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El futuro laboral y social

Por redacción
| 19 de enero de 2022

El mundo perderá en 2022 el equivalente a 52 millones de puestos de trabajo en vez de los 26 millones estimados en mayo de 2021, como consecuencia de la crisis desatada por la pandemia de COVID-19.

 

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) analizó que al cabo de dos años de crisis “la perspectiva sigue siendo frágil y la vía hacia la recuperación es lenta e incierta. Ya estamos observando daños potencialmente duraderos en el mercado de trabajo, junto con un preocupante aumento de la pobreza y la desigualdad”, dijo.

 

De acuerdo a los datos recientes, el desempleo mundial permanecerá por encima de los niveles anteriores a la COVID-19 hasta 2023, como mínimo.

 

Estimativamente, en 2022 habrá 207 millones de personas desocupadas, en comparación con los 186 millones de 2019, y el efecto general en el empleo es significativamente mayor al representado en estas cifras, pues muchas personas han abandonado la fuerza de trabajo.

 

El informe advierte marcadas diferencias de los efectos de la crisis entre grupos de trabajadores y entre países, y esas diferencias agudizan las desigualdades y debilitan el entramado económico, financiero y social de casi todas las naciones, independientemente de su nivel de desarrollo.

 

Aunque los efectos son visibles en los mercados laborales de todas las regiones, los patrones de recuperación entre ellas son muy divergentes. En Europa y América del Norte, los indicios de recuperación son más alentadores, y el panorama más negativo corresponde a Asia Sudoriental, América Latina y el Caribe.

 

Y la recuperación del mercado de trabajo más fuerte es observable en los países de ingreso alto, mientras que las economías de ingreso mediano-bajo son las que salen peor paradas.

 

Esa recuperación asimétrica ha empezado a provocar efectos en cadena a largo plazo, en términos de incertidumbre e inestabilidad persistentes, que podrían desbaratar la recuperación.

 

Cambios en la demanda, aumento de los servicios en línea, el incremento vertiginoso de los costos comerciales y los cambios provocados por la pandemia en la oferta de mano de obra han creado “cuellos de botella” en la industria manufacturera, lo que impide que puedan restablecerse las condiciones del mercado de trabajo previas a la COVID-19.

 

El efecto desproporcionado de la crisis sobre el empleo femenino permanecerá en los próximos años. Y, a largo plazo, el cierre de instituciones de educación y formación tendrá “un efecto dominó” para los jóvenes, en particular para quienes no tienen acceso a internet.

 

Al igual que en crisis anteriores, la incidencia del trabajo temporal no varió. En algunos casos, sirvió para amortiguar el impacto de la pandemia y mientras muchos puestos de trabajo temporales desaparecían, otros alternativos surgían, incluso para trabajadores que habían perdido un puesto permanente.

 

La OIT asegura que la economía global debe reconstruirse para abordar, junto a desigualdades sistémicas y estructurales, otros problemas sociales y económicos, como el cambio climático, que son anteriores a la pandemia.

 

Para lograr “una recuperación centrada en las personas” es necesario llevar a la práctica con éxito cuatro pilares: el crecimiento económico y el desarrollo, inclusivos; la protección de todos los trabajadores; la protección social universal, y el diálogo social.

 

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