. El intercambio y la discusión de estos temas son fundamentales. Me interesa mucho saber qué piensan los productores argentinos sobre su propia agricultura y ganadería, cómo ven su papel en la sociedad, qué piensan sobre la utilización de la tierra, sobre la alimentación y también sobre las relaciones comerciales.

 

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