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El clima desbordado genera hambre

Por redacción
| 19 de octubre de 2021

El mundo enfrentará un aumento exponencial del hambre debido a la crisis del clima si no aparecen acciones globales urgentes de adaptación a los choques y tensiones climáticas.

 

El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA), en el Día Mundial de la Alimentación, dijo que “el mundo no está preparado para un aumento sin precedentes del hambre, que será visible si no hay inversiones en programas que ayuden a las comunidades vulnerables a adaptarse y a hacerse resilientes a nuestro clima cambiante”.

 

Unas 3.000 millones de personas, 40 por ciento de la humanidad, no pueden permitirse actualmente una dieta saludable.

 

El hambre creció a partir de la pandemia de COVID-19 a comienzos de 2020, y al despuntar 2021 la padecían al menos 811 millones de personas.

 

Mientras el hambre, la subalimentación y la obesidad van en aumento, “la forma de producir, consumir y desperdiciar la comida supone una pesada carga para el planeta y genera una presión histórica sobre nuestros recursos naturales, nuestro clima y nuestro medio natural”, dijo la ONU, por su parte.

 

Los científicos recordaron que el mundo produce suficientes alimentos para todos, pero deja de aprovechar una tercera parte, pues pierde el 14 por ciento en la producción, transporte y almacenamiento, y desperdicia otro 17 por ciento entre el expendio y el consumo final en hogares y restaurantes.

 

El Papa Francisco dijo: “Observamos una verdadera paradoja: por un lado, más de 3.000 millones de personas no tienen acceso a una dieta nutritiva, mientras que, por otro, casi 2.000 millones padecen sobrepeso u obesidad debido a una alimentación deficiente y una vida sedentaria”.

 

La vinculación de la crisis alimentaria con la del clima puede observarse en grandes extensiones del planeta, desde Madagascar hasta Honduras y Bangladesh, sumidas en una crisis climática que es ya una realidad cotidiana para millones de personas y está fomentando una crisis alimentaria.

 

El PMA destacó que las comunidades vulnerables, una gran mayoría de las cuales dependen de la agricultura, la pesca y la ganadería, son las que menos contribuyen a la crisis climática pero se llevan la peor parte de los choques climáticos, porque tienen recursos limitados para mitigar sus impactos.

 

Como ejemplo, en noviembre de 2020 los huracanes Eta e Iota destruyeron más de 200.000 hectáreas de alimentos básicos y cultivos comerciales en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, y más de 10.000 hectáreas de cultivos de café en Honduras y Nicaragua.

 

Los huracanes fueron la gota que colmó el vaso para muchas familias en América Central, que llevaban años lidiando con los efectos de sequías prolongadas.

 

No es posible evitar que un huracán o una sequía azote a un país y arrase con los cultivos y otros medios de vida de las comunidades más pobres; pero sí es posible apoyarlas para mitigar el impacto de estos desastres, cada vez más frecuentes y destructivos.

 

El clima desbordado por el calentamiento y la presión humana genera hambre. Una mejor producción, una mejor nutrición y un mejor medio ambiente dan como resultado una vida mejor.

 

Lo dice la ciencia, lo dicen los datos y lo dicen las noticias.

 

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