El coronavirus está poniendo a prueba la templanza de la sociedad humana. Es llamativo que no se haya logrado deducir mucho antes el peligro que entrañaba una epidemia en la nación más poblada del planeta.
Si además el virus posee una enorme capacidad de contagio, si China reacciona aislando por completo una ciudad de más de 11 millones de habitantes y construye un hospital en tiempo récord para atender la creciente demanda de infectados; todos debieron estar más atentos. Principalmente la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este momento, los enfermos por coronavirus en el mundo pueden hallarse en al menos 114 países diferentes. La cifra de infectados ronda las 150.000 personas y los muertos suman más de 5.000. En algunos lugares hay mucho miedo, en otros desconcierto. En muchos, paranoia.
Es el tema central, todo el día, desde hace semanas. El coronavirus ha paralizado a países enteros y en otros ha obligado decisiones fuertes que aíslan a pueblos, ciudades y naciones, para detener la propagación. La retracción económica ya es palpable y una recesión global será el menor de los males posteriores al virus.
Es una pandemia, así la definió la (OMS), que utiliza tres parámetros por los que aplicar el término: 1) Que aparezca un virus nuevo, que no haya circulado previamente y por lo tanto, no exista población inmune a él. 2) Que el virus sea capaz de producir casos graves de enfermedad. 3) Que el virus tenga la capacidad de transmitirse de persona a persona de forma eficaz.
Científicos de todo el planeta trabajan en pos de desarrollar un antídoto eficiente, una vacuna. Cuando más rápido hallen la cura, más rápido desaparecerá la angustia, y más vidas se salvarán. En una época racional, resulta lógico que la ciencia acuda a socorrer a la templanza.
El escenario es real, es complejo y por lo tanto exige claridad e inteligencia. La sociedad global puede fortalecer su templanza, siguiendo puntualmente las recomendaciones de los especialistas, que en general, son normas básicas de higiene.
Y cuando se trata de salud pública es esencial la comunicación profesional. Es esencial que los medios de comunicación no seamos propagadores de noticias falsas, malintencionadas y nocivas para la población, en tanto alientan la desesperación colectiva.
Difundir información falsa cuando la población está sensible a un hecho concreto y delicado es un atentado contra la sociedad. Entender que las reglas de juego son claras e idénticas para todos y que la ética debe primar sobre la ventaja sectorial. Son pasos elementales que deben darse cuando la comunidad atraviesa una crisis.
Geográficamente Argentina está lejos del epicentro y de los lugares más infectados por el coronavirus. Esta simple razón geográfica es de vital ayuda cuando se trata de detener la propagación de un virus que viaja la mayor parte del tiempo en avión.
Pero de ninguna manera eso implica que el virus no pueda golpear dentro de las fronteras. La capacidad de “viajar” es lo más temido que tienen las epidemias. Y hasta que no cesen las alertas mundiales y hasta que no exista un antídoto efectivo, la sociedad global deberá apelar a la templanza y seguir lo que indican los profesionales competentes.
Y como tal vez se trate de un período prolongado, sería muy saludable para todos que solo opinen los que deben opinar.


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