Hernán Silva
Jefe de Noticias de El Diario de la República
Un virus que nos aleja de todo
El parate provocado por el coronavirus ha impactado en todos los rubros económicos, pero hay uno que ha recibido toda la furia disruptiva de esta enfermedad que puso al mundo patas para arriba: la aeronavegación comercial. En los últimos días empresas de enorme trayectoria, como Avianca (la segunda aerolínea de Latinoamérica y la segunda compañía más antigua del planeta), pidieron la quiebra por el desplome en la demanda. Pero la bancarrota de la firma colombiana sería solo el inicio del Vía Crucis para el sector.
Los números no cierran. Más que no cerrar, huyen despavoridos ante la amenaza omnipresente de la COVID-19. Nunca el sector aerocomercial sufrió un embate tan duro. El 90% de los aviones en el mundo hoy están inmovilizados y la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) proyecta que este año habrá un 55% menos de ingresos por la venta de pasajes. Casi ninguna empresa tiene espaldas financieras tan anchas para capear un temporal de semejante intensidad y duración. Por eso firmas como United Airlines, Iberia, Air France, Finnair, Air New Zealand y Aeroflot ya confirmaron que realizarán fuertes recortes. Otras adelantaron que necesitarán “rescates” urgentes.
Las acciones que aplican las compañías en estos días son tomadas en estado de desesperación y procuran optimizar al máximo los recursos. Toman las últimas gotas de la cantimplora. Un ejemplo es la decisión de acelerar la “jubilación” de los aviones grandes que consumen más combustible. KLM, la aerolínea holandesa, planeaba retirar en 2021 los Boeing 747 que integran su flota. Sin embargo, la crisis derivada de la pandemia aceleró este cronograma y las aeronaves realizan sus vuelos de despedida.
¿En qué se traduce este contexto para una persona de renta normal, aquella que hacía un esfuerzo económico significativo para poder acceder a un asiento? Sencillamente, en que vacacionar o realizar un viaje al extranjero por cualquier motivo, o aun a un destino de cabotaje, resulta ahora mucho más caro, una realidad que persistirá en los años venideros. La razón es sencilla: por motivos de higiene y seguridad habrá menos butacas disponibles, y a menor oferta los precios se elevan. El coronavirus hizo añicos la tendencia verificada en las últimas décadas, en las que hubo un constante crecimiento en el número de pasajeros.
Los argentinos ya tenemos algunos signos de esta nueva normalidad. El ajuste mundial se sentirá en especial en los destinos considerados como "terminales", es decir, aquellos en los que el turismo es la causa que explica la mayoría de los viajes. Nuestro país entra en esta categoría. Air New Zealand informó que cerrará sus puertas y confirmó la suspensión definitiva de la ruta Buenos Aires-Auckland. En el sector creen que pronto otras compañías internacionales adoptarán medidas similares y además ven en riesgo el modelo de las low-cost.
La perturbación ocasionada por la COVID-19 no solo separa familias y amigos. También hace que el mundo, con la inaccesibilidad de los vuelos, se vuelva más grande. Un virus que nos aleja de todo.
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