El 20 de marzo el Presidente de la República oficializó el anuncio de la pandemia de coronavirus y declaró la necesidad de entrar en cuarenta. A partir de ese momento, cobraron vigencia muchas medidas preventivas en toda la Argentina. Algunas ya regían en una buena cantidad de países del mundo. En esa instancia, cada provincia adoptó sus propias decisiones frente a la emergencia. En un principio la incertidumbre y el temor coparon el escenario; solo se atinaba a preservar la vida y la salud de la población, y a reforzar cada sistema sanitario. Con el correr de los días, la atención fue rotando sobre diversas actividades: la economía, la educación, el empleo. Con el correr de los meses y ante la realidad imperante, hubo espacio y energía para evaluar algunas posibilidades futuras de distinta índole. Siempre alertas y con la salud como prioridad, muchas familias empezaron a pensar en lo que sería su actividad estival. Bajo cualquier modalidad habría verano y habría vacaciones. Y pese a lo particular y lo dificultoso de lo vivido, el resquicio para el esparcimiento comenzó a vislumbrarse. Para la industria turística de San Luis surgía entonces una oportunidad; la crisis trajo aparejada su consabida oportunidad. Algunos expertos señalan que, más allá de frases hechas, para aprovechar la oportunidad primero hay que superar la crisis y sus efectos. Con todo, y para ser específicos, en el inicio de la primavera ya se preveía que muchos habitantes de la provincia no iban a viajar muy lejos y que junto a sus familias y amigos se disponían a pasar los meses de verano en espacios turísticos de San Luis. La precaución, el temor y la prudencia que trajo el coronavirus hicieron una parte, y las complicaciones para cualquier traslado a otras provincias argentinas o al exterior del país constituyeron otro elemento decisivo. No se puede desconocer que el nivel alcanzado por el tipo de cambio anuló para muchos la posibilidad de pensar en viajar hacia otros países que, habitualmente, reciben a muchos argentinos. Y, con la iniciativa y el acompañamiento de funcionarios provinciales del área, muchos empresarios y agentes relacionados a la industria del turismo comenzaron a planificar su oferta. No fue tarea fácil, lo vivido a partir de la pandemia fue muy duro y está claro que nada es sencillo de reparar en lo económico. Sin embargo, el trabajo conjunto del gobierno provincial, de muchos intendentes y de la actividad privada dio sus frutos. Hoy la realidad indica que la temporada es muy buena en cantidad de visitantes. Las estadísticas así lo verifican. Y la simple observación permite comprobar con beneplácito que son numerosas las localidades de San Luis que cuentan con una notable afluencia de viajeros locales y de familias de otras provincias. Asimismo, muchos emprendimientos ven colmada su capacidad, sobre todo los fines de semana. Este panorama es de por sí alentador. Su efecto positivo se multiplica cuando es notorio que no pocos de los concurrentes a cada lugar lo visitan por primera vez y resultan gratamente sorprendidos, tanto por las bellezas naturales, como por la cantidad y calidad de los servicios que se brindan. Incluso para muchos sanluiseños eran absolutamente desconocidos, no solo los lugares, también las prestaciones que podían encontrar en cada uno de ellos. Lejos de restringirse a la vigencia habitual de marcas instaladas como Merlo o Potrero de los Funes, el fenómeno llega a los más variados rincones de San Luis. Enhorabuena. Quienes se sorprenden con un lugar y han recibido en él muy buena atención a precios razonables seguramente retornarán y, además, serán auspiciosos voceros de las bondades disfrutadas. Así funciona esta industria fundamental en la generación de ingresos para muchos comerciantes de alojamientos, de lo gastronómico, el entretenimiento, el transporte y de tantas otras actividades que recogen beneficios con la presencia masiva de turistas. Las crisis traen aparejadas oportunidades. En los peores momentos, hay que saber soportar las crisis y aprovechar las oportunidades.


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