Cuando la pandemia sea solo un mal recuerdo surgirá la posibilidad concreta de analizar lo sucedido y establecer qué rol le cupo a cada individuo, a cada organización y a la sociedad en su conjunto.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y la creación de las Naciones Unidas (ONU), los presidentes de América Latina decidieron establecer un foro regional para fortalecer la paz, consolidar los procesos democráticos, establecer un sistema de seguridad continental y facilitar la integración económica y comercial de sus Estados miembros. La Organización de los Estados Americanos (OEA) fue creada en 1948, tiene sede en Washington. Sus objetivos esenciales son promover y consolidar la democracia representativa y respetar el principio de no intervención, afianzar la paz, consolidar la seguridad en el continente y evitar el crecimiento de las armas convencionales y la fabricación de armas nucleares, promover el desarrollo comercial, social y cultural y erradicar la pobreza en la región. Sin profundizar en un análisis muy exhaustivo, se aprecia que algunas cuestiones le están costando más de la cuenta. Su rol es muy discutido y su papel en situaciones conflictivas es seriamente cuestionado. Falta eficacia y oportunidad en más de una ocasión. Se conoce la dificultad de las relaciones internacionales y el difícil momento que atraviesa América Latina en muchos rubros. Pero, más concretamente, parece interesante reflexionar acerca de la actuación de la Organización de Estados Americanos durante la pandemia de coronavirus. La información disponible sobre el tema no resulta demasiado abundante.
Publicó la "Guía de acción política para enfrentar la pandemia del COVID-19” que busca promover la funcionalidad y vigencia de los principios democráticos como elementos indispensables y eficaces para avanzar en medio de los retos originados por la pandemia, especialmente en la nueva fase de recuperación económica y progresivo restablecimiento social. La Guía se basa en el concepto de que la pandemia exige seguir insistiendo en los mecanismos democráticos como la forma más adecuada para abordar la emergencia y sus consecuencias. Se pone a disposición de los Estados miembros en el entendimiento de que el fortalecimiento de la institucionalidad democrática es clave para dar una respuesta efectiva y oportuna a la ciudadanía durante la pandemia. El documento también destaca la importancia de la transparencia en las actividades gubernamentales, así como de la vigencia del derecho a la libertad de expresión no solo para permitir un vibrante debate de ideas, sino también para garantizar el control de la ciudadanía sobre la gestión de lo público, a través de la garantía del derecho a acceder la información pública.
Además, la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos lanzó un Portal de Consultas, Foros y Repositorio sobre el mundo durante y después de la pandemia de COVID-19. El objetivo del portal es constituirse en un foro esencial en el que ciudadanos, funcionarios gubernamentales, sociedad civil y otros colectivos puedan proponer ideas e iniciativas que puedan convertirse a posteriori en proyectos reales a ser implementados con un objetivo prioritario: garantizar más derechos para todas las personas, más allá de la pandemia.
Cabe admitir que puede haber algunas otras tareas no demasiado divulgadas. Pero lo conocido tiene mucho gusto a poco. Se puede argumentar que acciones concretas sobre salud y vacunas no son su función. En ese caso se deberían revisar esas funciones. En pocas ocasiones como en esta la humanidad necesitó y necesita de sus organizaciones. Incluso vale reclamar por la inequidad y la escasa solidaridad entre las potencias y los países más postergados. En tal caso las escasas buenas acciones no pasaron por la mediación de la OEA.


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