La cuarentena no es obstáculo para producir frutas y hortalizas
Por estos días están cosechando nueces, cebollas, rabanitos y ajos. Además, siguen adelante con los plantines del plan "Una Familia, Una Huerta" y con las labores culturales.
Nada es lo mismo desde la aparición del coronavirus. Calles desiertas, gente con barbijo, miradas torvas, infectólogos que inundan los canales de televisión y negocios cerrados con el consabido perjuicio económico. Pero hay algunas actividades, sobre todo las relacionadas con la alimentación, que no pueden parar. Y más aún aquellas relacionadas con los ciclos naturales, allí la actividad debe seguir. Con las precauciones lógicas, pero siempre con el foco puesto en la producción.
En eso anda hoy Sol Puntano, la escuela experimental que tiene el Gobierno de San Luis en un predio de 40 hectáreas sobre la Autopista de las Serranías Puntanas, camino a Mendoza, cuando el autódromo ya quedó atrás y la franja de cemento se interna en un paisaje árido al extremo, con mucha vegetación achaparrada, típica del monte. Allí hay todo el año frutas, verduras y hortalizas para cosechar, tierra a la que trabajar todo el tiempo, malezas para combatir y tareas culturales relacionadas con esa producción que tanto necesita San Luis, que todavía está lejos de lograr el autoabastecimiento, que depende mucho de provincias vecinas como Mendoza que hoy, al igual que estas tierras, está cerrada al paso de los que vienen de afuera. Entonces, los verduleros de pequeña escala que antes cruzaban el Desaguadero con sus camionetas para ir a los abastos mendocinos y traer mercadería para sus comercios, ahora no pueden hacerlo, solo pasan los camiones de carga que tienen el permiso de circulación nacional.
A raíz de estos problemas, el circuito comercial se achicó demasiado y las verdulerías locales comenzaron a sentirlo con fuerza, sin contar que por la lógica ley de la oferta y la demanda, a falta de verduras y hortalizas los precios se fueron para arriba sin remedio. Y en el peor momento, cuando la población debe recluirse en sus casas, muchos no pueden generar su ingreso diario y los bolsillos, que ya estaban flacos antes de la pandemia, ahora están a punto de desfallecer.
Sol Puntano tiene una hectárea con nogales que, si repiten los rindes de la campaña anterior, brindarán unos 2.000 kilos de nueces.
Por eso la revista El Campo visitó Sol Puntano, para tener de primera mano un panorama de cómo está trabajando pese a las restricciones y con qué precauciones lo hacen sus operarios, que por estos días son muchos menos que los habituales.
El encuentro fue pautado con Alfredo Cartellone, el gerente de producción de la escuela experimental, para quien no hay cuarentena que valga, ya que todos los días está en el predio organizando las tareas y tapando los huecos que dejaron las ausencias por diversas razones. “Tenemos una buena parte del personal que es mayor de 65 años, así que están todos en sus casas. Y también muchas mujeres con niños en edad escolar, que tampoco pueden venir a trabajar, así que nos arreglamos con lo que tenemos”, se resigna el funcionario, quien está solo en las oficinas ya que la eficiente Myriam, la secretaria, hace teletrabajo desde su hogar.
Lo que tiene es apenas un diez o un quince por ciento del plantel total de operarios, que oscila entre 80 y 100 personas, por lo que se vale una docena de ellos para las tareas diarias. Claro, como la venta minorista está suspendida, por ese lado tiene un alivio, ya que al predio no llegan los ávidos compradores de todos los jueves y tampoco están organizando las ferias itinerantes, que tenían como una parada habitual la rotonda de la ruta 147 que da con la calle Esteban Adaro (exrotonda Torrontegui).
“Es una lástima, porque la gente ya se había acostumbrado a comprarnos, tanto acá como en las ferias, había incorporado el hábito de llevar verduras y hortalizas frescas a buen precio, ojalá que cuando todo se normalice vuelvan a ser clientes de todas las semanas”, lamenta Cartellone, quien también recuerda con orgullo que Sol Puntano es el stand que más vende en las ferias de pequeños y medianos productores que organiza el gobierno provincial en el Parque de las Naciones de la capital y en el Parque Costanera de Villa Mercedes.
Hoy la realidad impone una foto mucho más estática, pero si uno observa con atención, hay operarios aquí y allá llevando a cabo las tareas de mantenimiento e incluso las últimas cosechas del verano. “Hace pocos días comenzamos a recolectar las nueces, tenemos una hectárea con nogales y si repetimos los rindes del año pasado, nos darán unos 2.000 kilos”, estima.
Debido a las restricciones por la pandemia está suspendida la venta minorista. Solo llevan pedidos a los mayoristas, que tampoco vienen al predio.
Por fortuna, dentro de tantos inconvenientes hay una buena para Sol Puntano: la cuarentena los tomó en la temporada baja, saliendo de los cultivos estivales y antes de comenzar a preparar los de invierno. “Siempre hay trabajo para hacer, pero son menos las hectáreas para cosechar. En el resto estamos preparando la tierra para lo que viene, colocando herbicidas, combatiendo malezas y haciendo todo tipo de tareas culturales que son los preparativos para la próxima campaña”, describe el ingeniero agrónomo.
Junto con las nueces, todavía hay para cosechar varias hileras con cebollas y algunos cultivos de acelga, más algo de rabanito y ajo. Pero además, de Sol Puntano salen los plantines que colman las bandejas que reparte el Ministerio de Producción dentro del plan "Una Familia, Una Huerta", que promueve la alimentación saludable y el hábito de autoconsumo en las casas de todos los puntanos que tengan aunque sea una mínima porción de terreno. Y eso lleva un trabajo considerable que va desde la producción del plantín, pasando por un período de crecimiento en el invernadero hasta su terminación en la tierra.
“Los plantines que tenemos son de remolacha, acelga, espinaca, lechuga, rúcula, repollo, brócoli, coliflor, cebolla, zanahoria, ajo y habas. Van escalonados a campo cada 15 días para poder manejar el stock, por un lado para no quedarnos con mucho ya listo sin vender y tampoco que falte ninguna variedad”, cuenta Cartellone mientras recorremos un invernadero en el que se observan bandejas hortícolas en diferentes estadíos.
Hay algunas en las que solo se ve tierra u hojitas muy diminutas, y otros que ya están listos para volver a distribuir entre los beneficiarios que se anotaron en el Ministerio de Producción. Pero esa logística todavía no está clara cómo volverá a funcionar, esa es una reunión que el encargado de Sol Puntano tiene pendiente con las autoridades provinciales y que se desarrollará seguramente en pocos días.
El mismo trabajo que Sol Puntano hacen las familias bolivianas y criollas que manejan 22 hectáreas del programa "Parcelas Hortícolas", incluso la confección de plantines. Cada una elige lo que quiere sembrar de acuerdo a su intuición comercial o sus habilidades y tiene una relación fluida con Cartellone, ya que intercambian parte de sus producciones. Sobre todo es la escuela la que les compra lo que necesita para completar sus envíos a los mayoristas que les hacen encargos. “Estamos llevando la mercadería hasta los galpones de los compradores, para que la gente no se tenga que venir hasta el predio. Tratamos de que acá estén solamente los trabajadores, como una manera más de protegernos todos contra el coronavirus”, aclara.
En el galpón donde habitualmente organizan la venta minorista hay operarios trabajando, todos con barbijo y guardando una distancia prudencial entre ellos. Un grupo está limpiando cebollas recién cosechadas y una mujer las va seleccionando por tamaño y armando algunas bolsitas, que luego va pesando para lograr homogeneidad.
A un costado hay una buena cantidad de zapallos de distintas clases (coreano, plomo, inglés) que quedaron de la cosecha y van saliendo lentamente en las distintas ventas. Con ellos también hacen una clasificación por tamaño y lo embolsan para que quede presentado para la venta mayorista: “Por favor, aclará que no hay venta minorista de ningún tipo, para que nadie se acerque hasta acá”, dice con un ruego.
Un poco más allá, un empleado acaba de sacar de la cámara dos cajas de peras de la recolección del mes pasado, que todavía lucen verdes. “En un par de días se ponen amarillas, las sacamos del frío porque ya tenemos pedidos”, cuenta Cartellone, quien agrega que en los últimos días “terminamos de vender los últimos kilos de uva de mesa, tomates y berenjenas, por lo que podemos decir que la campaña de verano fue un éxito para esos cultivos”.
Por las hileras de frutales no hay nada en este momento, solo trabaja la manguera de riego en los horarios establecidos y hay un mantenimiento liviano de los suelos, para que no se llenen de hojas ni malezas. Cada día habrá un control estricto para evitar el surgimiento de plagas y enfermedades. Son tareas de mantenimiento indispensables en un predio tan grande y exigente.
Sol Puntano también tiene una fábrica de dulces, que hoy está trabajando con una dotación mínima de tres personas, ya que la mayoría son mujeres que están en sus casas, cuidando a sus hijos que no tienen clases.
Como la época fuerte de la fruta ya terminó, ahora están produciendo solo dulce de pera y de membrillo, con pulpa que fueron preparando a medida que avanzó la cosecha, aunque los membrillos los compran a productores locales, ya que no hay árboles de esa variedad en el predio. También están dedicadas a seleccionar, clasificar y envasar almendras, nueces y pasas de uva, etiquetar las botellas de aceite de oliva (lo procesan en un establecimiento de Nogolí) y al encapsulado de las botellas de vino de la nueva cosecha. “El aceite de oliva lo tenemos a granel y lo vamos fraccionando de acuerdo a los pedidos que entren”, dice el ingeniero agrónomo.
“En síntesis, en estas épocas complicadas desde lo sanitario, en Sol Puntano estamos desarrollando cuatro tareas básicas: producción de plantines en invernáculo; siembra, cosecha y trasplante de hortalizas de otoño/invierno; selección y empaque de frutas y verduras para la venta mayorista; y producción de dulces de estación en la fábrica”, resume Cartellone, quien lamenta que la producción general de la escuela sea muy escasa para lo que necesita San Luis, ya que solo cuenta con 15 hectáreas de frutales, tres de viñedos y una veintena con verduras y hortalizas, más las parcelas hortícolas.
“Nosotros representamos el 1%, es una escuela experimental, que nació para probar cultivos, hacer ensayos y apoyar a los productores, con el tiempo fuimos creciendo, pero la provincia requiere de un volumen mucho más grande”, asegura el gerente de Sol Puntano, que como toda sapem siempre busca rentabilidad, o al menos que los números no se les disparen. “Para eso necesitamos volumen”, agrega en la despedida, siempre atento a cualquier oportunidad que se le presente para que el predio pueda crecer y siga siendo una referencia para la horticultura de San Luis.


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