El profundo valor de las grandes distinciones

Es un placer hablar con usted. Quiero felicitarlo por haber sido elegido para el Salón de la Fama del Baloncesto Naismith Memorial de 2022. Felicidades”, le informan en el llamado mientras Manu intenta camuflar la emoción que lo invade. “Muchas gracias. Un gran honor. Lo agradezco”, contesta el argentino.

En rigor, resulta complicado elogiar a un compatriota. Es tal la obsecuencia y tan exagerado el fervor que ponen algunos, que resulta conveniente tomar distancia del cumplido desmedido y obsceno. Por otro lado, están los que desvalorizan todo lo que tenga que ver con la industria nacional. En el deporte, en la economía, en el espectáculo, en el arte, en las ciencias, en cualquier actividad. Si es argentino, no puede ser excelente. Pese al vano intento por encontrar algún equilibrio, es imprescindible señalar que Emanuel Ginóbili es, sin dudas, uno de los más grandes deportistas argentinos de todos los tiempos. Y ha sido elegido para ingresar al Salón de la Fama del Baloncesto. Un logro inmenso, reservado a muy pocos deportistas en el mundo.

“Este reconocimiento no es una exageración. Es una distinción a la clase de deportista que fuiste”. Dice el “Huevo” Sánchez (reconocido técnico argentino de básquet) en su página.

Emanuel Ginóbili ingresó al Salón de la Fama. El bahiense lo logró en su primer año de selección. Hay figuras de la historia que nunca lo logran. De hecho, es apenas el tercer jugador sudamericano y el primer latino hispano hablante que se meten en este lugar que inmortaliza. Manu lo consiguió en su primera postulación —tienen que pasar tres años desde su retiro—. Algo que pocas veces se da, salvo cuando su llegada es prácticamente unánime, como en este caso. Manu lo soñaba cuando empezó a tirar al aro.

La dificultad para alcanzar el privilegio es importante porque hay que pasar tres filtros. Votaciones de diversos comités integrados por especialistas. Primero te nominan, como pasó en diciembre pasado, con él y otros 48 candidatos. Luego está el Comité de los Honores, que decide a los finalistas. Se necesitan 18 de los 24 votos de los especialistas que lo integran. Lo pasó, en febrero, cuando quedaron 10 de los 49 elegidos a priori. Y ahora le tocaba el turno a la Junta Directiva, integrada por personas ya incluidas en el Hall of Fame, periodistas y especialistas. Otra vez debía tener al menos 18 (de los 24) votos. Y nuevamente pasó holgadamente el corte. Los miembros debían revisar cada finalista, sus méritos, acciones o declaraciones. Si algo de eso consideraban que había dañado la imagen o integridad del juego, con actitudes inmorales, antiéticas, podía ser eliminado de la lista.

Además, el Salón de la Fama del básquet analiza todos los méritos de un postulante, durante toda su carrera, dentro o fuera de los Estados Unidos. La espectacular carrera de Ginóbili en la NBA, con cuatro anillos, dos selecciones al All Star, un premio al Mejor Sexto Hombre y el mejor porcentaje de victorias en fase regular de la historia, fue muy considerado, pero no fue lo único que se tuvo en cuenta. El haber sido la estrella del equipo nacional que se mantuvo en el tope durante más de una década, con dos medallas olímpicas —oro y bronce— y un subcampeonato mundial, entre otros resultados, y lo conseguido en Europa, cuatro títulos, incluido la Euroliga, y cuatro MVP (mejor jugador). Lo mismo que la huella que dejó a partir de sus valores y comportamiento —nunca una pelea con un DT, un compañero, un rival o un árbitro—, la jugada que patentó. Las hazañas con la Selección fueron claves para la elección que se concretará durante una ceremonia que se realizará el 9 y 10 de septiembre en Springfield, Massachusetts, Estados Unidos.

El protagonista de esta historia señaló respecto a este nuevo logro: “¡Otra de las cosas que nunca soñás cuando empezás a picar la pelotita naranja! Gracias a todos los que me acompañaron en este camino”. A esta altura está claro que hizo mucho más que picar una pelotita. Gracias Manu, y felicitaciones.