Carlos Alberto Reutemann nació en Santa Fe el 12 de abril de 1942, falleció a causa de un cuadro de hemorragias digestivas y problemas en la función renal hace unos pocos días, en su ciudad natal. Fue un excelente piloto de Fórmula 1, debutó en 1972, corrió 200 carreras, su primera victoria fue en el Gran Premio de Sudáfrica en 1974. Ese mismo año se impuso en Austria y en Estados Unidos, finalizando sexto a nivel mundial. En 1978 ganó en Brasil, dos veces en Estados Unidos y en Gran Bretaña; en 1981 fue subcampeón, a un solo punto del campeón, tras vencer en Brasil y Bélgica y ser segundo en Estados Unidos, Argentina y Gran Bretaña. Compitió al más alto nivel, integró los mejores equipos de la especialidad: Brabham, Ferrari, Williams y Lotus. Obtuvo 12 victorias, alcanzó 45 podios.
El 15 de abril de 2021 se cumplieron veinte años de la última actuación de un argentino en una carrera de Fórmula 1. La lista histórica de participantes es escuálida, y con todo respeto por todas las participaciones solo se destacan tres: Juan Manuel Fangio, José Froilán González y el mencionado Carlos Alberto Reutemann, quien además fue dos veces gobernador de su provincia y senador nacional desde 2003 hasta su muerte.
Más allá del dolor por su fallecimiento, cabe un análisis para describir males reiterados de los argentinos. Vale repetirlo, hubo tres pilotos de Fórmula 1 destacados, y de el "Lole” para acá ninguno. Sin embargo, durante su actuación la prensa especializada y no especializada de la Argentina lo despedazó, lo entronizó como símbolo del fracaso. Desde “eterno segundón”, hasta todas las descalificaciones le fueron endilgadas. Fue ridiculizado desde todos los ángulos. Se le faltó el respeto en muchas oportunidades. Se le exigía lo imposible y se lo comparaba permanentemente con Fangio para denigrarlo. Están los testimonios. Si Argentina alguna vez fue incluida en los calendarios de la categoría fue, entre otras razones, por la existencia de este excelente piloto, considerado además un caballero de las pistas en todos los circuitos del mundo. No es el único ejemplo de este proceder en el deporte, Gabriela Sabatini resulta otro caso emblemático en este sentido. Por supuesto que la invasión en la vida privada fue parte del repertorio de los múltiples detractores de ambos. Sería bueno que los periodistas más veteranos refresquen esta situación, y algunos de ellos admitan su evidente responsabilidad. Sería interesante que se aprenda la lección y cuando se juzga la actuación deportiva de algunos destacados se tenga en cuenta el contexto y se valoren de otro modo los logros. Está claro que la realidad golpea inescrupulosa y que el tiempo pone cada cosa en su lugar. Sería deseable que la realidad se reconozca antes y que no sea necesario el paso de tanto tiempo para hacer justicia con el inmenso esfuerzo y el innegable talento de mujeres y de hombres que llevan adelante una brillante carrera deportiva y representan muy dignamente al país. Pareciera que fuera de las fronteras argentinas su labor es más justamente apreciada que tierra adentro.
Mientras cuidaba a su padre en el sanatorio, la hija del piloto santafecino recibía mensajes de pésame. Periodistas, supuestamente muy serios y altamente reputados, anunciaron su deceso cuando aún estaba vivo. Papelón. Y no fue en las redes sociales siempre acusadas de ligeras e irresponsables. Fue en los dos “grandes diarios nacionales”, fue en canales de televisión muy renombrados. Incluso los anunciantes de la falsa noticia juraron haber chequeado la información de un modo muy pertinente. Sería aconsejable que revisen sus procedimientos periodísticos y sus fuentes. La falta de respeto es irreparable. Y llegaron a generar en pantalla pésames y condolencias. Poco serio. Papelón. Flagrante papelón. Y otra vez, otra notable falta de responsabilidad.


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