Los cuidados imprescindibles que impone la pandemia

Pareciera que en la Argentina todo es mucho más opinable que en el resto del mundo. Pareciera que siempre van a aparecer personajes con una mirada bien distante de la lógica y de la sensatez. Y siempre van a encontrar a otros personajes dispuestos a apoyarlos y a difundir sus particulares dichos. El mundo avanza próximo a los diez millones de infectados de coronavirus y al medio millón de muertos por esta causa. Es necesario decir que se han recuperado más de cinco millones de personas. En la Argentina hay más de 55 mil contagiados y más de mil muertos. Un panorama complicado y desolador, con otros indicadores que no acarrean demasiada tranquilidad. También es necesario decir que la provincia de San Luis mantiene desde hace más de setenta días un estatus sanitario distinto, sin nuevos casos y con un esforzado y preciso control sobre cada eventual alerta que pueda desviar la cuestión de un rumbo que, por el momento, es muy alentador. 

El federalismo sigue siendo una asignatura pendiente en el país. La pandemia de coronavirus empeñada en exhibir sin pudor todas las falencias previas a su aparición señala claramente realidades bien diferentes entre distintas regiones. Para simplificar, y con algunas variadas salvedades, nada tiene que ver la realidad del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) con lo que sucede en el resto del país. Y cabe aclarar que tampoco existe una homogeneidad absoluta de situaciones en “el resto del país”.

Así las cosas, el Presidente de la Nación, acompañado por el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, anunció este último viernes la nueva fase de la cuarentena para hacer frente a la pandemia de coronavirus, que comenzará a regir con sus mayores restricciones desde el próximo miércoles, 1º de julio, y que se extenderá hasta el viernes 17, en el AMBA. La nueva etapa implica endurecer el aislamiento obligatorio para reducir la circulación de gente en este espacio, en momentos en que la cantidad de casos y víctimas sigue en ascenso, llegando la ocupación total de camas de terapia intensiva al 54,1% de la disponibilidad existente.

El primer mandatario amplió la información sobre todo para destacar la situación relativa de Argentina respecto del resto de los países de América Latina. Mientras la tasa de incidencia acumulada en Chile es de 1.331,4 cada 100.000 habitantes, en Perú es de 823,3, en Estados Unidos de 720,1, en Brasil de 561,7 y en Argentina de 115,6. Brasil, Perú y Chile también lideran los casos acumulados por semana epidemiológica. Estados Unidos lidera el desgraciado ránking de fallecidos por cada millón de habitantes, al 25 de junio con 369,4. Los tres países mencionados anteriormente le siguen en esta lamentable estadística. Argentina tiene 25,3. A propósito, y saliendo un poco del coronavirus, sería interesante que alguna vez los mentores de las lecturas monetarias de la economía y las recetas neoliberales aclaren un poco esa mirada que pretendía indicar que Perú se encontraba en una presunta bonanza económica notable, y su futuro era más que prometedor. Viendo las imágenes actuales y la precariedad de algunas situaciones, preexistentes al coronavirus, cuesta mucho comprender aquellos diagnósticos. En la misma línea económica el Presidente de la República detalló la caída del Producto Bruto Interno en el país (9,9%) según el Fondo Monetario Internacional. En este caso la comparación aludió a países con caídas superiores y con un número de muertos mucho mayor. Luego hubo datos concretos a la disparidad de la situación en Argentina, mientras al 25 de junio el AMBA tenía 46.562 contagiados, el resto solo 5.882. Pero lo más preocupante es la velocidad de crecimiento, también dispar. En el AMBA al 4 de junio había 21.261 y en el resto 3.585. 

Lo cierto es que debe imperar la seriedad. Es imprescindible que la responsabilidad social aflore, y en todo el país se aumenten los cuidados y las precauciones, aceptando de un modo cauto y prudente las reglas de juego. Sin relajarse quienes están mejor y ajustándose a las necesarias restricciones los espacios más complicados.