SAN LUIS - Domingo 13 de Julio de 2025

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Una conciencia colectiva menos mezquina y egoísta

Por redacción
| 01 de marzo de 2020

Hay mucha agitación en la política argentina. Mucha tensión y mucha crispación. Por estas horas el Presidente de la República dejará oficialmente inaugurado el período de sesiones ordinarias del Congreso. El tratamiento de las jubilaciones especiales o de privilegio del Poder Judicial y del Servicio Exterior de la Nación en la Cámara de Diputados dejó algunas situaciones particulares y mucho margen para el análisis profundo. Y es justo señalar, que si bien hoy el foco está en jueces y embajadores, el debate excede largamente a uno u otro sector de la sociedad.

 

La situación de crisis está claramente planteada. Las dificultades son múltiples. Se multiplican los casos de exclusión. La pobreza y la indigencia están instaladas. Más allá de partidos y de ocasionales gobernantes hay mucha gente que pasa hambre en la Argentina de hoy. Este panorama lamentable está mayoritariamente aceptado. Con el matiz que se pretenda imponer y con el sesgo que proponga la mirada de cada sector, esta es la realidad actual reconocida por casi todos. Ahora el interrogante es, más allá de la preocupación que se pretenda manifestar o el desvelo que cada quien afirme que le genera: ¿hay algún sector dispuesto a hacer algo concreto por resolver esta situación, o por lo menos, por empezar a modificarla de algún modo? Si la respuesta es, aunque sea parcialmente, afirmativa, se deberá saber que es imprescindible alguna renuncia a la defensa de los propios intereses. En general, hay una jactancia colectiva respecto de la necesidad de ser generosos, solidarios en la coyuntura y dispuestos al sacrificio. Pero cuando el sacrificio se concreta y se plasma en cifras, el escándalo es mayúsculo y los reparos brotan de un modo inmediato. Y, obviamente, por lógica, por sentido común, por justicia social y por capacidad contributiva a la resolución de algunos problemas, los sectores con mayores ingresos, de cualquier tipo, son los que deben encabezar esta intención concreta de empezar a resolver los problemas.

 

Parece necesario reiterar que no solo se trata de los sectores hoy involucrados, la tendencia es mucho más general. Por otro lado, es importante decir que en los discursos la contribución de cada uno se considera casi un deber republicano, y casi todos se manifiestan dispuestos a realizarla. Además no son pocos los que se consideran en una verdadera cruzada en el desarrollo diario de su labor en beneficio, por ejemplo, de impartir justicia. Sin embargo, ante la posibilidad potencial o cierta de que sus ingresos jubilatorios puedan llegar a disminuir, o alguno de sus derechos futuros amenguar en parte, lo primero que les surge es renunciar a su cargo para no perder porción alguna de importantes beneficios. Ahora… en esto de la trillada conciencia social y aceptando la generalidad y los múltiples reparos que este interrogante merece, un ciudadano que despotrica y se escandaliza por ejemplo porque sus ingresos jubilatorios mensuales disminuirían de 300 mil pesos a 250 mil, ¿cómo supone que vive alguien que gana 15 mil pesos por mes? Y no es su exclusiva responsabilidad, y son derechos adquiridos, y estudió y trabajó toda su vida, y es la ley, y su nivel de vida, y muchos argumentos más. Pero… ¿se entendió la crisis? ¿Hay en verdad alguna disposición de renunciar a algo en beneficio del colectivo? La desigualdad y la inequidad son pilares de una exclusión inaceptable. Y es cierto que, tal vez, el sacrificio no sea parejo y se podrían hacer muchas otras cosas en el mismo sentido y se podría comenzar por otro lado. Pero también es cierto que si no existe la menor voluntad individual y colectiva de renunciar a algo, en beneficio de tantas necesidades básicas insatisfechas de buena parte de la población, la solución resultará mucho más compleja. Las políticas públicas deben aparecer y ganar vigencia, pero sería mucho más sencillo y eficaz si pudieran hacerlo en el contexto de un acuerdo generalizado y de una conciencia ciudadana más generosa y solidaria. No en el sentido de la caridad, sino en el sentido de una conciencia colectiva más republicana y menos mezquina y egoísta.

 

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